Isabel Núñez's Blog, page 2

September 13, 2012

Una lectura privilegiada de mi libro "Si un árbol cae"











Foto: I.N., Gato barcelonés contemplando la calle, 2012

A, doctora en Filología, me escribe sus impresiones tras la lectura de Si un árbol cae. Conversaciones en torno a la guerra de los Balcanes




Llevo dos semanas queriendo escribirte para contarte cómo
me gustaron tus conversaciones en torno a la guerra de los Balcanes. Antes de
irme a París, terminé Si un árbol cae y me fascinó. Cuanto más leía, más
me atrapaba la lectura.



No se trata sólo de la selección que hiciste, lo acertado
de las preguntas y el modo en que las formulas: tu forma de contextualizar cada
entrevista va mucho más allá de la mera introducción al personaje y su mundo. Y
es que la organización significante de tu escritura es literaria, claro, y, por
más que, esta vez, tu lenguaje se quiera transitivo (esencialmente referencial),
la estructuración material que impones a ese discurso cognoscitivo hace que el
texto se emancipe y se vuelva hacia su propio poder de crear sentido, ése que
le permite decir con más fuerza y más inmediatez que un aluvión de datos.


Lo pensaba, por ejemplo, cuando te leía aprovechar el
dato de que tu anfitrión, Petar Grujičić, vivía en 27 Marta para lanzarnos de
cabeza y sin avisar a esas raíces por las que, como tantas veces has dejado
caer, el conflicto balcánico se nutre, aun hoy, de la sangre vertida en la
Segunda Guerra Mundial. Ninguna explicación hubiera llegado tan eficazmente a
la conciencia del lector.

Consigues decir (y, sobre todo, sugerir) de forma tal
que, a veces, tu relato introductorio resulta más esclarecedor aún que el
discurso del personaje en cuestión o, mejor dicho, hace que comprendamos
muchísimo mejor todo lo que encierra el discurso del personaje. Y luego está el
modo en que estructuras y engarzas las sucesivas entrevistas de forma que el
lector va penetrando cada vez más profundamente en el tejido balcánico.

No sé si era Stephen Vizinczey (el de In Praise of
Older Women
) quien hablaba de dos clases de literatura, una que ayuda a
comprender el mundo (y, por lo tanto, a pensar libremente) y otra que sirve
para olvidar (en un interminable juego manipulador). Tu pluma corresponde,
obviamente, a la primera clase. Escribas ficción o entrevistas periodísticas,
tu modo de comunicar es literario, y creo que son tus procedimientos de
creación literaria los que hacen de Si un árbol cae una herramienta de
prospección de la antigua Yugoslavia más eficaz que cualquier análisis
político. Ayuda realmente a comprender, no sólo el pasado, sino también las
tensiones del presente. Le encuentro un incalculable valor epistemológico.
Supongo que muchos estudiosos te lo han dicho ya.

Me ha gustado mucho, mucho. Después de estas semanas en
la Sorbona sin apenas tiempo para otra cosa que la burocracia universitaria,
esta tarde he vuelto a abrir tu blog, a tiempo para leer tus dos últimas
entradas. Es un gustazo leerte. 
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Published on September 13, 2012 13:03

September 9, 2012

Vivo






Foto: I.N., El cielo de ayer por la mañana, 2012

En mi extraña burbuja alejada de muchas cosas del mundo. Escribo despacio, un pensamiento diario, le dije a V. y ella contestó enseguida: "Como los poetas chinos!". Leo despacio un libro reflexivo y maravilloso de Teju Cole que voy a reseñar para La Vanguardia, y no hablaré de él aquí, sólo diré que me acompaña. J. me ha envuelto en suplementos literarios franceses y anglosajones, revistas internacionales, cosas que antes no podía leer sin sentirme culpable y ahora leo con fruición. Pero el tiempo se me escapa. A veces tengo que pedirle a los amigos que no me visiten tanto porque, aunque no pueda traducir, sí puedo leer y reseñar y escribir mi extraño libro informe. "¿Por qué extraño?", me pregunta la mujer más guapa del mundo, que me compró sabiamente cuatro atuendos para este nuevo cuerpo difícil con el fresco (aunque luego volvió este calor pegajoso y desesperanzador) y salió en uno de mis sueños más cortos e intensos y se convirtió en personaje precisamente de ese libro, aunque fuese una aparición. Extraño porque escribo de algo que aún está ocurriendo, y si siempre escribo a tientas esta vez la oscuridad es más densa y más llena de interrogantes, o tal vez porque escribo más que nunca sobre mi propia perplejidad, el asombro, la incredulidad. La escritura está hecha de preguntas y ecos.

