Javier Cañada's Blog, page 3

October 5, 2022

Alguna frase pedante

Esta mañana me ha pedido alguien que no debo mencionar, para un proyecto que no puedo contar, que le comparta algunas líneas sobre el concepto de la belleza y cómo lo veo yo. Literalmente, me ha pedido “alguna frase pedante”.

Ten amigos para esto.

El caso es que hoy quería haber hecho 348 tareítas pequeñas y cuatro o cinco gordas. Al final, ha quedado todo sin empezar, a medias o mal resuelto. Siendo sincero conmigo mismo, diría que mi mayor logro ha sido hacerme la comida y ver, mientras almorzaba, un documental de la televisión pública japonesa sobre Junichiro Tanizaki y su concepto de la sombra en la estética japonesa. No me quejo.

El ‘Elogio de la Sombra’ de Junichiro Tanizaki, es de esos libros que merece la pena releer veinte años después de la primera lectura, porque están llenos de matices y reflexiones que de joven uno no pilla o no sabe valorar. Es lo bonito de subrayar los libros: cuando relees no sólo hablas de nuevo con el autor, sino con tu yo de veinte años atrás.

En Tanizaki y su forma de entender la belleza me siento bastante cómodo. Sintetizando mucho, él dice que la belleza existe como ideal y en la naturaleza, pero que para disfrutarla tenemos que propiciarla y trabajarla, como quien cuida un jardín o perfecciona su caligrafía. En otras palabras, belleza como destino y como camino a la vez. También habla de la belleza de los espacios de transición, porque albergan misterio. Lo ejemplifica con las sombras dentro de una casa tradicional, ese espacio entre la luz exterior y la oscuridad completa, lleno de matices, cambiante y variable. Diría que Tadao Ando también trabaja ese concepto, no sólo desde lo espacial sino desde lo temporal: la belleza de ver cómo la luz modifica un espacio a lo largo de una tarde. El lugar a mediodía no es el mismo que al anochecer. Ambos, el pensador y el arquitecto, se quejan de la obsesión de occidente por sobreiluminarlo todo. Concuerdo.

En mi mente pelean la idea de belleza de Santo Tomás y los escolásticos con visiones más vitalistas al estilo de Malick o Sorrentino. Los primeros creen que lo bello existe y es, independientemente de quien lo mira. Los segundos dirían que la belleza está en lo que se hace y ocurre, como si fuese una manifestación de la vida. Tampoco están tan alejados, si uno lo piensa. Al de Aquino le interesa el mundo de las ideas platónico y a los otros dos, los reflejos de esos ideales en la cueva, o mejor aún, los pavos que intentan salir de ella persiguiendo la luz. 

La primera belleza es más épica, la segunda más lírica. La primera está en lo monumental, la segunda en lo pequeño y mundano. La BSO de Interstellar contra estas fotos de Navia, la geometría extrema de la T1000 (Dieter Rams sonríe satisfecho), o una antigua canción de dimotiki griego, llegando sucia a través de una vieja radio de onda corta.

De Ulm a Cádiz. No hay que explicarlo mucho.

¿Si algo es bello y nadie lo mira, deja de ser bello? ¿Necesita la belleza, para existir, una mirada? En otras palabras ¿reside la belleza en el objeto o en el sujeto que la contempla? Se lo pregunto mucho a mis alumnos y la verdad es que ni sé por qué, pues cada vez tienden a decantarse más por lo segundo y me pillo unos disgustos…

Porque, a ver, si la belleza es subjetiva, entonces no podemos ponernos de acuerdo en qué es bello y qué no, y es cuestión de segundos hasta que aparezca quien te dice que a él un montón de estiércol le parece bello. Y digo yo… Si te parece bello ¿no será por lo que te evoca? ¿No será que lo bello para ti es la idea de que la vida se regenera? Entonces el montón de estiércol no es más que un mecanismo, un disparador, de algo que vive dentro de ti. O sea, llevamos la belleza dentro.

Y si es así, quizás algunos disparadores, algunos catalizadores, sean mejor que otros, ¿verdad? Nuestra aspiración será, pues, a crear vehículos para que esa belleza entre o salga.

Alguno se habrá preguntado entonces, si la belleza —la capacidad de buscarla y enunciarla— no será una cualidad eminentemente humana. Universal es, desde luego. Pero… ¿sólo humana? Podríamos pensar que algunos animales crean cosas bellas en su afan por cortejar y procrear, pero el hecho de que lo hagan todos igual da que pensar si, de nuevo, no será que lo hacen por mera programación genética y somos nosotros quienes vemos ahí belleza. Este argumento tiene miga: de ser cierto, nos sitúa a los humanos en un plano esencialmente diferente del resto de animales y de ahí, cuidado, que puedes acabar en lo religioso sin darte cuenta.

Porque, ojo, si existen esencias trascendentes entonces existe LO TRASCENDENTE, lo superior, lo que es más que espacio y tiempo. Ahí creyentes, agnósticos y deistas andamos tranquilos, pero los ateos se suelen poner nerviosos. Se siente.

Otra de las preguntas que le hago a mis alumnos, cuando hablamos de belleza, es si alguna vez han experimentado el síndrome de Stendhal. ¿Lo has sentido tú? Yo recuerdo una tarde de octubre paseando por Ortigia, ya de noche. El viento, las olas y las casas palaciegas en ruinas. La solitud. Sentirte cerca y lejos de todo, a la vez. Y la presión en el pecho, la dificultad para respirar porque pareciese que todo aquello no cupiese en los pulmones.
 

