Rafael Linero's Blog: CESARE PERVERSE, page 2
November 18, 2015
NANA PARA PERSONAS DE MEDIANA EDAD
Todos duermen, nadie piensa en ti, nadie te desea ningún mal. Duerme.La hipoteca duerme, los números rojos duermen, tu jefe y sus amenazas de despido también duermen.
Las sábanas y mantas de tu cama están pagadas, duerme tranquilo.Con cada recibo del armario, de la cómoda, de la mesita de noche, se fue un trocito de tu alma, pero ya no pueden quitarte nada más. Duerme. Duérmete.Las luces están apagadas, no consumen electricidad, que está tan cara. Sólo el frigorífico monta guardia, pero en su interior nada brilla, nada está iluminado, apenas hay gasto.
El despertador y el teléfono callan, abrazados juntos en su lecho de cables y numeritos diminutos.Los cafés están tras el horizonte, aún por hacer, fríos, las tazas por un lado, el agua por otro, fría. Las preocupaciones están en paradero desconocido y nadie las busca, duerme.
No te puedo decir si después del sueño te espera un lunes o un domingo, si te tocará ver a tu hijo (ese que tienes a plazos)o si intentarás ligar con ademanes obsoletos, de otro siglo.Pero no te preocupes, duerme. El día aún no tiene nombre, es un conjunto de horas desorganizadas, sin un objetivo común, una orquesta afinando los instrumentos, esperando una partitura que no llega.Duerme, las facturas no están escritas, el escenario de tus problemas no está ensamblado, tu jefe no recuerda por qué te quiere despedir.
Duerme y sueña con que duermes. Sueña con camas, con alcobas, con gorros de dormir, con párpados tumbados, con fugas de saliva, con movimientos que no controlas.
Duerme, José López. Duerme, Teresa García. Duerme, Eduardo. Duerme, Dolores. Duerme. Duérmete. Duerme.
Las sábanas y mantas de tu cama están pagadas, duerme tranquilo.Con cada recibo del armario, de la cómoda, de la mesita de noche, se fue un trocito de tu alma, pero ya no pueden quitarte nada más. Duerme. Duérmete.Las luces están apagadas, no consumen electricidad, que está tan cara. Sólo el frigorífico monta guardia, pero en su interior nada brilla, nada está iluminado, apenas hay gasto.
El despertador y el teléfono callan, abrazados juntos en su lecho de cables y numeritos diminutos.Los cafés están tras el horizonte, aún por hacer, fríos, las tazas por un lado, el agua por otro, fría. Las preocupaciones están en paradero desconocido y nadie las busca, duerme.
No te puedo decir si después del sueño te espera un lunes o un domingo, si te tocará ver a tu hijo (ese que tienes a plazos)o si intentarás ligar con ademanes obsoletos, de otro siglo.Pero no te preocupes, duerme. El día aún no tiene nombre, es un conjunto de horas desorganizadas, sin un objetivo común, una orquesta afinando los instrumentos, esperando una partitura que no llega.Duerme, las facturas no están escritas, el escenario de tus problemas no está ensamblado, tu jefe no recuerda por qué te quiere despedir.
Duerme y sueña con que duermes. Sueña con camas, con alcobas, con gorros de dormir, con párpados tumbados, con fugas de saliva, con movimientos que no controlas.
Duerme, José López. Duerme, Teresa García. Duerme, Eduardo. Duerme, Dolores. Duerme. Duérmete. Duerme.
Published on November 18, 2015 11:09
November 9, 2015
COMERCIO
Algo me pesa en el bolsillo de los pantalones. Meto la mano dentro y descubro que es una moneda, pequeña o grande no lo puedo decir porque su presión rompe la tela, baja acariciándome la pierna y se clava en la acera. Me agacho justo para ver cómo se hunde más y desaparece. Dejo de verla pero imagino su camino atravesando kilómetros y kilómetros de corteza, manto y núcleo hasta emerger por el otro lado del planeta, romper otra acera y tras ascender por una pierna anónima acabar en otro bolsillo donde una mano que no es la mía la cogerá.