 Volví a ver al hombre que escucha. Pensé que no me cabría todo en una sesión después de un mes a cámara lenta, pero sí que cupo. Los sueños se desentrañaron solos nada más llegar allí, con todo su misterio (en facebook, alguien hablaba de sus sueños como si no tuvieran misterio, ni poética ni fascinación en su lenguaje, como si su interpretación fuera exacta y aburrida, me sorprendió que no viera más, le recordé que no por casualidad el mundo onírico había fascinado a los surrealistas, a Lewis Carroll, a Michaux, a Jeff Noon, a tantos y tantos escritores, pintores, cineastas... Pero fb es un terreno abrupto donde hay lugar para todo). También restrinjo lo social porque a veces necesito tiempo para atender las miserias de mi cuerpo. Hay gente que hace visitas concisas y comprende que estoy como estoy, otros se olvidan y pretenden venir con películas a pasar la tarde. Tal vez, después de todo, sea su deseo de verme como antes, hacer las cosas que hacíamos antes, aquella libertad de organizar el tiempo sin tener que sufrir en lo pequeño, en lo fisiológico, en lo íntimo, en el encuentro con el cuerpo. ¡Cómo añoro yo también aquella vida! Y espero volver a ella. Y celebrarlo con ellos. JN se ha ido otra vez a California, a recibir sus premios, en un viaje al que yo tenía que acompañarle... de no haber estado enferma. Me gusta imaginarle allí. Aunque yo ahora no siento perderme nada en concreto, sólo siento perderme la libertad de un cuerpo que no me oprimiese.

Fui a ver a un médico que me dio esperanzas, un cirujano distinto de todos los que había visto (todos los demás eran boxeadores, agresivos y llenos de desprecio y de sentencias muy radicales, de fechas arbitrarias y osadas para predecir mi muerte), humanista y cauto, me cambió el panorama haberle visto. Naturalmente no tengo certidumbre de nada, pero al menos cuento con alguna posibilidad más.

Y algo se revolucionó en mi cuerpo para bien, aunque dolorosamente, gracias al efecto poderoso de la reflexología. También decidí cumplir con algunos propósitos físicos que me exigen pequeños esfuerzos diarios, cierta ínfima disciplina, pero que me ayudan a ir recuperando cierto tono dentro de esta falta de tono. Me dicen que mi voz se nota más energética; es gracioso que sea tan universal, que todos lo adviertan. 

La vuelta del calor no ayuda. Un calor bochornoso que inflama y ralentiza las mejoras del cuerpo. Ayer J. volvió de París con un lujoso y mítico regalo para mí. Al ver la bolsa me asusté pensando en lo que le habría costado y temiendo que no me gustara, pero me encantó. Y me hizo ilusión tenerlo, un fragmento de belleza en este inframundo mío. Como los atuendos que supo encontrarme la mujer más guapa del mundo, que me consolaron tanto de esa pérdida física que ella comprende muy bien, de poder al menos envolverme en cierta belleza. Vino a verme V., que siempre lo comprende todo y parecía vibrante de vida. Cuando se fue me dijo que me había visto mucho mejor, aunque no supiera explicar en qué, algo distinto.