La ‘dimensión insondable’ de Battiato.
¿Te vale como frase pedante?

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Published on October 05, 2022 01:11

September 29, 2022

Eudora y la propiedad privada del tiempo

Me ha costado mucho encontrarlo. Hasta llegué a dudar de si era una invención mía. Al principio de internet, cuando mandábamos un correo electrónico, le marcábamos una prioridad ¿Te acuerdas?

Muy alta

Alta

Normal

Baja

Muy baja

Media hora me ha costado buscar la captura, pero he dado con ella. Igual que muchos, yo usaba Eudora Mail, uno de los primeros clientes de correo para Windows. Así marcábamos la prioridad de tu mensaje:

Y así veíamos la prioridad en los mensajes recibidos

Decidir qué prioridad tiene algo que comunicas a otra persona es un ejercicio de responsabilidad y respeto magnífico. Requiere hacerte varias preguntas importantes acerca de la urgencia, la relevancia (no son lo mismo) y te exige pensar en las circunstancias de la otra persona. 

Decir que el tiempo es el bien más preciado o que vivimos en la economía de la atención es revolcarse en el cliché como un gorrino en el barro. Pero... ¿A que se entiende por dónde voy? Primero quitamos las prioridades del email, después llegó la mensajería instantánea a los buscas, luego a los móviles y después al ordenador (¿te acuerdas del ICQ?). Lo siguiente fueron los canales instantáneos siempre abiertos, multidispositivo: Messenger, Whatsapp... Y lo más reciente, sus adaptaciones al trabajo, como Slack.

Pero no quiero que este post sea una rabieta contra la pérdida de concentración, sino una alabanza a los sistemas asíncronos, a aceptar que el otro decida cómo y cuándo atiende tu mensaje, a ritmos de comunicación diferentes, donde no todo debe responderse al instante, donde urgencia e importancia se desvinculan.

Gmail hace tiempo que nos ofrece clasificar la importancia de los mensajes de manera automática, pero no conozco a nadie que lo use. No queremos delegar en un algoritmo la decisión de qué importa o qué no, qué apetece o qué no. Por eso era tan hermosa esa funcionalidad de Eudora, porque se basa en el respeto y en la libertad de ambas partes para decidir sobre eso.

Echo de menos una cierta convención acerca de cómo o cuándo usar cada uno de los canales, un acuerdo no escrito y una cierta educación acerca de lo que es urgente, importante o trivial. El tiempo de otro es un trozo de su vida, una propiedad privada que no puede invadirse sin permiso ni invitación, igual que su casa o su cuerpo.

Me pregunto si esto es algo que deberíamos tener más en cuenta quienes creamos productos digitales. Y apuesto a que estará en la agenda y en el zeitgeist de dentro de unos años, igual que ahora lo está la sostenibilidad o la diversidad. 

¿Tú qué opinas?

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Published on September 29, 2022 10:38

September 12, 2022

Fundido a gris

Estamos diseñando un mundo cada vez más en blanco y negro. En escala de grises, mejor dicho. Esa es la conclusión —te la enuncio con cierto sensacionalismo— de un estudio conducido por el Science Museum Group, sobre el color de 7000 objetos de uso cotidiano de 21 categorías diferentes, creados en el último siglo.

De la madera con adornos de latón de 1900 a los plásticos de los 90 y de los inyectados multicolor de los 60-70 a los aluminios —casi siempre impostados— de hace diez años. De la calidez al frío, de las superficies vivas a las geometrías muertas. Del producto que es per se, al que sólo contiene. Del mensaje al silencio.

Todos los coches son óvalos blancos, todas las tecnologías son rectángulos negros y todos los objetos son ya gris oscuro.

Cuando Bell lanzó el modelo 500 diseñado por Dreyfuss, el negro era el color del producto genérico, y de ahí se pasó a una plétora de color donde cada persona y cada ambiente encontraban su tono. La fórmula la repitió el Regency TR1, el primer transistor de bolsillo, y la copió, cincuenta años después, Apple con su iPod nano. 

Henry Ford decía que usted podía tener su Ford T en cualquier color mientras fuese negro. Y la historia rima, pues el Tesla más común se puede comprar en cualquier color, pero todos sabemos que mejor blanco.

Wall-e vivaz y colorido fue sustituido por Eva, blanca, negra y eléctrica, mientras los Swatch coloridos dejaban paso a los Watch negros.

Etore Sottsas le hizo una mamola a IBM cuando parió una máquina de escribir —la Olivetti Valentine—  de rojo intenso. Ríete tú del Ornamento y Delito de Loos. Ese manifiesto cambió la historia de la tecnología. Se la robó a las empresas y las oficinas para llevárselas a las personas, a las casas y a los parques. Apple volvió a hacerle lo mismo a IBM, con el iMac, cuarenta años después.

La historia del color en el diseño es la historia de cada generación, con un sentir, una vitalidad y unas ganas de ser y estar muy cambiantes. En nuestros objetos está nuestra pequeñez insegura o nuestra alegría infinita. Frente a unos nos postramos, cual monolito de Kubrik, y en otros proyectamos nuestra alma, llena de color y vida.

Mira en tus bolsillos, en tu muñeca, tu bolso o tu mesa... ¿Qué ves?

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Published on September 12, 2022 11:28