Miquel Codony's Blog, page 2
April 9, 2015
“Rojo alma, negro sombra” de Ismael Martínez Biurrun
Hace tiempo que tenía presente este libro así que cuando me llegó el aviso de que Gigamesh relanzaba el libro como saldo para darle la oportunidad de leerlo a más gente me lancé a él cual guepardo famélico ante gacela herida —discúlpenme los naturalistas de la sala si he mezclado faunas incompatibles— y me hice con un ejemplar (cedido, amablemente, por Gigamesh, a quien aprovecho para dar las gracias). No sé si es el mejor libro de su autor —como me han dicho algunos— pero podría muy bien ser: me ha parecido una novela muy destacable en casi cualquier aspecto en que se la examine. Me ha parecido superior, en todo caso a Un minuto antes de la oscuridad, aunque esta también me pareciera una buena novela —que, de hecho, en muchos sentidos tiene un planteamiento casi opuesto a Rojo alma, negro sombra—. Me sorprende de verdad no haber oído hablar más de esta novela aunque, por otra parte, a lo mejor era yo el que no escuchaba.
Es probable que lo primero que llame la atención al empezar a leer Rojo alma, negro sombra sea el estilo de Martínez Biurrun y, efectivamente, es uno de los principales elementos que hace del libro una obra especial y memorable. El texto persigue una poética determinada al huir de la obviedad en casi cada frase y la alcanza gracias a la habilidad del autor para evitar el precio más frecuente en estos casos: la confusión o, al menos, la artificialidad. Martínez Biurrun tiene oido y eso se traduce en un texto que fluye con una naturalidad paradójica a la que solo se llega a través de la meticulosidad y, me atrevo a arriesgar, la reescritura. Es, intento decir, un texto elegante además de accesible y ya en ese sentido, puramente estético, seduce.
Más allá del nivel formal hay una historia explicada en dos niveles: una novela de fantasmas que sirve de trasfondo y se explica casi entre líneas —aunque salta a un primer plano puramente fantástico en los momentos clave en los que se cruzan ambos niveles—; y una trama básicamente realista, muy centrada en el desarrollo de un puñado de personajes con historias entrelazadas narradas desde un punto de vista tan cercano a estos que la historia de fondo mantiene su misterio hasta bien entrado el (perturbador) tramo final del libro. En ese sentido elegir un narrador general omnisciente —y manipulador, que no engañoso— que explique la historia en presente es una buena elección para llevar al lector de uno a otro plano de la novela y dar la sensación, ominosa, de que está en juego cierto grado de predestinación. La estructura circular de la novela responde a esta idea y establece algunos paralelismos muy bien resueltos entre la historia de fantasmas y las de Elías, Roberta y Guillermo. Aunque los primeros capítulos alternan de forma más bien ordenada entre los arcos argumentales de estos tres personajes, pronto llega un momento en que se centran sobre todo en Elías y, en menor medida, en Guillermo. Le he dado muchas vueltas a si ese cambio —ese desequilibrio en la alternancia de puntos de vista— es una irregularidad problemática o si es que soy un lector que tiende a la cuadriculación y no he llegado a ninguna conclusión al respecto, pero sí que me parece que, en términos de resolución, el arco de Guillermo termina por convertirse en un cabo algo suelto con conexión escasa con el resto de la novela, al menos en su desenlace. No puede decirse lo mismo, en todo caso, del desarrollo general de su historia y, de hecho, Guillermo protagoniza algunos de mis fragmentos preferidos de la novela.
En general es un libro que premia la atención al detalle y consigue transmitir sensación de solidez y verosimilitud, aunque algunas de las decisiones tomadas para dirigir la historia hacia un desenlace determinado podrían considerarse algo forzadas o arbitrarias, especialmente en sus aspectos más fantásticos. Me refiero, sobre todo, a la relación entre las sombras y el tiempo, pero no entraré en detalles por no incurrir en la revelación de un exceso de información. Se lee, en todo caso, con el corazón en un puño y hace sufrir y maravillar a partes iguales, con un tramo final de infarto.
Aunque no tiene relación directa con mi valoración del libro, no puedo dejar de hacer notar que durante la lectura no me abandonaba la impresión de que el libro comparte muchos detalles, de planteamiento y también de estilo, con el Broken Monsters de Lauren Beukes, otra novela que me impresionó muy favorablemente. En ambas desempeña un papel clave la expresión artística en el paisaje urbano como acceso, por decirlo de alguna forma, a la parte oscura de la psique humana y, también en ambas, existen paralelismos en los tipos de personajes elegidos por los respectivos autores y en la forma de hacer progresar la historia. Las diferencias son numerosas, por supuesto, pero sí que creo que Beukes y Martínez Biurrun fueron tocados por musas emparentadas.
Salgo de Rojo alma, negro sombra con la sensación de haber descubierto —es un decir, que la novela se llevó el Premio Celsius a la mejor novela fantástica en 2009 y el Premio Nocte a la mejor novela de terror del mismo año— a un autor fundamental del fantástico español y con ganas de leer pronto lo que tengo pendiente de su obra. Por lo que sé no es una novela extremadamente fácil de conseguir, aúnque sí que está disponible en Gigamesh (Barcelona), Generación X (Madrid) y en Cyberdark (red de redes). Si os pasa por delante, no la dejéis escapar.
April 3, 2015
Hijos Bastardos de Matusalén (Eternos), de Raúl Atreides
Me hace especial ilusión hablar de este libro porque creo que merece una atención que no va a recibir por el hecho de ser autopublicado, y ojalá me equivoque. Hace tiempo que busco —sin gran afán, lo confieso— el libro español de ciencia ficción que me sirva de ejemplo de la validez de la autopublicación como paradigma capaz de producir obras de calidad y debo decir, a riesgo de generar antipatías, que no lo había encontrado hasta dar con este Hijos Bastardos de Matusalén (Eternos) de Raúl Atreides. Y que conste: el mérito no es mío. Si lo he leído es porque me lo recomendó, de forma muy enfática, alguien en cuyo criterio tenía razones para confiar. Ahora tengo más.
Si algo le sobra a Hijos Bastardos son ideas, actitud y ambición. Atreides plantea un futuro relativamente cercano en el que los recursos ecológicos han colapsado y cualquier pretensión de democracia y de protección de los derechos sociales ha desaparecido bajo el peso de un modelo neoliberal de capitalismo elevado a la enésima potencia según el cual Margaret Thatcher estaría sólo un paso menos a la izquierda que Karl Marx. En ese sentido la novela de Atreides comparte varios de sus planteamientos de fondo con el cyberpunk, aunque luego la historia progrese por unos derroteros muy distintos. El giro original de Hijos Bastardos —y uno de sus dos principales novums— es el papel que le da a la religión:
Jobs había creado lo que los católicos llevaban años predicando; el cielo y el infierno. Eran reales, más reales que nunca. En los servidores del Vaticano se almacenaban los patrones bioeléctricos de los fieles, unos para recibir su descanso eterno y otros para sufrir los fuegos del infierno por sus pecados. La red de neurotransmisión de la santa sede cubría el mundo, recogiendo las almas de los muertos y llevándolas a su juicio virtual.
En el futuro de la novela la iglesia católica ha conseguido utilizar la tecnología para monopolizar, literalmente, la capacidad de salvar o condenar las almas y eso le ha permitido convertirse en una de las fuerzas más poderosas —o corruptas— del planeta. La digitalización de las almas no se llega a explicar de forma totalmente satisfactoria —lo siento por los aficionados a la cifi hard— pero Atreides la integra de forma tan efectiva en el mundo que construye que en ningún momento —o casi— peligra la suspensión de la incredulidad del lector. De la “rama religiosa y revolucionaria” de la novela surge uno de sus principales protagonistas: el Padre Abraham. Se trata de una figura subversiva, de desarrollo un tanto caótico e inverosímil, que le da al libro buena parte de su carácter de crítica social.
El otro novum importante de la novela tiene que ver con la existencia de un tratamiento (el suero de Ponce) que, aplicado con regularidad, permite alargar la vida del consumidor durante una cantidad imprecisa, pero alta, de años. Igual que sucedía con la digitalización de las almas Atreides sabe convertir una idea de por sí no tan original en el vórtice de una espiral de cambios que han transformado el mundo por completo aumentando, eso sí, las desigualdades en el proceso: El uso del Ponce es ilegal para todo aquel que no posea una licencia de uso y esta —¿se sorprenderá alguien?— cuesta un dinero solo al alcance de una minoría, por lo la sociedad, siempre comprensiva, establece una red de tráfico de la sustancia. Para enfrentarse al uso ilegal se ha creado, y eso da mucho juego en la novela, un cuerpo informal de mercenarios (parcas) que lo persiguen a cambio de una recompensa y del derecho de usar el Ponce que les puedan confiscar a traficantes y usuarios previa, ejem, muerte. Otro de los protagonistas principales, Germán, pertenece al gremio de las parcas y es uno de los matusalenes —el nombre que reciben los usuarios de Ponce— más viejos del planeta. Aún mejor: también es uno de los personajes más interesantes y llenos de matices del libro, y protagoniza la “rama macarra” de un libro al que, en líneas generales, le pega muchísimo ese calificativo.
