Victoria R. Gil's Blog, page 2

February 14, 2017

Fundida en Negro









El miedo es negro y amargo, como debe serlo el café del infierno, imposible de tragar. Como tus manos cuando sales del tajo, con ese maldito polvo que nunca se va del todo, tatuado bajo tu piel. Como tus ojos, tan negros que cuando bajaba al taller, a tientas de oscuridad, sonreía.
--Camino por tus ojos cada día –te decía entonces, besándote los párpados para que me guardaras dentro.
Pero todo se acabó con el accidente, con las operaciones que me rompieron aún más que aquel costero. Ahora me quedo aquí sentado, viéndote beber aprisa una taza de café, saliendo ya, entera, viva, lista para el primer relevo. ¿Puedes prometerme que regresarás esta noche?
Si miro bien, aún veo tus 20 años, cuando creías que yo era lo mejor que te había pasado y soñabas con una casa, dos niños –la parejita es la ecuación exacta de la felicidad— y un amor sosegado.
Ahora sólo despejo incógnitas que tienden al miedo hasta que regresas, negra de ojos y de carbón. Fundida en negro.
Estabas tan orgullosa de haberlo logrado: Ayudante minera a 600 metros bajo tierra. Se te llenaba la boca de risas y a mí, de 600 espantos.
Y besas al aire desde la puerta. Y te despido sin voz.
--Dime que ya no hay costeros. Que no habrá escape de gas ni explosión que te entierren en el infierno. Júrame que no morirás hoy.


#historiasdeamor
Imagen de La Pensadora, de José Luis Fernández.


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Published on February 14, 2017 15:01

Olvido





¿Cómo fluye la sangre de un fantasma?
(Mahmoud Darwish)








Primero fue un punto ridículo, tan pequeño que no supe si era mella o mancha.  Lo descubrí, solitario, en mi antebrazo, a medio camino del codo y la muñeca, indeciso en si bajar o subir o en si quedarse o desaparecer.
Es un lunar, deduje cuando el jabón no pudo borrarlo. Un residuo del sol y de la tarde que pasamos juntos en aquella terraza asomada al verano. Quizás una peca. Vete a saber si de tanto besarte me llevé una de las tuyas pegada a la piel.
Pero no. Una peca extraviada suena a excusa, a nostalgia. Y siempre era yo el primero en decirlo: Es mejor que no sigamos viéndonos. Nunca supe si alguna lo lamentó.  Si tú lo lamentaste.
Un día, el punto dejó de ser ridículo y ya no fue mancha ni mella, ni peca ni lunar. Bajo la ducha, y deforme por el agua, me pareció una boca dispuesta a devorarme.
Lo restregué con tanta fuerza que la esponja se deshizo entre mis dedos, pero no dejó de observarme, voraz quién sabe de qué. Tal vez de mí, como lo fuiste tú al principio, cuando las noches se acababan antes que nosotros y todas las horas parecían dignas de ser nuestras.
Medía ya casi un centímetro cuando se me ocurrió que era una letra. Una Ooscura, obscena y ofensiva que me crecía en el brazo como un tumor. Una O de orgullo. Una O de Olvido.
Me convencí de que desaparecería. De que aquello no era una O,por más que lo pareciese, ni se había embarcado en una singladura por mi brazo,  pero resultó tozuda y nada fue capaz de borrarla. Ni el detergente más agresivo ni la lejía más implacable  También lo intenté con alcohol, acetona y aguarrás y sólo desistí cuando la gasolina estuvo a punto de provocarme un eccema. Odiaba pensar que tendría que vivir con ella como lo hacía sin ti.
Empecé a vigilarla. Cada hora, sin importar donde estuviera, me alzaba la manga de la camisa y observaba con detenimiento la evolución de lo que ya sabía que no era mancha, aunque ignorase su naturaleza.
Compré ungüentos y cremas sin que nada surtiera efecto. Froté, raspé y cepillé hasta hacerme sangrar, hasta despellejarme y mudar de piel como una serpiente en primavera. Sospecho que en nada puse tanto empeño como en borrar aquella letra, salvo, tal vez, en borrarte a ti.
Pero la O continuaba allí, obtusa, ombría, ordenada.
Al menos, me dije, ya no crece.
Y era cierto. Había detenido su avance y dejé de temer que se expandiera por el brazo, continuase por el hombro e invadiera mi cuerpo como el mapa de un desahucio. Pero eso tampoco me tranquilizó. Seguía ignorando de dónde había salido y cuántas letras más pensaba escribirme.
Me imaginé como uno de esos fanáticos de los tatuajes cuya piel se asemeja a un informe de pasantías o a una tesis doctoral. Tendría que vestirme con jerséis de cuello alto y manga larga, incluso en verano, para ocultar el sarpullido caligráfico que me brotaba de dentro.
Desechados los remedios caseros, acudí al médico, pero tampoco halló  solución. Nevus, angioma, queratosis… Descartado el melanoma, me despachó con más ungüentos milagrosos tan inútiles como los que yo mismo me había procurado.
La O alimentaba mi obsesión hasta el punto de no ocuparme ya de otras partes de mi cuerpo, por eso la aparición de una segunda letra en el hombro opuesto al brazo que vigilaba a diario me pilló por sorpresa. Cuando la descubrí, ya había superado la fase de lunar y se mostraba, idéntica a la otra, ligeramente oblicua, ociosa y ofensiva.
Desistí de aplicarle los mismos métodos abrasivos a los que había sometido la primera. Era lógico pensar que si no habían resultado con una tampoco lo harían con la otra. Su ubicación en el hombro también dificultaba su seguimiento, por lo que sólo la inspeccionaba cada mañana bajo la ducha y cada noche al acostarme. Resultó ser igual de tenaz que su gemela y creció hasta mostrarse como una O oronda y ominosa.
Tal vez fuera el anuncio de un otoño huraño o el principio de un octubre largo y desapacible.  Acaso el recuerdo de una Olvido que nunca se dejó olvidar.
La tercera O no fue un huésped imprevisto. Sabía que habría de llegar, aunque ignorase en qué recodo de piel iba a alojarse.
Fue en el vientre. A un centímetro exacto del ombligo, como una pareja de hecho o un discreto acompañante. Tan ostentosa y ordinaria como el resto.
Tres Oes empezaban a ser un problema. Una no pasaba de anécdota. Dos eran una curiosidad fisiológica, pero tres indicaban una progresión alfabética. Tres Oes podían ser un reclamo publicitario, un poema visual o hasta un manifiesto dadaísta. Y nada de todo eso te traería a mí.
Soy contable, no me manejo con las letras. Los números son simples. Dos más dos siempre serán cuatro. Las palabras, en cambio, son engañosas y polisémicas. Cuando uno habla, nunca se sabe lo que el otro entenderá.
Las letras no son más que obligados intermedios en la sucesión de cifras en que vivo: años: 43; metros: 1,80; butacas: 2; rutinas: 7;  amor: 1.
La cuarta O, oscura, odiosa, obsesiva, se burló de mí desde la ingle, donde la descubrí, emboscada, una noche.
Así fue como empezó. Y aún no ha terminado.
A los seis meses del primer brote tuve que dejar el trabajo. Para entonces, ninguna prenda era capaz de ocultar la invasión ortográfica que avanzaba, imparable, como un escuadrón de kamikazes.
Un último intento de solución médica me condenó al catálogo de enfermedades raras y posiblemente contagiosas, que me obliga desde entonces al riguroso control de biólogos, infectólogos y hasta algún afanoso psiquiatra.
Las Oes, sin embargo, siguen aquí.
Orgullosas.
Opulentas.
Obstinadas.