Published on November 09, 2015 10:17
December 29, 2014
HOMBRE CON GABARDINA Y AMANECER
Todos los vasos de todos los borrachos que están bebiendo en todos los bares por los que me arrastro reflejan un arco iris. El mío, da igual qué bebida haya pedido, siempre está sucio.
Todas las sonrisas falsas o verdaderas de las personas con las que me cruzo dejan un pequeño rastro de baba en sus comisuras.
A la vez, las luces de todos los garitos parpadean y se apagan. De repente, el sol está ya en todo lo alto haciendo un sonido como el de un frigorífico antiguo, uno de esos donde tu tía Madeleine guardaba botes llenos hasta el borde de algo indeterminado con un poco de moho.
Esta mañana de zeppelines raudos y cortinas rotas, todos los maniquíes, movidos por algún vándalo o por alguna razón más inquietante, tienen posturas obscenas.
Los edificios parece que se comban hacia mí. El sol, ese hijo de puta, me sigue inclemente. Los charcos, burlones, no me reflejan pero sí mojan mis zapatos. Los semáforos van cambiando sus tres colores lentamente, gris, violeta y negro y luego otra vez, gris, violeta y negro.
Con manos que tiemblan como polillas abro la puerta de mi casa, busco mi cama y me acuesto con la gabardina puesta.
Todas las sonrisas falsas o verdaderas de las personas con las que me cruzo dejan un pequeño rastro de baba en sus comisuras.
A la vez, las luces de todos los garitos parpadean y se apagan. De repente, el sol está ya en todo lo alto haciendo un sonido como el de un frigorífico antiguo, uno de esos donde tu tía Madeleine guardaba botes llenos hasta el borde de algo indeterminado con un poco de moho.
Esta mañana de zeppelines raudos y cortinas rotas, todos los maniquíes, movidos por algún vándalo o por alguna razón más inquietante, tienen posturas obscenas.
Los edificios parece que se comban hacia mí. El sol, ese hijo de puta, me sigue inclemente. Los charcos, burlones, no me reflejan pero sí mojan mis zapatos. Los semáforos van cambiando sus tres colores lentamente, gris, violeta y negro y luego otra vez, gris, violeta y negro.
Con manos que tiemblan como polillas abro la puerta de mi casa, busco mi cama y me acuesto con la gabardina puesta.
Published on December 29, 2014 00:00
October 5, 2014
MADERA
En un año indeterminado de un siglo pasado, monseñor Agustín de Monfort i Sastres le propuso al Rey Ataúlfo el Complaciente reunir todas las reliquias de la cruz donde murió nuestro señor Jesucristo para con ellas construir una escalera que, decía, llevaría a quien por ella subiese al mismísimo cielo. El rey ascendió por los peldaños y ya no volvió a ser visto y, sin nadie que gobernara el reino, éste cayó en la anarquía. La escalera fue derribada y sus restos convertidos, de nuevo, en reliquias.
Un clérigo de la orden de los eduardinos, Lope de Mediavilla, le propuso al Rey Jeremías el Crédulo recuperar todas las reliquias de la escalera para armar un barco y buscar las costas donde los ángeles se bañaban bajo la mirada del Creador. El barco, con su real pasaje, fue zarandeado y destruido por las tormentas de mares que no tenían nombre.
Las reliquias fueron llegando a las costas de este reino cada vez más pobre, hasta que el abad Godofredo de Teluria le propuso al Rey Crispín el Engañado que las recogiera para hacer una nueva cruz donde crucificar a alguien puro, para que el reino recobrara, por gracia de Dios, la gloria perdida.
Mientras los hombres del monarca recorrían los pueblos buscando al elegido, los árboles miraban al cielo, inmóviles, intentando pasar desapercibidos.