El tercer personaje importante es Lorelei, la hija malcriada de uno de los hombres más poderosos del planeta a la que su padre, ante el declive de su poder, le “corta el grifo” obligándola —¡El horror! ¡El horror!— a buscar un trabajo con el que ganarse la vida. Es un personaje bien desarrollado, en términos de su progresión a lo largo de la novela, que sirve de vehículo para que el lector pueda comparar los diferentes niveles de vida según la clase social. En cierta manera es un personaje doble, no por cómo cambia a lo largo de la trama sino por cómo se complementa con su padre, Max, uno de los personajes más interesantes (y desaprovechados) del libro. Igual que Max, Lorelei es un personaje lleno de claroscuros, virtudes y defectos. Aunque su historia crece rápidamente en interés, este se resiente algo de la unión de su arco argumental con el de Germán en el último tercio de la novela.
El libro de Raúl Atreides funciona a fuerza de trama y lo hace estupendamente. Atreides tiene algo que, aunque suene raro, no se da en todas las novelas: una historia que explicar. También es provocador (y gamberro), está lleno de ideas y sabe excitar la imaginación del lector y mantenerle pegado a la novela. Buena parte de su atractivo proviene del mundo construido por Atreides, una pesadilla hipercapitalista con rasgos familiares para cualquier aficionado al género que, sin embargo, consiguen una personalidad propia muy marcada. La división de la sociedad entre las lujosas torres y los progresivamente más desprotegidos suburbios y arrabales está muy bien desarrollada y el papel que ha jugado la crisis ecológica y la modernización de la religión (al menos el catolicismo) es razonablemente creíble y sugerente. El componente de crítica social, con un tono provocador y a menudo incómodo —hay momentos en los que Atreides podría ser un terrorista cultural…— aumentan aún más el atractivo de la novela.
No es que el libro esté libre de defectos y, de hecho, tiene diversas aristas que se podrían pulir; el resultado general, sin embargo, ofrece un balance neto claramente positivo y sus problemas son menores que sus virtudes. En mi opinión los aciertos del libro se concentran en tres ámbitos: la trama, en la que incluyo el tono gamberro y provocador, así como las ideas de fondo; la construcción del mundo, con un futuro creíble y, por ello, aterrador —con un componente prospectivo importante sin entrar en la distopía—; y los personajes, carismáticos y, en general, bien construidos a pesar de algunos problemas muy concretos. Los desaciertos, en cambio, son de edición —faltas ortográficas, problemas de formato en el kindle, repeticiones innecesarias,…— ; de planificación —informaciones importantes reveladas sin la suficiente preparación que parecen ases sacados de la manga, transiciones forzadas entre algunas escenas importantes, la desaparición injustificada de algunos personajes “expulsados” de la historia,… — y de credibilidad de la psicología o la evolución de algunos personajes —y aquí prefiero no dar detalles que rayan el spoiler, pero para los veo especialmente en la figura del padre de Lorelei y en la parte romántica de la trama—. Creo que es una buena novela, pero también creo que una buena revisión externa a manos de un agente literario o de un buen editor (sin tener porqué salir del ámbito de la autopublicación, ojo, que no hablo de eso) podría haber limado algunas de esas aristas. No se trata, creo que lo he dejado claro, de que el libro sea malo: se trata de que podría haber sido aún mejor. ¿Mi principal reproche? El final abierto. Malditas sean las sagas.
Puedo imaginar a muchos lectores sacándole defectos a Hijos Bastardos de Matusalén (Eternos) y, ciertamente, no está libre de ellos. A pesar de ello, es una novela que recomiendo sin reservas. Creo que es una aportación relevante al género y, francamente, le veo más potencial de perduración que muchos de los libros que se publican en canales más tradicionales. No sé a vosotros, pero a mi me entusiasma encontrar libros (o historias, por salir del ámbito estrictamente literario) como este, que son mejores que la suma de sus partes.
Sirva esta reseña para que algunos de los que la lean le den una oportunidad al libro (la merece), para darle mi enhorabuena a Raúl y desearle mucha suerte con su novela. Y para meterle prisa con su secuela.
March 20, 2015
Lo breve, si bueno: Distancia de Rescate, de Samanta Schweblin
Inquietud y miedo. Y asombro ante la habilidad con las palabras de su autora. Esas son las principales sensaciones que me ha producido la lectura de Distancia de rescate, la tremenda novela corta o relato largo de Samanta Schweblin que he tenido el placer, pese al mal rato, de leer estos días. El énfasis, en mi caso, lo pongo en el asombro.
Los elementos con los que Schweblin hace malabarismos son sencillos pero los resultados que obtiene sorprendentes: diferentes tiempos narrativos y un baile entre voces narrativas —que, además, por razones distintas no ofrecen demasiada confianza— que, mediante elipsis y fabulosas transiciones de un momento a otro de la trama, consiguen un efecto de constante desenfoque que dejan al lector en constante desequilibrio y listo para derrumbarse en el momento que la autora tenga a bien decidir que ya se ha cansado de él. La historia, en ese sentido, se desarrolla sin interrupciones en un único capítulo que, desprovisto del estilo de su autora, bien podría convertirse en un capítulo de Expediente X a la argentina. Ella, en cambio, hace de la narración un acto de prestidigitación en el que dirige (de forma explícita, además) la atención del lector al extremo opuesto de donde este debería estar mirando. Es fácil identificarse (especialmente si eres padre o madre, sospecho) con la desorientada narradora principal, mientras que la voluntad de manipulación de Schewblin prácticamente se encarna en el interlocutor (casi maestro de ceremonias) de esta.
La historia se despliega a través de un extraño diálogo que salta de un presente muy indefinido a los dos momentos del pasado que condujeron a él y, a través de un desarrollo muy poco lineal, construye una historia fascinante por su crecimiento más que por su desenlace. Distancia de rescate es una historia de terror con una personalidad tremenda que, además, apela a ese sentido de la protección que sentimos todos los que tenemos hijos pequeños, capaz de producir un miedo casi incapacitante ante la inminencia de un peligro para estos.
Me quedo corto en este intento de explicar porqué Distancia de rescate es un gran relato y de explicar, ni que sea de forma impresionista, donde brilla la habilidad de Samanta Schweblin. Es un texto enorme a pesar de su gravedad y, si nunca antes me habéis hecho caso, hacedlo ahora y no dejéis escapar este libro.

Samanta Schweblin
March 5, 2015
Steampunk a la romana: La República Pneumática, de J Valor Montero
Por algún motivo, las fuerzas del hype han confabulado para hacer de La República Pneumática, de J. Valor Montero, uno de los libros más esperados de la temporada. Eso tiene sus aspectos positivos y, claro, sus riesgos. Desde el punto de vista comercial el efecto del hype solo puede ser una ventaja, claro, pues ¿qué mejor punto de partida para cualquier producto que el deseo de sus destinatarios de adquirirlo y consumirlo inmediatamente? Eso me ha pasado a mí, como tantas otras veces, con la propuesta de Valor y, también como tantas otras veces, es probable que un menor nivel de expectativas hubiera beneficiado a un libro que tiene mucho para ofrecer pero se queda a un par de pasos de desarrollar todo su potencial. Lo digo, claro, con la boca chica, pues se trata de la primera parte de una trilogía y todavía hay tiempo para darle la vuelta a las cosas.
Vale la pena comenzar por lo bueno, pues en realidad se trata de un libro especial que podría alcanzar un privilegio que muchos buscan y pocos encuentran, y además podría hacerlo de forma espontánea (o sea: no como producto diseñado desde el márqueting): el de gustar a públicos muy diferentes, desde el sector joven al adulto y a grupos de lectores aficionados a géneros muy distintos que incluyen al fantástico (bien observado, Sherlock), pero también a la novela histórica y a la novela de aventuras. Porque Valor inventa e imagina lo que podría haber sido —estamos, en realidad, ante una ucronía—, pero a lo largo de todo el libro se hace evidente la atención y el mimo que le ha dedicado a documentar la Barcelona romana y a especular sobre sus posibilidades. Por un lado, en ese sentido saca partido del que para mí es el mayor potencial del steampunk —steampunk. ¿Había dicho que se trata de una ucronía steampunk?— más allá de una propuesta estética: la especulación retrofuturista o, por decirlo de otra manera, la exploración de la modernidad tecnológica y su impacto sobre la historia y sobre la organización de la sociedad; sobre la globalización, si queréis. Es cierto que el libro no profundiza en esta exploración más que entre líneas y que su interés principal es la trama de aventuras, pero también lo es que Valor basa esta aventura en una serie de elementos familiares para nosotros y la crítica social no se aleja nunca mucho del nucleo de lo que explica: Descontento social; la monopolización, por parte de distintos grupos políticos que solo persiguen el poder, de la desconfianza hacia colectivos de inmigrantes y al abaratamiento de la mano de obra debido a una revolución industrial prematura; la irresponsabilidad de los que gobiernan; la religión como mecanismo de control social… Todos ellos, entre otros, son elementos fundamentales para crear el marco sobre el que Valor desarrolla su historia.

El punto Jonbar
Y luego, claro, está el escenario en sí mismo, una Barcelona (la ciudad mejor descrita en la novela, que no la única) romana descrita de forma espectacular, tal vez por la sensibilidad de arquitecto de su autor. Es aquí, para mí, donde más brilla la habilidad de Valor al teclado y donde se encuentran sus mejores páginas. El libro sabe dar vida a la ciudad, sus barrios y sus habitantes y, sin ser cinematográfico, hacerla eclosionar en la mente del lector en 3D y con HDR, si me perdonáis el lugar común. Es evidente, lo apuntaba antes, que el steampunk es en parte una propuesta estética, y Valor ha sabido aprovecharla y adaptarla a un entorno original por el que merece reconocimiento: ES steampunk (más allá de disquisiciones teóricas sobre si el steampunk solo puede ser victoriano o bla bla bla) pero ES romano, y tanto los dirigibles como los transportes a vapor o los enormes problemas de tráfico de Barcinomagna a los que se enfrenta Marcus Novus son verosímiles y no chirrían en absoluto con el entorno latino. Y si, además, se da el caso de que el lector es de Barcelona o alrededores o está familiarizado con la ciudad, como me sucede a mí, el atractivo de la novela se multiplica por mil (o por M, por ajustarme a la novela).
