Dios se retira, se esconde, llora. ¿Por qué? Porque anhela lo que el poder nunca podrá obtener. Es un rey que no quiere sumisión, sino amor. Por eso, en lugar de arrasar a Jerusalén, Roma y todos los demás poderes del mundo, escogió la vía lenta y difícil de la Encarnación, el amor y la muerte. Una conquista desde adentro.