Un clérigo de la orden de los eduardinos, Lope de Mediavilla, le propuso al Rey Jeremías el Crédulo recuperar todas las reliquias de la escalera para armar un barco y buscar las costas donde los ángeles se bañaban bajo la mirada del Creador. El barco, con su real pasaje, fue zarandeado y destruido por las tormentas de mares que no tenían nombre.
Las reliquias fueron llegando a las costas de este reino cada vez más pobre, hasta que el abad Godofredo de Teluria le propuso al Rey Crispín el Engañado que las recogiera para hacer una nueva cruz donde crucificar a alguien puro, para que el reino recobrara, por gracia de Dios, la gloria perdida.
Mientras los hombres del monarca recorrían los pueblos buscando al elegido, los árboles miraban al cielo, inmóviles, intentando pasar desapercibidos.
Published on October 05, 2014 10:16
May 12, 2014
LLORA
Llora por el león,que no sabe que es leónaunque sus colmillos sean los jueces más severos.Llora por el piso octavocon sus ventanas abiertaspor las que se escapan las sombras de los ausentes.Llora por la viruela,por el cáncer, por el siday por esa otra enfermedad que sólo tú conoces.Llora por las plañideras,por los huérfanos, por las viudasy por las lágrimas que nunca serán copos de nieve.Pero no llores por mí,ya me hundo solo sin ayuda, déjame, que ya me agarraré a algo en otra vida.
Published on May 12, 2014 09:46
May 6, 2014
LOS 90
Todos vestíamos como estrellas de rock cuando bajábamos a comprar el pan o tabaco suelto.
Los días nublados eran nuestros días de playa, nuestras vacaciones.
El suicidio, un amigo que nunca pedía que le devolvieras los favores.
El futuro podía irse a la mierda, estrellarse dentro de un automóvil que vuela.
Todos vestíamos como estrellas de rock. Y después nos fuimos al carajo.
Los días nublados eran nuestros días de playa, nuestras vacaciones.
El suicidio, un amigo que nunca pedía que le devolvieras los favores.
El futuro podía irse a la mierda, estrellarse dentro de un automóvil que vuela.
Todos vestíamos como estrellas de rock. Y después nos fuimos al carajo.
Published on May 06, 2014 13:13
November 24, 2013
HALLOWEEN
En su momento la idea debió resultar obvia. Un solo día para celebrar Halloween no era suficiente.
Y fuimos dejando que, poco a poco, los días cercanos a la fiesta se contagiaran de su espíritu. Pero, una vez abierta la veda, esta enfermedad de caramelos y espectros fue imparable. Las ganas de disfraces lúgubres y sustos orquestados no encontraban fin. Desde el epicentro del 31 de octubre, la telaraña fue extendiéndose a lo largo de todo el año. Los esqueletos caminaron a través de las semanas y los meses, incansables. La mancha de sangre falsa no paraba de extenderse y en esta noche eterna los disfraces pasaron a ser la indumentaria normal. El verdadero signo de dejadez en las casas no era que hubiera telarañas, sino su ausencia. Y las golosinas y las historias de miedo no necesitaron un motivo para estar presentes a cualquier hora de la noche y del día.
No sé cuántos años pasaron hasta que el hartazgo asomó tímidamente el morro. Pero fue suficiente un pequeño comienzo para que la espantada fuera general. Un entusiasta de fiestas más modernas y adultas, se atrevió a decir que Halloween era algo anticuado y todos, raudos, le dieron la razón. Alguien se quitó el disfraz de bruja y estos atuendos empezaron a desvanecerse como por hechizo. Y otro metió una calabaza en una olla y a todas se les borró la sonrisa truculenta de sus superficies anaranjadas.
Los disfraces se guardaron, las guirnaldas se tiraron y las caras, limpias de maquillaje, fueron en busca del sol que, a pesar de llevar un tiempo sin ser usado, no había perdido su brillo.
Pero siempre hay a quien no le gustan los cambios y algunos se quedaron atrapados en un pasado inmutable, una eterna noche de sombras. Estas criaturas nos observan desde oscuros rincones, inalterables, viejos anticuados con caras aniñadas, anhelando la calidez recién adquirida de nuestros cuerpos. Nosotros los tememos y hablamos de ellos en susurros, sin poder darles un nombre que ya hemos olvidado.