Lo que vengo a decir es que, tanto por su planteamiento retrofuturista (en cuanto al subtexto y los temas de base) como por la estética que desarrolla, el trabajo realizado en La República Pneumática es, sencillamente, excelente y original y justifica sobradamente la lectura y el disfrute de la novela, así como un lugar en la historia del género en nuestro país. Encima, parece que Valor se ha divertido inventando su escenario y su trasfondo y eso se nota. La trama, en cambio, a pesar de ser amena y leerse con placer, no tiene la misma originalidad ni ambición y, aunque está bien tratada, resulta demasiado familiar como para seducir a un lector familiarizado con las claves no ya del fantástico, sino simplemente con las narraciones de aventuras. Eso es algo que perjudica al conjunto, especialmente porque dificulta la inmersión en la lectura y puede provocar una reacción un tanto cínica (de justos es reconocerlo) en el lector, que puede acabar etiquetando determinados fragmentos del libro con su repertorio de referencias particular: desamparo — entrenador — pequeño saltamontes o Karate Kid — tentación de convertirse en máquina de matar en contra de las pacíficas enseñanzas de Yoda — etc. Es curioso que cuando la historia llega a fases más avanzadas y comienza a preparar el terreno, especulo, del segundo libro esta familiaridad se disimula un poco. No estoy diciendo, ojo, que la historia no resulte interesante; de hecho, el momento Oliver Twist es de mis preferidos de la novela —¡incluso se nombra a un tal Faginus!— : lo que digo es que se acerca demasiado a fórmulas un tanto desgastadas y casi no corre riesgos, y que con eso pierde la frescura que le dan los elementos que he mencionado antes. Los diálogos, que podrían haber servido para compensar esa familiaridad a fuerza de caracterización, tampoco están al nivel de la prosa de Valor y hacen poco por ensalzar la historia. Una excepción: Hoc. Hoc es un pequeño gladiador de juguete fabricado por el padre de Marcus que le acompaña durante casi toda la novela —con mayor o menor fortuna para su integridad física…— y con el que Marcus mantiene una relación… “curiosa”. Es un hallazgo, aunque el uso que se hace de él en La República Pneumática es limitado. Quedo a la espera de lo que le depara el futuro.
En definitiva, La República Pneumática es una novela recomendable por lo cuidado de su ambientación, su forma de usar el retrofuturismo para hablar de cuestiones importantes, y lo entretenido de una historia de tono juvenil eficaz a pesar de su relativa sencillez. A lo largo del libro se va expandiendo el mundo propuesto por Valor y consigue sembrar suficientes elementos para encender, de nuevo, unas expectativas por el futuro segundo volumen cuya supervivencia, en algún momento, han peligrado. Creo que J. Valor ha dado con una idea a la que todavía no le ha exprimido todas las posibilidades y celebro que vaya a seguir con ella. Me parece que todavía le queda camino por recorrer y no lo digo en tono negativo sino todo lo contrario: creo que puede hacerlo aún mejor. La edición del equipo de Fantascy, por cierto, es muy cuidada y llena de detalles que llaman la atención, desde la preciosa portada hasta el uso del latín en el packaging del libro.
[Esta reseña forma parte de una serie de cuatro después de hacer una lectura grupal de la novela. Podéis leer otra opiniones del libro en los blogs de mis compañeros colectores: Cristina Jurado en Más Ficción que Ciencia; Leticia Lara en Fantástica-Ficción; y Josep Maria Oriol en El Voracilector]
February 5, 2015
The Three-Body Problem, de Liu Cixin
[Esta reseña forma parte de un conjunto coordinado con los blogs Más Ficción que Ciencia, de Cristina Jurado; El Voracilector, de Josep Maria Oriol; Leemaslibros, de Pedro Román; y La Biblioteca de Ilium. Cada uno de nosotros ha escrito su reseña de forma independiente y le ha hecho una pregunta distinta a los demás, que han (hemos) integrado sus respuestas en sus (nuestras) reseñas. Esperamos que esta iniciativa os parezca interesante y sirva para dar una visión poliédrica de The Three Body Problem, de Liu Cixin]
“You study the stars. How can that be useless?
The Three-Body Problem (T3BP desde ahora), de Liu Cixin (traducido y apadrinado por Ken Liu), es la primera parte de una trilogía de ciencia ficción centrada en el primer contacto entre la humanidad y una raza extraterrestre. Cixin es el principal autor de ciencia ficción de China y desde que Odo, de Sense of Wonder, me habló de él lo he tenido en mi punto de mira. Tiene numerosos relatos traducidos al inglés —en castellano podéis leer su relato “Quién cuidará de los dioses” en la antología Terra Nova 3— y las críticas que he leído sobre ellos son prácticamente unánimes en sus elogios, destacando el carácter clásico de la ciencia ficción (dura) que practica. Bien, yo soy más aficionado a las novelas que a los relatos, y dado que en marzo finaliza el período de nominación a los premios Hugo y T3BP parece un candidato potencial —efectivamente: lo nominaré— he hecho de la necesidad virtud y lo he propulsado a los primeros puestos de mi Pila de pendientes. ¿Veredicto? Desconcertante; mi valoración es menos entusiasta que la mayoría de las que he podido leer por ahí (3,75 sobre 5), pero la balanza se inclina claramente hacia el lado positivo. Para mí, T3BP es una novela llena de ideas (especialmente, pero no solo, sobre la ciencia y su naturaleza) que sabe convertir en una historia apasionante, con algunas imágenes brillantes y una riqueza imaginativa notable que se suma a lo originalidad, para un lector occidental, de su voz china; por otro lado, tanto en estructura como en tratamiento de los personajes y en construcción de esquemas puede llegar a ser extremadamente torpe. Aquí me puede estar traicionando mi sensibilidad habituada a lo occidental, obviamente, pero como no veo forma de evitarlo ahí queda el disclaimer. Destaco esta discrepancia entre lo bueno y lo malo (para mí, insisto) de la novela porque me parece sorprendente la distancia entre ambos extremos en un mismo libro: lo bueno es magnífico, pero lo malo es terrible.
Can the fundamental nature of matter really be lawlessness? Can the stability and order of the world be but a temporary dynamic equilibrium achieved in a corner of the universe, a short-lived eddy in a chaotic current?
Lo mejor de T3BP es, sin duda, su voluntad de poner en primera línea el papel que juega la ciencia en nuestra visión del mundo. No en vano una parte importante de la trama depende del trauma (muchas veces letal) que supone para un grupo internacional de científicos descubrir que la base las leyes físicas en las que confiaban podría ser menos sólida de lo que esperaban. En eso tiene aroma a ciencia ficción “clasica”, aunque la reconstrucción gradual de una especie de historia o filosofía de la ciencia que lleva a cabo en la parte más metafórica de la novela me ha recordado mucho a obras (maestras) modernas del género, como el Anathem de Neal Stephenson. En la práctica, para dar cuerpo a las metáforas que necesita en esta parte del libro, Cixin recurre a un recurso efectivo pero, en mi opinión, no del todo bien implementado: la invención de un videojuego de realidad virtual dedicado a la resolución del problema de los tres cuerpos. Esta rama de la novela, tomada de forma aislada, funciona perfectamente y tiene mucho interés, pero su engarce con el resto del libro (y su verosimilitud) es cuestionable y la caracterización de personajes (no precisamente uno de los puntos fuertes de Cixin) es más problemática que en el resto del libro.
“It was impossible to expect a moral awakening from humankind itself, just like it was impossible to expect humans to lift off the earth by pulling up on their own hair. To achieve moral awakening required a force outside the human race.”
Una de las cuestiones de fondo principales que se plantea el libro es si la especie humana es capaz de mejorarse a sí misma sin ayuda externa. En ese sentido es un acierto, además de uno de los aspectos más atractivos de la novela, situar el inicio de la historia en mitad de un episodio brutal de la Revolución Cultural China. Eso sirve para fijar la motivación de Ye Wenjie, una de las protagonistas principals y piedra angular de la historia, para reflejar el funcionamiento del estamento científico-técnico de la época, algo importante para la trama. Tratándose de una novela de ciencia ficción, claro, la cuestión se desarrolla a partir del primer contacto entre la humanidad y una civilización extraterrestre. El referente que me viene a la cabeza en este caso es el más obvio: Contact, de Carl Sagan. Igual que sucedía en esa novela, pero con un planteamiento más cercano al thriller, basta con el conocimiento de ese contacto para que la sociedad reaccione incluyendo, de forma notable, una respuesta religiosa; especialmente (y este es un detalle curioso del libro que tal vez se comprenda mejor en el contexto chino) entre las élites culturales del país. Además de la parte relacionada con el videojuego, que ya he mencionado, es en esta parte de T3BP —repleta de conspiraciones y fenómenos extraños que ponen en peligro la salud mental y la vida de los científicos— con la que más he disfrutado del libro y donde me parece que brilla el talento de Cixin como inventor de tramas.