Muchos me llaman para preguntarme si necesito algo y traérmelo. Hay gente que me escribe cosas maravillosas, como un asistente de mi curso de este año, el arquitecto humanista, o una abogada que jugaba conmigo en la playa de Roses donde empieza mi novela, y que ha reaparecido y me lee, o mi ex cuñado escritor DC, que dice no saber decir y lo dice perfectamente, o mi amigo seráfico y céltico, que acaba de volver de Galicia y me lee o alguien que estuvo conmigo hace años y que también me lee desde no-lugares donde ruedan, todos con su deseo y su voluntad de que yo vuelva, me libere de esta esclavitud corpórea y pueda andar como antes, y más extensamente, me llega la crónica india y tibetana de mi amigo JP, que hoy he pasado por el filtro del diccionario para dotarla de acentos y eñes (en los teclados de allí no los hay) y que dice así:













  Sigo en Ladhak, ya un poco más calmado aunque todavía
en un estado enrarecido quizás , supongo, por la altura.

  Visité un montón de monasterios que están en los
alrededores, porque todos ellos pero sobre todo uno que se llama Anchi tienen
unos frescos que me entusiasman, además de los templos y monasterios en sí.

  Ya el viaje es divertido, recorrer esos espacios
casi lunares, con montañas de arena y rocas que se ven humanizadas por los
chorten, las stupas que hay a millares y en todas condiciones de conservación, algunas
tan desgastadas por la erosión que ya casi vuelven al polvo, los muros de
guijarros, las banderas flameando al viento, y luego encontrarse esos valles
deliciosos por donde pasan regatos murmuradores y los álamos se mecen y silban
con el viento.

  A veces me quedo a meditar con ellos. Pienso en ti
cuando hago una ofrenda. Me gusta despertar por la mañana al alba y ya oír las
ruedas de oración girando lanzando al cosmos sus mensajes de compasión y de unidad
de todos. Me parece maravilloso que la gente, aunque sea por rutina,
continuamente se aparte de sus preocupaciones diarias y

ofrezca esa manera tan simple y bella de plegaria.

  Estoy leyendo a Bernanos, te acuerdas que te dije
que lo traería?, y aunque a veces sermonea tiene frases que me estimulan, dice
por ejemplo: "On ne prie jamais seul"
o "Je sais parfaitement que le désir de la prière est déjà une prière et
que Dieu ne saurait demander plus."

 Leí El
resplandor de la hoguera
de Valle que me encantó, como siempre, y La Veuve ...de Simenon que me entretuvo
pero tampoco a pesar de su toque dostoyevskiano me sedujo tantísimo como a los
franceses de antan.

  Una de las cosas que me fascinan de los viajes en microbús
cuando hago mis excursiones a los monasterios es cuando de repente empiezo a oír
un mantra o una plegaria y busco entre la gente quien está recitando, para
darme cuenta al cabo de un rato que a lo mejor es el viejecito que tengo al
lado y que va mirándolo todo sin que apenas por el movimiento casi
imperceptible de los labios parezca estar rezando,  es una técnica que solo
tienen los tibetanos; las resonancias son increíbles llenas de armónicos.

   Por las tardes voy a ver los partidos de
polo que me encantan, no sé si te comenté que me alegré muchísimo al llegar y
enterarme que mi estancia coincidía con el festival de Leh, me gusta ir a ver
las miserables barracas y el circo que montan los indios, la pequeña muchedumbre
de ladhakis que se arremolina para ver o para montar en unas norias primitivas
o en cochecitos de plástico para los niños.

Tengo montones de fotos de todas estas cosas para
enviarte pero en Ladhak es difícil y caro, hoy estoy teniendo mucha suerte
porque no hay corte eléctrico. Mejor te las envío desde Varanasi.

   Hoy al levantarme la señora de la pensión
estaba en el pequeño jardín lleno de flores, sobre todo dalias y
girasoles, y algunas coles o berzas, vi como con casi diría ternura llevaba un
gusano en una hoja de col fuera del huerto y lo dejaba en la calle. Esas pequeñas
cosas me alegran el alma.

  También hubo Chams, las danzas sagradas de los
tibetanos, realizadas por los monjes del monasterio de Hemis, el más grande de
los de aquí, ya fui dos veces a verlas y quizás vaya una tercera. Meditación en
movimiento, sus ritmos me dejan colocado para todo el día con la música persiguiéndome,
alentándome.

