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272 pages, Paperback
First published August 24, 1998
Il prenait l'autorail de Crécy-la-Chapelle. Chaque fois que c'était possible (et c'était presque toujours possible), il s'installait en face d'une jeune fille seule. La plupart avaient les jambes croisées, une chemisier transparent, ou autre chose. Il ne s'installait vraiment en face, plûtot en diagonale, mais souvent sur la même banquette, à moins de deux mètres. Il bandait déjà en apercevant les longs cheveux, blonds ou bruns; en choisissant une place, en circulant entre les rangées, la douleur s'avivait dans son slip. Au moment de s'asseoir, il avait déjà sortit un mouchoir de sa poche. Il suffisait d'ouvrir un classeur, de le poser sur ses cuisses; en quelques coups c'était fait. Parfois, quand la fille décroissait les jambes au moment où il sortait sa bite, il n'avait même pas besoin de se toucher; il se libérait d'un jet en apercevant la petite culotte. La mouchoir était une sécurité, en général il éjaculait sur les pages du classeur: sur les équations de second degré, sur les schémas d'insectes, sur la production de charbon de l'URSS. La fille poursuivait la lecture de son magazine.But why does Bruno feel this terrible, and what does it say about our society? Houellebecq has some interesting observations about how free-market economics have entered into people's personal lives; having also read Naomi Klein's The Shock Doctrine in the near past, this resonated rather well. In the economic sphere, Klein argues persuasively that the logical long-term result is a world where Dick Cheney and his immediate circle of friends own almost everything, and a good 40% of the world owns nothing. In the sexual sphere, the corresponding long-term result is a world where no one really wants to fuck anybody except Scarlett Johansson or Megan Fox (depending on whether they prefer blondes or brunettes), and will not even consider fucking anyone who isn't young and thin.
Bruno avait déjà plié sa tente et rangé ses affaires dans la voiture; il passa sa dernière nuit dans la caravane. Au matin, il essaya de pénétrer Christiane, mais cette fois il echoua, il se sentit ému et nerveux. "Joue sur moi" dit-elle. Elle étala le sperme sur son visage et sur ses seins. "Viens me voir" dit-elle encore une fois au moment où il passait la porte. Il promit de venir.In a Brigade Mondaine novel, this would just be pornographic. Here, it comes across as a rather moving scene. I felt very sorry for poor Christiane; it was already clear that things couldn't possibly work out well.
“Es bueno que sea usted reaccionario. Todos los grandes escritores son reaccionarios Balzac, Flaubert, Baudelaire, Dostoievski, todos reaccionarios. Pero también hay que follar, ¿eh?”Se comulgue o no con él, hay que reconocerle que nunca aburre, que dice cosas bastante interesantes y que lo hace de una forma sumamente atractiva.
“En conjunto, la naturaleza salvaje era una porquería repugnante; en conjunto, la naturaleza salvaje justificaba una destrucción total, un holocausto universal; y la misión del hombre sobre la Tierra era, probablemente, ser el artífice de ese holocausto.”Y entre toda la abyección de la naturaleza, es el hombre (y pienso que el autor no usa el sustantivo como genérico de ser humano) quién se lleva la palma: “Homo homini lupus”, algo totalmente verificable desde la niñez.
“La brutalidad y la dominación, corrientes en las sociedades animales, se ven acompañadas ya en los chimpancés (Pan troglodytes) por actos de crueldad gratuita hacia el animal más débil. Esta tendencia alcanza el máximo en las sociedades humanas primitivas, y entre los niños y adolescentes de las sociedades desarrolladas.”Vamos, que el hombre nace malo y quién debería atemperar sus impulsos, la sociedad, los hace aún peores. Y a partir de aquí sale el Houellebecq más reaccionario, el que nos dice que es nuestra sociedad, la proveniente del pensamiento «progresista» de los años sesenta, setenta, ochenta y noventa, la que encumbró a la juventud en lo más alto de la pirámide social y destruyó los preciosos valores morales de las generaciones anteriores con su “afirmación integral de los derechos del individuo frente a todas las normas sociales, a todas las hipocresías que según ellos constituían la moral, el sentimiento, la justicia y la piedad”, acelerando así de forma irreversible el proceso de corrupción de esta sociedad que ya empezó mucho antes, cuando occidente eligió el camino equivocado, “sacrificándolo todo (su religión, su felicidad, sus esperanzas y, en definitiva, su vida) a esa necesidad de certeza racional”. La religión perdió su fuerza como fuente explicativa del mundo y “ninguna sociedad es viable sin el eje federador de una religión cualquiera”. Toma ya.