“Europeans criticize me for my tyrannical rule, claiming that I suppress creativity. But in reality, a large number of men yoked by severe discipline can also produce great wisdom when bound together as one.”
Por otro lado, la novela tiene algunos problemas que destacan especialmente al lado de las partes que funcionan y que a mí, al menos, me ha resultado imposible obviar y me han expulsado de la lectura en varias ocasiones. Tengo la sensación de que Cixin es un escritor impaciente y, a lo largo de la narración, esa impaciencia se convierte en su peor enemiga. Un libro destacable podría haberse convertido en excelente con una mayor atención a la construcción de personajes y al desarrollo de (y enlace entre) las escenas. Un ejemplo, pero no es el único, puede ser la aparición ocasional de la esposa de Wang Miao, uno de los principales protagonistas de la novela: se trata de un personaje tan esquemático que su eliminación solo podría considerarse una mejora. Precisamente sobre la construcción de personajes me han preguntado Cristina y Josep Maria (este último especialmente interesado en la cuestión del género —hombre o mujer, no ciencia ficción— y los alienígenas), con quien hemos coordinado la publicación conjunta de sendas reseñas de la novela, así que me extenderé un poco más sobre el tema.
Mi impresión es que Cixin distingue mucho entre los personajes que le interesan (sus protagonistas), los que no son más que “maniquíes” necesarios para que los primeros interaccionen con ellos o para hacer bulto, y otros situados a medio camino a los que sí dota de personalidad pero tienen una vida efímera en términos narrativos. A los primeros consigue dotarlos de profundidad y de complejidad, cosa especialmente cierta en el caso de Ye Wenjie —a quien conocemos en tres momentos muy distintos de su vida, desde su juventud durante la Revolución Cultural China hasta su ancianidad; también es el único personaje con una historia personal completa y, de hecho, toda la historia pivota en torno suyo—. De hecho, Ye Wenjie es el único personaje femenino bien dibujado, además de ser el mejor construído de la novela. No es que no tenga contradicciones, que las tiene, si no que estas suman más que restan para dar cuerpo a un personaje complejo y ambiguo. El resto de mujeres sólo salen en una o dos escenas y, con una excepción a la que ahora me referiré, no tienen ninguna entidad. La excepción es Shen, una de las líderes de uno de los movimientos dentro del culto a los Trisolarianos: desde el punto de vista de género su caracterización es inexistente, pero me parece excusable por su papel en la novela y por la deliberación con la que Cixin hace de ella prácticamente un autómata sin sentimientos. Yo la veo como una psicópata… sin los asesinatos. En ese sentido, en la novela hay cierta desigualdad de género que no sé si refleja o no la que pueda existir en China. Un ejemplo que me parece ilustrativo es un diálogo entre Wang Miao y Ye Wenjie cuando esta discute su incompetencia como madre:
“No. I failed. Her world was too simple, and all she had were ethereal theories. When they collapsed, she had nothing to lean on to keep on living.”
“Professor Ye, I can’t say that I agree with you. Right now, events are happening that are beyond our imagination. It’s an unprecedented challenge to our theories about the world, and she’s not the only scientist to have stumbled down that path.”
“But she was a woman. A woman should be like water, able to flow over and around anything.”
Los personajes masculinos están mejor caracterizados, al menos cuando Cixin se toma la molestia de describirlos mínimamente. A Wang Miao llegamos a conocerle por el efecto acumulativo de ponernos tras sus ojos durante la mayor parte de la novela. El otro personaje importante, el policía Da Shi, es más bien esquemático, pero Cixin consigue hacerlo atractivo a fuerza de carisma, gracias a la contundencia de sus diálogos, lo brutal de su pasado (meramente aludido) y a ser uno de los personajes con más agencia de la novela a pesar de las escasas páginas que protagoniza. La mayoría del resto de personajes (algo especialmente notable en los alienígenas) son puro bosquejo, aunque aquí me gustaría matizar que el interés de Cixin parece estar más próximo a retratar colectivos (científicos, conspiradores, alienígenas) que individuos. En ese sentido es mucho más efectivo, pero sigo pensando que la construcción de personajes no es uno de los puntos fuertes de este escritor. Un aspecto especialmente confuso y problemático es el de los personajes del videojuego en la novela: ¿son personas? ¿Son programas? Cualquiera de las dos respuestas da pie a problemas de caracterización mal resueltos aunque si se obvia este aspecto es una de las partes más interesantes del texto.
En cuanto a los trisolarianos… ay, los trisolarianos… es posible que este sea mi principal reproche a la novela, en cuanto da de lleno en la línea de flotación de su intención. A nivel literario tiene problemas más graves, pero este me molesta más: después de preparar su aparición durante buena parte de la novela, los trisolarianos son una de las culturas alienígenas más insulsas jamás escritas. La falta de imaginación de Cixin y su negativa a realizar el más mínimo esfuerzo de caracterización de los trisolarianos como individuos (no sucede lo mismo con la descripción de su historia y su evolución) es verdaderamente sorprendente, sobre todo después de la habilidad de Cixin para hacernos comprender la, francamente fascinante, historia de su civilización. Si algo no me esperaba era que Cixin pecara de antropocentrismo. Un desengaño absoluto. Si Jack Vance resucitara lloraría y volvería a la tumba apesadumbrado.
Tal vez estos problemas se deban, en parte, a una cuestión cultural, no lo niego. El propio Liu, traductor, comentando su experiencia con el texto, se refiere en su epílogo a los problemas que plantean los recursos literarios y las técnicas narrativas de la literatura china, una tradición muy adaptada a las preferencias de un público muy diferente al occidental —norteamericano, dice Liu, pero creo que me incluyo—. No cuestiono la influencia de ese problema pero concreto, pero tampoco creo que lo justifique todo. En no pocas ocasiones la narración parece saltar por encima de los acontecimientos simplemente para llegar a la escena que le interesa y, entonces sí, desplegar su talento en todo su esplendor. Igual de grave me parece, especialmente en un libro que se pasa más de dos terceras partes de su extensión empujando al lector a especular sobre cómo deben ser los extraterrestres, lo enormemente humanos que estos parecen… por no decir insulsos.
“Your lack of fear is based on your ignorance.”

Liu & Liu
Pedro me ha hecho una pregunta complicada para que la responda en esta reseña: ¿Cómo valorarías la acogida de T3BP en Occidente? ¿Cual crees que será su impacto y consecuencias? Voy a tratar de dar mi opinión, pero que quede claro que es una especulación con poca base… entre otras cosas, porque me es muy difícil valorar la magnitud de ese impacto. Veamos. Por un lado, en el mercado anglosajón (sobre todo norteamericano, sospecho), se ha hablado del libro en los principales blogs de género e incluso en prensa general (con un artículo en The New York Times, nada menos, tratando de explicar las causas de la popularidad del libro en China). Las críticas recibidas van de lo muy positivo a lo hiperbólico —se da la paradoja de que una de las reseñas menos laudatorias (siendo positiva) se ha publicado, precisamente, en Tor.com, el blog vinculado a la editorial que lo ha publicado en inglés— y la tendencia, aparentemente, se mantiene en las pocas reseñas publicadas hasta la fecha en nuestro país. El principal elogio que se le hace, si es posible resumir tanto, es que el libro representa la recuparación de un Sentido de la Maravilla que, presuntamente, se había aguado un poco desde los gloriosos días (desde la distancia) de la Edad de Oro. Es un elogio fundamentado, sin duda, aunque mi impresión personal —a mi reseña me remito— es que eso se ha utilizado con cierto exceso de alegría para obviar algunas limitaciones francamente importantes de la novela. Su impacto, pues, en términos de acogida, parece haber sido extremadamente positivo. ¿Consecuencias? Pues sospecho que escasas o nulas. No creo que los principales escritores de ciencia ficción más o menos “hard” del momento hayan renunciado nunca, realmente, al Sentido de la Maravilla de la ciencia ficción clásica (Alastair Reynolds puede ser un buen ejemplo de esto, pero estoy seguro de que dista de ser el único), con resultados, si me apuras, bastante más sofisticados que Cixin. Otra cuestión es que el libro de Cixin pueda servir —pero tampoco como adalid único, si no sumado a la obra de otros autores y autoras como Nnedi Okorafor, Lavie Tidhar o Aliette de Bodard, entre muchos otros— para abrir más la puerta del mercado anglosajón (que acaba siendo el internacional) a la ciencia ficción escrita desde cultura menos dominantes o con menos tradición. En ese sentido sí pienso que T3BP puede tener un impacto relevante, especialmente si acaba teniendo repercusión a nivel de premios, pero no influyendo directamente en la forma de escribir de futuros escritores.
A pesar de estas reservas tan concretas que, es cierto, pueden sacarnos de la lectura en momentos determinados, es muy difícil no sentirse entusiasmado con la novela, que consigue atrapar la atención del lector desde el primer momento. Tiene una buena historia que explicar y un marco histórico y social incomparable en la que ambientarla, y como las mejores obras clásicas de ciencia ficción dura consigue convertir la ciencia en un recurso literario magnífico. Creo que la visión de Cixin es muy ambiciosa y realmente espero la publicación (en julio, creo. ¡Yupi!) del segundo volumen y del tercero. Por la parte más de “ciencia ficción dura” no sé si la recomendaría a alguien no acostumbrado a este género, pero sospecho que si se supera esa barrera la novela puede interesar a un sector del público bastante amplio.
En cualquier caso: por ambición, planteamiento y ambientación es un must del género, si es que tal cosa existe.