  Te escribiré con más calma desde Varanasi, aquí siempre
estoy inquieto pensando que se borrará todo antes de que me de tiempo de enviarlo
y eso que desde la última vez esto ha crecido de un modo horroroso y aunque no
quiero acabar con una nota negativa el progreso terminara con ellos. Sigo
pensando que los turistas son el mal del siglo, que son el animal más estúpido
que se creo, y además les han dado maquinas para que se entretengan. por
desgracia soy uno de ellos.

Un beso desde "el techo del mundo".

Ayer fui con J. a la Rambla Catalunya, en un gesto heroico, a comprar algo urgente y pasé un momento por La Central. Un librero amigo (escritor, corredor y cinéfilo) me dijo que alguien acababa de pasar por la librería a comprar todos mis libros. Me hizo sonreír: yo sabía quién era. La niña de la playa de Roses. Hay gente que leyéndome se ha ido acercando a mí autrement, de la forma que yo prefiero, como una amiga de mis amigos, hija y sobrina de escritores y poetas, que vendrá a verme el viernes con una amiga fotógrafa preferida. En La Central aproveché para pescar un libro que me había recomendado mi amigo seráfico, de Miyamoto, que leeré cuando acabe esa lectura reflexiva, lenta, caminante y neoyorquina de Teju Cole. Y también otros libros secretos, de los que ya hablaré.

Hoy aprovecho que unos amigos cancelaron y voy a descansar de visitas, le he dicho a J., y él me ha contestado: "Pues G. va para allá". Pero G. no es una visita, es otra cosa, si yo estoy echada, él también se echa, me enseña una canción, me cuenta cosas, dormita conmigo, todo en una plácida ociosidad, cuida de Rufus, se ocupa de sus cosas, y verle con toda su fuerza y su belleza me alegra y me transmite algo vitamínico y vital. Eso no significa que no me alegre ver a los amigos, al contrario. Lo que no puedo hacer y en algunos casos o en ciertos momentos me desconcierta que me lo pidan, algunos de forma periódica y perezosa porque no leen blogs o no tienen paciencia, es resumir cómo estoy en un email o un what's up. A los que me preguntan no sé si responderles "Bien, gracias, ¿y tú?" o decirles que si de verdad quieren saber, me llamen cuando tengan tiempo y les contaré. "¿Todo bien?", me preguntó alguien en un día terrible y le contesté preguntándole si era un sarcasmo. Y es que a veces, cuando todo duele, todo cuesta y parece que la pesadilla tenga que ser eterna, cuesta mucho tener sentido de lo social, hacer concesiones, ser siempre amable... En la calle me encontré con E. en otro mal momento y me preguntó qué tal: Mal, mal, le contesté a todo, harta, hasta la coronilla... y J., que venía conmigo, me dijo que había sido antipática y lo sentí porque E. me gusta, pero a veces, ¿qué se puede decir siendo sincero, si no queda energía para mentir o disimular? Otro día se presentaron sin avisar mi vecino y la antigua portera. Yo estaba en un momento malísimo y sólo abrí creyendo que era una amiga de confianza, que me traía un remedio necesario. "No puedo atenderos", les dije, "estoy en un mal momento". No sé si lo comprendieron. Ahora no puedo recibir visitas sorpresa y a veces ni siquiera las esperadas pueden prolongarse.

Rufus sigue conmigo. Cuando me despierto en la noche y me voy a la sala, viene enseguida a mi lado a  acunarme con su ronroneo y su belleza gatuna. A veces se lo digo: es una suerte haberle encontrado. Ahora me despierto a las cinco y veo siempre amanecer, lo vemos juntos Rufus y yo. Anoche sorprendí una pequeña lagartija en la terraza y deseé que Rufus no la viera. Esta mañana, a las seis, estaba dentro, junto a mi mesa de trabajo, y he vuelto a temer por ella. Era salamanquesa, transparente y preciosa, con sus manitas delicadas y me ha mirado un momento. "Vete, vete", he pensado yo. Creo que no la ha encontrado. 

Voy a dar un cortísimo paseo, a estirar las piernas y a seguir leyendo a Teju Cole. También es una suerte poder disfrutar de la tregua silenciosa del domingo.
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Published on September 09, 2012 10:21

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Isabel Núñez
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