“En otras épocas el ruido de fondo lo constituía la espera del reino del Señor; hoy lo constituye la espera de la muerte. Así son las cosas.”Dos mediohermanos son los encargados de encarnar estas ideas sobre la cultura «joven», que el autor identifica con sexo y violencia, y la devoción por la ciencia moderna que “conlleva la individuación, la vanidad, el odio y el deseo” y que devoran poco a poco a todos los seres que no tienen como evitar el ineludible camino de la invalidez, la enfermedad y la muerte. Ambos hermanos fueron abandonados por sus madres, quedándose al cuidado de sus abuelas, y pretenden ser la clara evidencia de las nefastas consecuencias del abandono de los valores y de la familia tradicional: uno está obsesionado con el sexo y es asquerosamente reaccionario, y el otro es prácticamente asexual y asentimental, con una visión fría, “mecánica y despiadada” de la vida. Ambos infelices, ambos desagradables a su modo.
“En todos los aspectos, control genético, libertad sexual, lucha contra el envejecimiento, cultura del ocio, Brave New World es para nosotros un paraíso, es exactamente el mundo que estamos intentando alcanzar…”El sexo será el sustituto posible, que no gratificante, de un amor inalcanzable, y la belleza y la juventud sus condiciones necesarias. Es por eso que el terror a envejecer nunca ha sido más intenso y generalizado que en la actualidad. Ni la muerte es más temida que la vida en un cuerpo deteriorado o no deseado.
“… llegará un momento en que la suma de los placeres físicos que uno puede esperar de la vida sea inferior a la suma de los dolores… Este examen racional de placeres y dolores, que cada cual se ve empujado a hacer tarde o temprano, conduce inexorablemente a partir de cierta edad al suicidio.”La mujer es quién más sufrirá este estado de cosas (“… viven muchos años y sufren mucho… Pero siguen adelante, porque no logran renunciar a ser amadas. Son víctimas de esta ilusión hasta el final. A partir de cierta edad, una mujer siempre tiene la posibilidad de frotarse contra una polla; pero ya no tiene la menor posibilidad de ser amada”), y las que con su liberación sexual fueron parte del problema (“Nunca he entendido a las feministas... En pocos años conseguían transformar a los tíos que tenían al lado en neuróticos impotentes y gruñones. Y en ese momento, era matemático, empezaban a tener nostalgia de la virilidad”). Pero no son las que salen peor paradas, de hecho, a la mujer, a un tipo concreto de mujer, la baña en piropos (dulces, amables, cariñosas, compasivas, razonables, inteligentes, trabajadoras…). De los hombres todo lo que resalta es malo: su grotesca vanidad, su irresponsabilidad, su violencia innata, los considera incapaces de amar y los acusa de conocer únicamente el deseo, “el deseo sexual en estado puro y la competición entre machos”. Solo hay que comparar a los dos personajes masculinos de la novela con sus sacrificadas parejas.
What on earth were men for, Michel wondered as he watched sunlight play across the curtains. In earlier times, when bears were more common, perhaps masculinity served a particular and irreplaceable function, but for centuries now men clearly served no useful purpose. For the most part they assuaged their boredom playing tennis, which was a lesser evil; but from time to time they felt the need to change history—which basically meant inciting revolutions or wars. Aside from the senseless suffering they caused, revolutions and wars destroyed the best of the past, forcing societies to rebuild from scratch. Without regular and continuous progress, human evolution took random, irregular and violent turns for which men—with the predilection for risk and danger, their repulsive egotism, their irresponsibility and their violent tendencies—were directly to blame. A world of women would be immeasurably superior, tracing a slower but unwavering progression, with no U-turns and no chaotic insecurity, toward a general happiness.
Terrified of the idea of space, human beings curl up; they feel cold, they feel afraid. At best, they move in space and greet one another sadly. And yet this space is within them, it is nothing but their mental creation. In this space of which they are so afraid, human beings learn how to live and to die; in their mental space, separation, distance and suffering are born.