Let’s turn the kindness we show toward the stars to members of the human race on Earth and build up the trust and understanding between the different peoples and civilizations that make up humanity. But for the universe outside the solar system, we should be ever vigilant, and be ready to attribute the worst of intentions to any Others that might exist in space.
January 30, 2015
La tercera cara de la luna, de Ángel Luis Sucasas
Sé que los prejuicios son cosa mala pero me sucede a menudo, y sospecho que no soy único en eso, que cuando empiezo un libro lo hago con ciertas expectativas, tal vez hipótesis, en mente. Hasta qué punto esos apriorismos tiñen luego nuestra valoración del libro es una cuestión espinosa, pero quiero pensar que uno, como lector, es capaz de sobreponerse a ellos y estimar el libro en lo que —siempre en un marco subjetivo, claro— vale. Y si empiezo la reseña de La Tercera Cara de la Luna con tantos meandros y cierta actitud defensiva es, simplemente, porqué esperaba leer un libro extraordinario y descubro, al pasar la última página, que he leído un libro extraordinario. Sospechoso…
De parte de mis expectativas, claro, puedo responsabilizar directamente al prólogo, en el que Félix J. Palma hace afirmaciones como estas:
[s]u autor, el periodista Ángel Luis Sucasas, se atreve a ir un paso más allá del género, lo hace evolucionar. Podría decirse, si me permites la broma, que estos cuentos suponen un pequeño paso para el autor, pero un gran paso para la literatura fantástica en español.
O:
Con toda probabilidad, por su ambición y resultados, se convertirá en un libro de referencia dentro del fantástico patrio[.]
No es tan raro leer elogios así en un prólogo, ¿verdad? Pero vamos, lo dice Félix J. Palma, un escritor al que respeto mucho, así que de entrada le concedí el beneficio de la duda. E hice bien. No sé si realmente los relatos de Sucasas suponen una evolución porqué no sé exactamente cómo medirlo, pero tampoco es algo que cuestione; con la segunda afirmación, sin embargo, estoy plenamente de acuerdo.
Lo que me gusta del trabajo de Sucasas es cómo saca partido de un imaginario familiar para los lectores de género y lo utiliza como punto de partida más que como escenario. “Sucasas no se deja nada en su catálogo fantástico, ninguna región sin visitar en ese viaje mágico al corazón de los mitos”, dice Félix J. Palma, pero lo interesante es que a menudo escribe una historia de las secuelas, de las consecuencias: de los desenlaces. No es raro que sus relatos comiencen en el punto exacto casi exacto en el que otro escritor estaría dando las pinceladas finales. Es interesante porque Sucasas le pide al lector, no sé si deliberadamente, que aplique unos protocolos de lectura con los que está muy familiarizado para rellenar, sin esfuerzo, los antecedentes de lo que explica. Eso, en ocasiones, tiene una contrapartida: algunos relatos exigen que el lector aporte su predisposición a creer en historias que se justifican a si mismas, ya sea por su escasa conexión con nuestra realidad o por su lógica externa fragmentada. En parte es una cuestión de preferencia personal: cuando la narración se aleja mucho de los límites de un marco de referencia, por decirlo de algún modo, su impacto narrativo desagua y corre el riesgo de quedarse en mero ejercicio de estilo. Es el único reproche que le hago a algún relato de la antología, como por ejemplo a “El ocaso de los sueños”, una fantasía que hace bandera del exceso visual y me evoca (no es la única vez que me pasará) a algunas de las enfebrecidas historietas que leí de adolescente en la colección de Cimocs y 1984 de mi padre.
Cuento a cuento
La antología empieza con “Un cuento de la Dama Blanca”, una recuperación de la figura del hombre lobo que se apoya, sobre todo, en la riqueza de la trama. De hecho, en cierto sentido esa riqueza se convierte en el peor enemigo de un relato que fácilmente podría haber dado pie a una novela corta con un desarrollo más orgánico. Creo que la historia lo pide, pero el relato funciona perfectamente en su presente forma y desemboca en un final en dos tiempos francamente espectacular. Un magnífico comienzo.
“El último amanecer” exige la complicidad del lector para creer en la realidad que explica, aunque el sentido de lo maravilloso que consigue Sucasas en su secuencia de pequeñas historias —y el hecho de que cada una de ellas sea una pequeña joya perversa— lo pone muy fácil. Se trata de un texto elegante que trabaja muy bien el punto de vista. Fijaos, los que lo leáis, en el fantástico fragmento protagonizado por un perro.
En “Por ti…” Sucasas explora un territorio cercano al realismo mágico (no sólo por su ambientación argentina) que enfatiza de forma muy explícita sus aspectos fantásticos. Los elementos sobrenaturales, basados en el árbol de la vida de la Cábala, aportan un trasfondo muy especial a la construcción de los personajes, especialmente sutil en el caso de Lucía, la protagonista (“Lucía sabía cuán distintas eran las fronteras entre lo cotidiano y lo real, entre lo imposible y lo indudable. Había viajado mucho y había visto, oído, olido, tocado y saboreado muchas cosas que ningún hombre o mujer corriente podrían creer como ciertas”). Los diálogos son muy hermosos y consiguen una rara paradoja: alcanzar la fluidez a través del artificio y la impostura. De nuevo, el lector (el lector escéptico, al menos) tiene que aportar su suspensión de la incredulidad y, también de nuevo, Sucasas se lo gana a fuerza de elegancia y consistencia interna. Tiene un punto de ambigüedad que me gusta mucho.
Ya he hablado de “El ocaso de los sueños” y de porqué es un tipo de fantasía en la que me cuesta un poco entrar, pero vale la pena aunque sea por la potencia de sus imágenes. También tiene un doble final que, de alguna forma, lo contextualiza y hace que lo aprecie más.
“Mas allá” es otra fantasía desatada que, visualmente, puede recordar al relato previo (con un imaginario más sexual, eso sí), pero que me resulta mucho más satisfactoria que la anterior (no por lo del imaginario sexual, mal pensados; que os conozco) hasta el punto de ser uno de mis relatos favoritos en la antología. Se puede leer como una abstracción casi de manual del periplo del héroe —dándole a la narración un marco de referencia que refuerza la pirueta imaginativa de una propuesta que no puedo evitar visualizar plasmada por Jean Giraud “Moebius”—. A caballo entre la fantasía y la ciencia ficción, no me extrañaría que se convirtiera en un clásico del género patrio.
A los que les guste el subgénero de “Espada y Brujería” disfrutaran con “La sonrisa y el reflejo”, uno de los mejores ejemplos de “literatura de los desenlaces” que he mencionado en la introducción. En este caso, el relato gira en torno a la idea de dualidad de personajes opuestos, algo que ya había jugado un papel en varios de los relatos anteriores.
“La ofrenda” no se aleja demasiado del entorno de la espada y la brujería aunque el planteamiento de la historia sí que es totalmente diferente. No se trata de un relato de aventuras y resulta perturbador desde su magnífico e inquietante párrafo inicial hasta su desconcertante final abrupto. Nunca nadie (lo digo como elogio) había desprestigiado tanto la figura del elfo. El relato funciona, como debe ser, como una pequeña pieza de relojería que podría muy bien haber sido fabricada por el juguetero protagonista, narrador secundario de la historia. Sucasas es un escritor elegante, de prosa atenta.
Igual que sucedía con “El último amanecer”, y siendo un relato totalmente diferente, “El día que dije no a un imperio” propone una especie de rotura del velo que separa la fantasía y la realidad, un cambio de paradigma. En este caso, claro, la “realidad” no es tal si no un futuro de ciencia ficción (casi fantaciencia) del que no se nos dan más que cuatro someras pero muy sugerentes pinceladas. Lo mejor del relato es su sentido del humor y la voz en primera persona del narrador. Es una narración fresca, espontánea e incluso provocadora, pero menos redonda que las que la preceden. Eso sí, para no variar el final es magnífico.
“La despedida” es uno de los cuentos más potentes de la antología y, probablemente, mi favorito. De nuevo, narra lo que sucede después de una serie de acontecimientos de alcance global de lo que se nos explica lo justo y nada más. Protagonizado por una civilización de niños y adolescentes, “La despedida” empieza pareciendo ciencia ficción para revelarse rápidamente como fantasía, una encarnación oscura de Neverland o idealizada de El Señor de las Moscas. Me fascina el juego entre la identidad convencional de los niños (“Diego”. “Laura”) y su papel (“Tristán Vociaguda”. “Manika Matalobos”) el rol que desempeñan en su nuevo mundo, así como el contraste entre su sentido de la aventura y la nostalgia por la enormidad de lo que han perdido. Es un relato triste, ya os lo podéis imaginar, en el que Sucasas da con el lenguaje justo a pesar de realizar una concesión al estilo que creo justificada: dada la juventud y la historia del narrador en primera persona, su riqueza de vocabulario parece un poco inverosímil. Suena tan bién, sin embargo, que es imposible no pasar ese detalle por alto.
Otro de mis relatos favoritos, y el que más interesante me parece en términos de worlbuilding, es “La llamada del cazador”. Es alucinante, inquietante, y un buen ejemplo de cómo Sucasas abre puertas y explora nuevos territorios dentro de la fantasía, al menos a nivel de trama. Como propuesta imaginativa es tremendamente atractiva y, de nuevo, consigue darle profundidad a los personajes con una gran economía de medios. Es un relato muy sólido y propone un mundo que me gustaría ver más desarrollado en más relatos o, incluso, en un formato más extenso.