Y fuimos dejando que, poco a poco, los días cercanos a la fiesta se contagiaran de su espíritu. Pero, una vez abierta la veda, esta enfermedad de caramelos y espectros fue imparable. Las ganas de disfraces lúgubres y sustos orquestados no encontraban fin. Desde el epicentro del 31 de octubre, la telaraña fue extendiéndose a lo largo de todo el año. Los esqueletos caminaron a través de las semanas y los meses, incansables. La mancha de sangre falsa no paraba de extenderse y en esta noche eterna los disfraces pasaron a ser la indumentaria normal. El verdadero signo de dejadez en las casas no era que hubiera telarañas, sino su ausencia. Y las golosinas y las historias de miedo no necesitaron un motivo para estar presentes a cualquier hora de la noche y del día.
No sé cuántos años pasaron hasta que el hartazgo asomó tímidamente el morro. Pero fue suficiente un pequeño comienzo para que la espantada fuera general. Un entusiasta de fiestas más modernas y adultas, se atrevió a decir que Halloween era algo anticuado y todos, raudos, le dieron la razón. Alguien se quitó el disfraz de bruja y estos atuendos empezaron a desvanecerse como por hechizo. Y otro metió una calabaza en una olla y a todas se les borró la sonrisa truculenta de sus superficies anaranjadas.
Los disfraces se guardaron, las guirnaldas se tiraron y las caras, limpias de maquillaje, fueron en busca del sol que, a pesar de llevar un tiempo sin ser usado, no había perdido su brillo.
Pero siempre hay a quien no le gustan los cambios y algunos se quedaron atrapados en un pasado inmutable, una eterna noche de sombras. Estas criaturas nos observan desde oscuros rincones, inalterables, viejos anticuados con caras aniñadas, anhelando la calidez recién adquirida de nuestros cuerpos. Nosotros los tememos y hablamos de ellos en susurros, sin poder darles un nombre que ya hemos olvidado.
Published on November 24, 2013 11:20
May 29, 2012
CUERVO
La lavadora era vieja y llevaba un tiempo produciendo un traqueteo. El cuervo que estaba posado sobre ella parecía adormilado con el suave movimiento. Cuando Andrés entró, el animal abrió los ojos, emitió un graznido que pudo ser desafiante y emprendió un vuelo errático por el lavadero hasta que consiguió escabullirse por la ventana. Andrés apenas se movió durante ese tiempo, tan sólo abrió sus labios para llamar a su mujer, pero finalmente no lo hizo. Cuando el pájaro negro hubo desaparecido regresó al salón con el cesto de la ropa vacío.
- Había un cuervo en el lavadero.
Ana estaba ensimismada en una revista y no contestó hasta que él repitió el comentario.
- ¿Has cerrado la ventana?
- No, no me he dado cuenta.
- Ciérrala, por favor.
Regresó al lavadero y mientras cerraba la ventana oyó que Ana gritaba en la cocina. Corrió de vuelta y la vio paralizada mirando al cuervo que picoteaba los restos del desayuno. Cogió la escoba para ahuyentarlo pero el pájaro pasó entre los dos hacia el salón donde empezó a volar atolondradamente. Ella se agarró con fuerza a su brazo.
- El bebé…
La miró sin saber qué hacer y ella, tomando la iniciativa, corrió hasta una habitación del fondo del pasillo y la cerró de un portazo. Se volvió hacia él como disculpándose.
- Temía por David.
Andrés no dijo nada y volvió su mirada al salón buscando al pájaro. No se le veía por ningún lado.
- Parece que se ha ido.
- Tenemos que estar seguros. Ya sabes lo que dicen de los cuervos y los ojos.
La miró una vez más y, sin añadir ni una palabra, buscó por toda la casa sin encontrar nada.
- Se ha ido – dijo con seguridad.