#historiasdeamor
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Published on February 14, 2017 14:48

February 13, 2017

La república independiente del amor



Se conocieron en la sección de tapizados y antes de haberse puesto de acuerdo en si eran mejores los sofás de piel o los de tela, ya habían decidido casarse. Nunca compartieron tardes más intensas que aquéllas durante las que eligieron el ajuar de su nueva casa, del departamento de cocinas al de descanso, sin olvidar los de relax y complementos.
Decorar su nueva vida les mantuvo tan ocupados que no repararon en las sutiles diferencias que los separaban. Ella deseaba un salón moderno y él, uno de corte clásico. Él quiso una librería de pino y ella, una vitrina de metacrilato.
 La crisis estalló en el sector de dormitorios.
—Colchón de látex —dijo él.—Viscolástico —repuso ella.—Somier de láminas —opinó él.—Canapé abatible —rechazó ella.—Cabecero de forja —propuso él.—Forrado en seda —rebatió ella.
Firmaron la paz con un plato de albóndigas en la zona de restauración y se regalaron, como prueba de amor, un catálogo recién salido de la imprenta.
Aún no habían llegado al coche, cuando ella le mostró una cómoda lacada en rojo. Él pasó las páginas hasta encontrar una mesa de caoba envejecida.
Se casaron un mes después. La lista de bodas se encargó a unos grandes almacenes con vocación de sastrería inglesa.


#historiasdeamor


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Published on February 13, 2017 14:30

October 13, 2016

Día de las Escritoras en el Foro Abierto de Cervantes








Este año se ha institucionalizado el Día de las Escritoras el 17 de octubre. El Foro Abierto de  la Librería Cervantes se une a este festejo, que compartirá con las autoras asturianas AnaVega , Virginia Gil Torrijos y Victoria R. Gil . Con ellas se hablará sobre las mujeres en la literatura y se leerán retazos de las obras de algunas de las literatas más relevantes a lo largo de la Historia. Y es que “Las mujeres que leen también son peligrosas”, como dice el libro de Stefan Bollman.

Lunes 17, 19:00 horas.


En la imagen, yo cargada con los libros de mis escritoras favoritas. Me pidieron que seleccionara una, ¡pero es imposible elegir!
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Published on October 13, 2016 14:37

September 3, 2016

North by Northwest





Roger Thornhill: Soy ejecutivo de publicidad, no un perro vagabundo. Tengo un trabajo, una secretaria, una madre, dos ex esposas y varios barman que dependen de mí.


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Published on September 03, 2016 04:49

January 10, 2016

See you

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Published on January 10, 2016 16:48