“Omeyocán” es un texto arriesgado por la decisión del autor de escribirlo en español “a la mexicana”. Desde mi desconocimiento (o sea, haría falta un mexicano para valorar si el lenguaje es fiel a la realidad) solo puedo decir que a nivel estético el efecto es muy atractivo. Por lo demás, este es el relato más violento y cruel de la antología, con un tono negrísimo que no pone en cuestión la sensibilidad y la belleza del texto. No he visto venir el desenlace y a mí, lo confieso, me ha dejado hecho polvo.
El penúltimo texto de la antología es “El mago del doble cuerpo”, con una falta de verosimilitud que parece deliberada. Por eso, y por una resolución no del todo satisfactoria, es tal vez el relato que menos me ha interesado del libro. “Máscaras”, el relato final, es muy breve pero eficaz y bien resuelto, capaz de evocar a la perfección una inquietante atmósfera de pesadilla.
Conclusión
Pues no sé si mi reseña lo refleja, pero se da la circunstancia de que esto es lo mejor que he leído en mucho tiempo. Lo que más destacable me parece es el rango imaginativo de Sucasas y la elegancia de su prosa. Estoy de acuerdo con el prólogo en que debería convertirse en una antología de referencia del género en español, aunque precisamente por lo extremo de algunas de sus propuestas no estoy seguro de que vaya a generar mucho consenso entre los lectores.
Recomiendo leerlo con ánimo de exploración.
January 29, 2015
Los libros de Alcatraz: un logro desperdiciado
Pocos escritores de fantasía actuales pueden alardear de mantener una productividad tan elevada como Brandon Sanderson. Tal vez sólo Michael Moorcock, famoso por tardar entre tres y diez días en escribir sus primeras novelas, pudiera superar la sobrehumana velocidad de Sanderson para hilvanar novela tras novela —o novela junto a novela, dado como las escribe en paralelo— cual in your face dirigidos a otros dos populares y lentos escritores de fantasía épica a los que quizás no haga falta nombrar. Y sin embargo, lo milagroso no es su velocidad, si no que a pesar de ella consiga demostrar con sorprendente frecuencia que puede llegar a convertirse en uno de los escritores de fantasía más interesantes del panorama. Lo que Sanderson ejemplifica, al menos para mi, es que la comercialidad no es incompatible con la calidad ni esta con la diversión. Sus puntos fuertes no están en el estilo si no en la capacidad de trabajar la trama y las escenas, especialmente las de acción. A cambio, muchas de sus obras son reelaboraciones del esquema clásico de Campbell y tiene un cariño, tal vez excesivo, por un elenco de personajes genéricos que recicla una y otra vez. Uno de los valores de la saga de Alcatraz que comentaremos en este artículo es, precisamente, la voluntad de alejarse de sus planteamientos habituales, aunque ya veremos que el proyecto se desinfla después de un comienzo magnífico.
[Os invito a visitar el blog Donde Acaba el Infinito y leer el resto del artículo que le he dedicado a los libros de Alcatraz, de Brandon Sanderson]
December 23, 2014
Los mejores libros de género de 2014 (según gente que sabe y un servidor, que sabe menos pero manda en el blog)
Ahora que acabamos el año se lleva eso de hacer los rankings personales, algo que me parece poco interesante y, aún peor, ABURRIDO. Yo he preferido elegir a un elenco de ilustres blogueros y, por aquello de la discriminación positiva, a un par de escritores —todos ellos comparten la desgracia de tenerme como amigo— y les he pedido que recomienden un, y solo un, libro de género publicado en 2014. El mejor según ellos. Y como el blog es mío también me he permitido opinar porque es sabido que me gusta más opinar que a un tonto un lápiz… La lista ha salido más bien ecléctica, cómo esperaba, y aunque es difícil que alguien se adhiera a su totalidad, tengo claro que hay algo para cada uno. Algunos de los libros están en inglés, otros son traducciones, otros escritos originalmente en castellano, y a nivel temático presentan una variedad notable. Me parece, de verdad, que vale la pena echarle un vistazo al resultado como ejemplo de la calidad y la diversidad que puede ofrecer la literatura fantástica en sentido amplio.
¡Y que se acercan Reyes, caramba!
Sin más preámbulos: La Lista.
Alexander Páez (Donde Acaba el Infinito y videopodcaster en The Spoiler Club)
Es complicado escoger una lectura que destaque sobre el resto, cada libro tiene una peculiaridad que lo convierte en imprescindible, y quizá esa cualidad no la tienen los demás. De las obras publicadas durante el 2014 he leído novelas fantásticas como Aniquilación de Vandermeer, Broken Monsters de Lauren Beukes, Tejedora de Nina Allan o Jagannath de Karin Tidbeck. ¿Qué tienen en común estas obras? Aparenetemente, poco. Pasamos del weird a la novela negra con toques fantásticos. Los matices son muchos. Además siempre se nos quedan novelas en el tintero que podrían estar perfectamente en este post como Legión y El Alma del Emperador de Sanderson, Arcana Mundi de Elizabeth Bear o El ciclo de Xuya de Aliette de Bodard. Por lo tanto decidir uno sobre el resto es ser injusto, pues estaría escogiendo unas cualidades sobre otras, cuando personalmente me interesan todas ellas. Pero como Miquel me ha pedido una y solo una probablemente diré Jagannath por diferentes motivos: sus ideas transgresoras, su originalidad y atrevimiento, su impresionante prosa, su sentido de la maravilla y sobre todo, ese despertar a otros mundos que proporciona la lectura de los relatos de Tidbeck y creo que todavía estamos por ver lo mejor de esta autora.
(Aquí tenéis el enlace a la reseña de Jagannath que hizo Álex y, ya que el blog es mío, a la que hice yo. También os invito a ver el episodio que le dedicamos en The Spoiler Club).
Leticia Lara (Fantástica Ficción y Los VerdHugos)
No me ha sido fácil decidir cuál es el mejor libro publicado en el 2014 dentro del género. En primer lugar, por que me he dado cuenta de que no he leído apenas novedades este año. Y en segundo lugar, porque hay varios libros que me han parecido muy buenos. Sin embargo, al final mi especial afinidad con la space opera ha inclinado la balanza hacia The Abyss Beyond Dreams, de Peter F. Hamilton. Con un primer capítulo sencillamente espectacular y una trama de intrigas políticas entremezcladas con un lugar donde las leyes físicas no se cumplen, el autor británico nos brinda una lectura entretenidísima que no se resiente por su gran extensión. Si hubiera que buscar una pega, sería que falta por salir la segunda parte que completará la historia.
Pedro Román (Leemaslibros y Los VerdHugos)
La lista de títulos entre los que elegir es, en mi caso, bastante limitada. Este 2014 apenas he leído novedades; quince, si Goodreads no está mal informado. Sin embargo, de entre todas ellas tengo claro cuál destacar: La música del silencio, de Patrick Rothfuss. Un libro corto y sencillo en el que no sucede nada. No existe una trama enrevesada ni un ejército de personajes. Tan sólo pisa la escena una niña, cuya única preocupación estriba en hallar un regalo para su amigo Kvothe.
Palpita en esta historia un enorme amor por la palabra exacta, pero, sobre todo, rebosa de la despreocupación infinita de quien, sin nada que demostrar, puede dedicar su talento y esfuerzo a lo que le convence, a escribir lo que verdaderamente le apetece, sin guardar consideraciones acerca de la comercialidad del texto o su volumen de ventas. Lo que sucede es que, por poco comercial que se pretenda, un autor tan popular arrastra mareas: si son ciertas las cifras que he leído en los últimos días, los editores de Rothfuss han de preocuparse más por la velocidad de reedición que por las pérdidas.
Los seguidores de Kvothe, por nuestra parte, no tenemos que preocuparnos de nada: quien abra La música del silencio —un «spin-off» que se escinde de los volúmenes de la crónica del asesino de reyes, muy diferente a éstos—, quien lea, reitero, esta narración limpia y algo barroca, se encontrará como en su propia casa. Y tanto en estas fechas como el resto del año, creo que ése es el mejor regalo que un libro puede conceder.
Elías Combarro (Sense of Wonder y Los VerdHugos)
No creo que sorprenda a nadie que mi libro favorito del año sea The Three-Body Problem, de Liu Cixin. El autor chino ya me había conquistado con sus relatos, pero es que la trilogía que se inicia con esta novela es, simplemente, sublime.
The Three-Body Problem tiene todos los elementos que me hacen ser un enamorado de la ciencia ficción por encima de cualquier otro género: especulación del más alto nivel, ideas que hacen que te explote la cabeza y sentido de la maravilla a raudales. Todo ello en una trama con un primer contacto que se sale de lo habitual, con mundos virtuales que Neal Stephenson habría matado por imaginar y con muchos e interesantes elementos de la historia y cultura chinas.
En este sentido, es interesante apreciar la mezcla entre una notable influencia de la ciencia ficción americana de la edad de oro (nombres como Asimov o Clarke se vienen a la mente en más de una ocasión al leer a Liu Cixin) con una sensibilidad y unas preocupaciones claramente diferentes. A ello ayuda mucho la excelente traducción de Ken Liu, que consigue hacer sumamente accesibles tanto la historia como muchas referencias culturales que podrían resultarnos ajenas.
El estilo de Liu Cixin, muy en la tradición de los escritores de CF hard, puede que no sea del gusto de todos los paladares, pero quien aprecie la buena ciencia ficción de ideas va a disfrutar como nunca. Yo, desde luego, lo he hecho.