- ¿Cómo puedes estar tan seguro?
Se revolvía inquieta, parecía estar sufriendo un ataque de nervios.
- ¿Cómo puedes estar tan seguro? – repitió alzando la voz.
- Ana, se ha ido. Voy a preparar té.
Mientras ella cerraba todas las ventanas, Andrés se dirigió a la cocina. Puso a hervir el agua y cuando todo estuvo listo llevo las tazas humeantes al salón. Ana parecía haberse tranquilizado y agradeció poder llevarse algo caliente al estómago. De vez en cuando, lanzaba una mirada a las ventanas.
Andrés lentamente extendió una mano para apoyarla en sus hombros pero ella abrió los ojos de forma desmesurada y estuvo a punto de dejar caer la taza al suelo.
- La ventana de la habitación de David está abierta…
Se levantó de un salto y fue hacia la habitación del fondo del pasillo. Él la siguió a regañadientes.
Estaba parada en el umbral mirando al cuervo que, apoyado tranquilamente en la cuna, le devolvía la mirada. Las lágrimas resbalaban por la cara de Ana. Andrés entró en la habitación, dio una palmada y cuando el animal escapó por la ventana la cerró. Después la acompañó al sofá, la cubrió con una manta, recogió las tazas de té y volvió al lavadero a recoger la ropa del bebé que tras tantos lavados ya empezaba a desteñir.
- Había un cuervo en el lavadero.
Ana estaba ensimismada en una revista y no contestó hasta que él repitió el comentario.
- ¿Has cerrado la ventana?
- No, no me he dado cuenta.
- Ciérrala, por favor.
Regresó al lavadero y mientras cerraba la ventana oyó que Ana gritaba en la cocina. Corrió de vuelta y la vio paralizada mirando al cuervo que picoteaba los restos del desayuno. Cogió la escoba para ahuyentarlo pero el pájaro pasó entre los dos hacia el salón donde empezó a volar atolondradamente. Ella se agarró con fuerza a su brazo.
- El bebé…
La miró sin saber qué hacer y ella, tomando la iniciativa, corrió hasta una habitación del fondo del pasillo y la cerró de un portazo. Se volvió hacia él como disculpándose.
- Temía por David.
Andrés no dijo nada y volvió su mirada al salón buscando al pájaro. No se le veía por ningún lado.
- Parece que se ha ido.
- Tenemos que estar seguros. Ya sabes lo que dicen de los cuervos y los ojos.
La miró una vez más y, sin añadir ni una palabra, buscó por toda la casa sin encontrar nada.
- Se ha ido – dijo con seguridad.
- ¿Cómo puedes estar tan seguro?
Se revolvía inquieta, parecía estar sufriendo un ataque de nervios.
- ¿Cómo puedes estar tan seguro? – repitió alzando la voz.
- Ana, se ha ido. Voy a preparar té.
Mientras ella cerraba todas las ventanas, Andrés se dirigió a la cocina. Puso a hervir el agua y cuando todo estuvo listo llevo las tazas humeantes al salón. Ana parecía haberse tranquilizado y agradeció poder llevarse algo caliente al estómago. De vez en cuando, lanzaba una mirada a las ventanas.
Andrés lentamente extendió una mano para apoyarla en sus hombros pero ella abrió los ojos de forma desmesurada y estuvo a punto de dejar caer la taza al suelo.
- La ventana de la habitación de David está abierta…
Se levantó de un salto y fue hacia la habitación del fondo del pasillo. Él la siguió a regañadientes.
Estaba parada en el umbral mirando al cuervo que, apoyado tranquilamente en la cuna, le devolvía la mirada. Las lágrimas resbalaban por la cara de Ana. Andrés entró en la habitación, dio una palmada y cuando el animal escapó por la ventana la cerró. Después la acompañó al sofá, la cubrió con una manta, recogió las tazas de té y volvió al lavadero a recoger la ropa del bebé que tras tantos lavados ya empezaba a desteñir.
Published on May 29, 2012 10:11