Josep Maria Oriol (El Voracilector y Los VerdHugos)
Mi elección de entre las novedades de este 2014, es la novela de Lavie Tidhar, A Man Lies Dreaming. Hitler nunca ha llegado al poder en Alemania. Los comunistas se hicieron con el control de la nación y él salió por piernas y se ha instalado en Inglaterra como detective privado de tercera, con el nombre de Wolf. Una ucronía en la que Hitler continúa siendo un antisemita acérrimo que se ve obligado a trabajar para una mujer judía.
A partir de esta premisa, Tidhar construye una estructura precisa, que nos permite disfrutar de la ucronía hitleriana, sin dejar de proporcionarnos una perspectiva de lo que fue el holocausto real. Homenajeando a las novelas negras americanas de Raymond Chandler, con un humor negro retorcido y mucha perversión sexual, Tidhar reflexiona sobre la situación actual en Europa. El auge de los movimientos populistas anti-inmigración en Hungría, Grecia y otros países europeos. Una situación parecida a la que tenía la Alemania de los años 30.
Y esto es lo que me gusta de la ciencia ficción, que a través de sus obras te permite reflexionar sobre la situación actual del mundo.
Cristina Jurado (Escritora y Más Ficción que Ciencia)
En 14 maneras de describir la lluvia de Daniel Pérez Navarro los elementos ciencia-ficcioneros desaparecen para dar mayor protagonismo al terror y a la fantasía. La novela toma prestado el nombre de la obra homónima del compositor austríaco Hanns Eisler, demostrando la vena mitómana de Pérez Navarro. La prosa de Pérez Navarro está mucho más depurada que en Mobymelville, contando pesadillas, crímenes o acciones cotidianas con las palabras justas. “Mínimo de palabras, máximo de contenido son las dos reglas básicas”, dice el cordobés. Se nota, además que ha logrado mayor soltura en los diálogos, consiguiendo dotar de una voz propia a los personajes juveniles, aunque los adultos sigan a veces sonando demasiado parecido, para mi gusto. Es muy complicado dar una voz distintiva a cada uno, lo sé, se trata de una de las labores más difíciles del oficio, pero en lo que se refiere a los jóvenes, Pérez Navarro lo consigue.
Félix Garcia (El Almohadón de Plumas)
Hace falta ser malaje (como diría Jesús Cañadas) para que a uno le pidan que recomiende un libro y acabe recomendando uno que no sólo no está traducido al español, sino que por no tener, no tiene ni versión electrónica. Lo que sí tiene es edición en tapa dura y bellamante ilustrada, a cargo de Fedogan and Bremer, que pueden adquirir ustedes en Amazon a un precio no precisamente barato. Naturalmente, tengo buenas razones para proceder así.
Es corriente afirmar que la literatura extraña (del inglés WEIRD) vive un momento dulce, lo que habitualmente se vincula con el creciente interés por Lovecraft, el éxito internacional de la trilogía Southern Reach de VanderMeer e, incluso, la aparición en nuestro idioma de la mano de la editorial Valdemar de obras de autores emblemáticos como Caitlín Kiernan, Thomas Ligotti y Laird Barron.
Ana Kai Tangata, cuyo título remite a un sistema de cuevas de la isla de Pascua y no a algún abstruso concepto japonés, como se podría sospechar, es el debut de Scott Nicolay, y representa como ninguna otra este zeitgeist del que estamos hablando. Ninguna otra ha suscitado tanto entusiasmo en blogs y foros especializados, diría polémica, incluso, de no ser que, con la excepción de S.T. Joshi, todo el mundo parece estar de acuerdo sobre las excelencias del producto. No es para menos. El volumen se abre con Alligators una alucinante y traviesa versión con dientes del Genius Loci de Clack Ashton Smith y se cierra con Tuckahoe que ofrece a los fans de True Detective aquello que creyeron intuir en su serie favorita, pero que luego Pizzolato se negó a proporcionarles. Entre una cosa y otra, pueden ustedes encontrar maravillas como “The bad outer space”, donde tira del arriesgado recurso al narrador infantil, Eyes Exhange Bank, o mi pieza favorita, Geschäfte, de la que no diré nada porque no quiero y, seguramente, porque no sé.
El propio Nicolay ha aclarado los presupuestos básicos de esta estética en su propio manifiesto dogma, y en esta colección se ciñe a estas limitaciones autoimpuestas con espectaculares resultados… excepto en la nouvelle final, donde se las salta casi todas para obtener resultados aún más demoledores.
Yolanda Espiñeira (Escritora y El Almohadón de Plumas)
Me pide Miquel que recomiende un libro No resulta tarea fácil hablar de él, pero la novela de género que más me gustó este año fue New Mynd de Colectivo Juan de Madre. No es una novela orientada al fandom –esa entelequia múltiple a la que nadie, ni siquiera los organizadores de hispacones admiten pertenecer-; pero, a veces a todos conviene salir de nuestra zona de confort. El novum que actúa como premisa es el de los universos paralalelos, a los que se puede acceder a partir de un sencillo implante. Es decir, nada que no hayamos visto cien veces. Lo nuevo son el tratamiento estructural por el lado de la posmodernidad, las múltiples referencias culturales por parte del costumbrismo hipster, y, sobre todo, – y esto ya no os lo puedo referir- es el efecto que consiguen todos estos elementos modificándose unos a otros de tal forma que el efecto emocional sobre el lector es notable.
Jesús Cañadas (Escritor y videopodcaster en The Spoiler Club)
Cuando escribes ficción, llega un punto en el que eres incapaz de disfrutar de una historia porque sí. No puedes simplemente sentarte en el sofá, abrir un libro y pasar páginas. Una vocecita en la trastienda de tu cabeza empieza a darle vueltas a las ideas, a diseccionar frases y párrafos, a hacerse preguntas, a decir “qué hijo de puta, ¿cómo lo ha hecho?” “¿Cómo ha conseguido transmitirme esta sensación?” “¿Por qué ha elegido este camino y no otro?” “¿Qué pasaría si yo hago lo mismo pero cambio este detalle?” “¿En qué momento me he enamorado de este personaje?”
A veces es un coñazo no poder desconectar, pero yo prefiero tomármelo como otro nivel de lectura. Disfruto los libros por su historia, por su estilo o porque me hacen crecer como autor. Porque me enseñan.
En 2014 ha habido tres libros que han alcanzado altas cotas en los tres niveles. Uno es El Mapa del Caos, de Félix Palma. El segundo es La ciudad y la ciudad, de China Mieville, que no se ha publicado este año, pero me da igual. Aquí no quiero dejar pasar la oportunidad de alabar la labor de Silvia Schettin, cuya traducción tiene una naturalidad y un ritmo que te hacen pensar – como todos los grandes – lo fácil que debe de ser traducir.
Pero número uno se lo lleva Laird Barron y El Rito. Hacía años que una novela no me clavaba imágenes y frases en el cerebro con tanta intensidad. El Rito es un recital, una clase magistral de cómo se escribe terror a fuego lento. Muchas veces he dicho que no conozco mejor definición de magia que la capacidad de provocar sentimientos en otra persona a través del tiempo y del espacio usando “solo” palabras. En este sentido Laird Barron se revela como un mago de primera clase. Barron planta semillas a lo largo de una narración que parece anodina, una trama que avanza a ralentí para explotarte en la cara en el momento que a él le sale de los cojones. Los dos últimos párrafos del libro son el equivalente a un martillazo en medio de la frente, y encima consiguen que esa vocecita en la trastienda de tu cabeza reconozca cómo te la ha ido colando poco a poco, cómo te ha ido moldeando hasta tenerte en el estado mental justo para aterrorizarte con apenas cien palabras. Si eso no es magia, yo no sé qué es.
Así que, sin la menor duda, el mejor libro de género que he leído este año ha sido El Rito. Mi enhorabuena a Laird Barron y a la Editorial Valdemar. Qué hijos de puta.
Miquel Codony (Yo. Mismamente)
Yo estoy un poco como Alexander y me cuesta mucho decidir un único libro. Dándole vueltas, y haciendo la misma trampa que Álex, mis finalistas son el Broken Monsters de Lauren Beukes (reseña aquí), el El Libro de Ivo de Juan Cuadra (reseña aquí), el A Man Lies Dreaming de Lavie Tidhar (reseña aquí), el Bête de Adam Roberts (reseña próximamente) y el Iris de Edmundo Paz Soldán (reseña aquí y The Spoiler Club aquí). Todas ellas son magníficas novelas por razones distintas, pero mi ganadora es… Broken Monsters, de Lauren Beukes. Me entusiasma su entrada gradual en el terreno de lo fantástico y cómo combina la ambición literaria con la comercialidad, sin renunciar absolutamente a nada en ninguno de los dos terrenos. El ámbito al que más se acerca es el terror y llega a él desde el terreno adyacente del thriller. Tiene estilo, tiene atmósfera, tiene grandes personajes, tiene reportaje social, tiene historia… es, teniendo en cuenta lo que consigue en relación a lo que se propone, simplemente perfecta. Si con Las Luminosas me sedujo, con Broken Monsters Beukes me ha deslumbrado. Lamentablemente sigue sin traducir al español, pero el esfuerzo de disfrutarla en su versión original merece la pena.
December 18, 2014
A Man Lies Dreaming, de Lavie Tidhar: La Historia se echa a soñar
Después de mucho tiempo sin hacer ninguna lectura conjunta he podido retomar el hábito gracias a Cristina Jurado (escritora, editora y bloguera en Más Ficción que Ciencia) y a Josep Maria Oriol (bloguero, podcaster, magnífico lector y mejor amigo). Leer con otros pudiendo comentar “en vivo” es algo que me encanta hacer cuando el libro se presta, y “A Man Lies Dreaming”, ciertamente, se presta. Para ponerle el broche a nuestra lectura, cada uno de nosotros ha escrito una reseña en la que, además de opinar sobre el libro, responde a una pregunta de cada uno de los otros dos. Y por si fuera poco, ¡Lavie Tidhar nos ha respondido una pregunta sobre el libro a cada uno! Esperamos que os interesen las reseñas y esta especie de triple entrevista distribuida homeopática.
“Somewhere in the distance he could hear a wireless playing Judy Garland’s ‘Over the Rainbow’. Wolf had seen the film but, had he been the one swept up to the magical land of Oz, he would have raised an army of flying monkeys, stuck the witches in a concentration camp, razed the Emerald City to the ground and executed the wizard for communist sympathies, being a Jew, a homosexual, intellectually retarded, or all of the above.
He did like the tune, though.”
Me quito el sombrero ante el hallazgo que supone este “A Man Lies Dreaming” de Lavie Tidhar. Es una novela virtuosa: inteligente, malintencionada y, por si fuera poco, impregnada de un sentido del humor negrísimo que resalta un trasfondo tanto más valioso por tratarse de un libro tan entretenido que el buen rato que proporciona ya justifica sobradamente su lectura. Pero hay más: Tidhar ha conseguido escribir una ucronía excepcional que tiene entre sus mayores logros la creación de uno de los mejores antihéroes que he tenido el placer de leer. Cómo logra que el lector le otorgue su complicidad a su protagonista es una de las muchas cosas que me intriga de la novela, y sobre ello le he preguntado a JM, alias Voracilector. Podéis leer su respuesta en El Blog del Voracilector.
En varios sentidos, “A Man Lies Dreaming” es una reelaboración de algunas de las ideas que Tidhar propuso en “Osama”: en ambas se propone un juego entre la realidad histórica y otra, literaria, que el texto conecta a través de la ruptura —si me permitís usar una expresión del mundo audiovisual— del cuarto muro que separa la narración de la realidad en la que residimos. El resultado final es más ambiguo y más efectivo en “A Man Lies Dreaming” que en “Osama”, donde la sensación de irrealidad impone cierta distancia con la rama principal de la narración y dificulta un tanto su disfrute. Todo hace pensar que es un efecto buscado y hace de su lectura un ejercicio más intelectual que emocional, pero me parece una estrategia cuestionable aunque me confiese admirador de la novela. “A Man Lies Dreaming”, sin embargo, se me antoja más sutil. Cristina me ha preguntado si, después de haber leído tres novelas de Tidhar (Osama, The Violent Century, A Man Lies Dreaming) y algunos de sus relatos, veo una evolución en la prosa del escritor y me parece que no voy a encontrar mejor lugar que este para dar mi insuficiente respuesta: No tengo ni idea. A nivel de prosa osaría decir que no; Tidhar es un estilista y diría que en todo lo que he leído suyo cada palabra está pensada y decidida con sumo cuidado. Es uno de sus puntos fuertes. Lo que sí creo es que le gusta experimentar con la trama, probar técnicas, arriesgarse. En ese sentido sí que creo que hay una mejora desde el primero que leí (“Osama”) y “A Man Lies Dreaming”. No tanto en cuanto a la habilidad del escritor, tal vez, como en cuanto a la excelencia del resultado. También es posible que todo sea proyección mía, claro.
Me gustaría destacar dos de las técnicas a las que recurre la novela: La alternancia entre la primera y la tercera persona en la rama más _noir_e imaginativa de la historia (la ucronia, la principal en términos de trama); y el uso de unas curiosas notas a pie de página que sugieren que dicha ucronía está basada en la realidad y contraresta el efecto de la otra rama, centrada en el Holocausto nazi tal y cómo fue en nuestra Historia vista a través de los ojos del hombre que sueña que le da título a la novela: Shomer Aleichem, escritor israelí de novelas pulp basado en un escritor real que en el libro se encuentra prisionero en Auschwitz y sueña la historia de Wolf. Precisamente sobre la estructura de la novela me he preguntado Josep Maria, interesado en saber cuál me parecía el objetivo de Tidhar al separar la trama en tres narraciones muy diferentes (la narración en tercera persona de las peripecias de Wolf, su diario en primera persona y el sueño de Shomer). Es una pregunta espinosa porque entra de lleno en el terreno de la especulación, claro, pero mi interpretación es esta: me parece que más que objetivos, persigue provocar un efecto. Me explico: por un lado tenemos una realidad, la de Shomer en Auschwitz, que podemos aceptar como la del lector; por otro tenemos la historia de Wolf, a todas luces ficticia, que se divide en un diario inverosímil (especialmente, pero no solo, por la improbable existencia de oportunidades en las que escribirlo) y una narración explicada desde un punto de vista en tercera persona más convencional. La conexión entre ambas es la ensoñación, no siempre onírica, de Shomer: un acto de evasión (el propio Tidhar hablará de ello al final de esta reseña) durante su traumática vivencia en Auschwitz. Hasta aquí todo bien y todo sencillito: Shomer sueña una historia y el lector puede compartimentar sin problemas los dos niveles de la novela. Pero es que no es tan fácil: la vida del Shomer real no fue en absoluto como la relata Tidhar y ni siquiera vivió en el mismo período histórico, y el libro está lleno de pistas formales (por ejemplo, las notas a pie de página que he mencionado antes) que sugieren que la historia de Wolf está basada en hechos reales y documentados. Eso por no mencionar que el peso dramático de la novela, el involucramiento del lector, recae casi por completo en la ucronía. Y, por si fuera poco, ninguno de los dos niveles parece tan estanco como podría pensarse… En definitiva, por no extenderme más, creo que busca un efecto estético y uno intelectual: hacernos reflexionar sobre el valor de la imaginación como estrategia de afrontamiento de una situación traumática y sugerir que la Historia no depende sólo de las realidades individuales. Me parece que el éxito de Tidhar en este sentido es rotundo.
Vale la pena comentar algo del tema de la ucronía, pues me parece una vuelta de tuerca interesante al que se ha convertido, si no me equivoco, en la niña de los ojos de la mayoría de los escritores tentados en alguna ocasión por el subgénero: el Holocausto, el nazismo, la Segunda Guerra Mundial… O su ausencia. No es que en la Europa imaginada por Tidhar la Alemania Nazi no llegue a dominar el continente, es que el partido Naxi es derrotado por los comunistas en las elecciones alemanas en 1933, dando pie al exilio de muchos de los altos cargos nazis hacia el resto de Europa. Entre ellos, en una novela llena de cameos, el protagonista: Mr. Wolf, conocido en nuestra realidad como Adolf Hitler. Un Hitler, no obstante, al que la Historia le impidió hacer realidad lo que él percibía como su destino y liderar, a su vez, el destino de su patria y de la raza aria pero conserva, y ese es el acierto de Tidhar, su convicción, su mesianismo y un ramalazo de mal genio que nuestra cultura 2.0 ha inmortalizado de forma hilarante. Coñas aparte, la caracterización de Wolf/Hitler es una de las mayores virtudes de la novela, que hace gala de un sentido del humor gamberro que no (mejor avisar) será del agrado de todos. Y es que un Hitler venido a menos pero con los humos venidos a más, obligado a trabajar de detective privado PARA UNA JUDíA… El tema da para mucho. Y si uno de los ingredientes del potaje es un homenaje a un tipo de literatura conocida como ficción stalag… Una cuestión que me he planteado es si el protagonista hubiera funcionado igual de bien en caso de ser totalmente ficticio (es decir, no basado en un personaje real). Sospecho que no, que parte de su atractivo como personaje se lo proyectamos nosotros por tratarse de quien se trata —dicho sea sin menoscabo a la habilidad del autor…—. Esta es la cuestión que le he planteado a Cristina, y podéis leer su parecer en su reseña, en Más Ficción que Ciencia.
“A Man Lies Dreaming” es una novela muy personal y sospecho que no va a generar una reacción unánime entre sus lectores. Para mi es un libro enorme, sofisticado, rebosante de sentido del humor, imaginación y mala leche. Es, también, una reflexión sobre nuestra historia realizada desde el prisma de la literatura fantástica, algo que comparten todos los textos que he leído de Lavie Tidhar y uno de sus rasgos distintivos que más me interesan. De hecho, es una cuestión que le he planteado con motivo de esta reseña, y es con su respuesta con lo que pongo punto y final a la misma:
Creo que la fantasía puede ser un instrumento de “desfamiliarización” muy potente capaz de arrojar una nueva luz sobre algo que creemos conocer. Cuando pienso en mis últimos tres libros (Osama, The Violent Century, y A Man Lies Dreaming), los veo como una especie de extensa discusión sobre el siglo XX y la fantasía. En cierto modo, creo que los tres exploran el tema de la huída, del escapismo, que es algo que forma parte de la esencia de eso que llamamos fantasía. Me esfuerzo en no apartarme demasiado de la historia real; más que historias alternativas o historias secretas, lo que yo escribo son historias paralelas, historias que son casi la nuestra. Quizás lo que intento es subrayar hasta que punto la historia real es extravagante: más extraña que cualquier pulp. Creo que escapar es una propuesta muy atractiva pero, ¿es lo correcto? Y esa es una de las preguntas que plantean mis libros, aunque me parece que cada uno de ellos da una respuesta distinta.


