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Ejercicios de escritura > Ejercicio de escritura #01 El calcetín rojo

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message 101: by Grace (new)

Grace | 4 comments Español1234 wrote: "Hola
Se agradecen los comentarios y opiniones :) Alejandro

HORA Y MEDIA

La abuela se pasó una hora entera y más buscando el calcetín rojo que era de la tía. Sin ese calcetín no po..."


Buenos días Alejandro:
Al igual que vos estoy aprendiendo y espero que mi observación sirva:
*El tema me parece interesante.
*En el tercer párrafo cuando dice: "Se la sacó cuando llegamos al local donde compró el billete." revisaría el verbo llegamos,(talvés es un error de tipeo)porque como está expresado se pasa de 3º persona a 1º persona.
*La expresión ...y la tía le dijo "cómo andas querida". Me parece muy oportuna.

En mi caso he publicado el ejercicio 25 La caja Misteriosa. Aparezco como Grace. Si dispones de algún tiempo me gustaría tu devolución.

Saludos Grace


message 102: by Maggie (new)

Maggie Fitzgerald | 4 comments Don Pepe era un interruptor que vivía en un cuadro de luces junto con su madre y sus dos hermanas. La gente se sentía cómoda hablando con Don Pepe, contándole sus historias. Él siempre escribía lo que le contaban, porque así podía leerlas las veces que quisiese. Y las guardaba en el calcetín rojo que su hermana le regaló en su cumpleaños.

Un día, Don Pepe se disponía a guardar un secreto que le contó Isabel sobre su diente de leche, el Ratoncito Pérez y sus padres. Y se dispuso a colocar la hoja de papel en el calcetín rojo. Pero su sorpresa fue enorme cuando vio que no estaba en su sitio. ¿Qué había pasado con su calcetín?

Después de una hora buscando el calcetín rojo, salió de su cuadro de luces para averiguar qué había pasado. Encontró trozos de sus relatos en el camino. Recogiendo y siguiendo los mismos llegó a la colina más alta de Villa Cuadro de Luces, dónde vivía el interruptor más desagradable del mundo, Don Paco. Don Pepe rodeó la cajita hasta que encontró la ventana de la habitación dónde estaba Don Paco con su calcetín rojo. Veía como sacaba las hojas y las leía, rompiendo algunas y dejando otras dentro del calcetín. Cuando Don Paco se levantó, vio a Don Pepe mirando por la ventana. Salió fuera y le gritó, diciéndole que se fuera de su propiedad. Discutieron y Don Paco le acabó confesando que se sentía solo y que nadie se paraba nunca a hablar con él cuándo bajaba a dar un paseo a Villa Cuadro de Luces y que por este motivo, había robado el calcetín rojo con todas las historias, para poder leerlas y no sentirse tan solo. Ese era el gran secreto de Don Paco. Pero a partir de ese momento, ambos se hicieron amigos y Don Pepe le dijo que podía hablar con él siempre que quisiese, que su historia jamás sería olvidada porque la escribiría de su puño y letra y la guardaría en el calcetín rojo, lugar dónde las personas quedan recordadas para siempre.


message 103: by Diana (new)

Diana C (dianacas) Bueno acá dejo el mio... Soy de Argentina y me sonaba raro decirle Calcetín así que lo cambie por "Media".

Espero que les guste!

Me estaba punto de quedar dormido cuando se abrió la puerta de un golpe. Se sentó en la cama sin decirme nada. Llevaba algo rectangular en la mano, que no sabía que era y se acostó en mi lugar. Me aplasto un poco, y aun así, no emitió ninguna palabra, por lo que me tuve que mover. Irritado por la invasión, intenté quejarme, pero estaba muy cansado. Me acosté sobre toda la ropa que estaba en la cama. Era de ella, pero pareció no importarle.
Tengo que admitir que había tomado un gran afecto a esa cosa rectangular. La escuchaba chillar y suspirar. No entiendo a los humanos.
“Ay, no quiero que termine este libro” dijo y lo dejó sobre la cama. Miró su muñeca, la que siempre llevaba algo redondo aferrado a ella y comentó que se le había hecho tarde. “¡Kevin!” gritó en dirección hacia mí “Estás sobre toda la ropa que había preparado para salir”. Me corrió y siguió explicando, o hablando en voz alta, no lo sé. “Hoy es día de Rojo, y tengo que ir vestida con diferentes tonos… o eso dice Lorena…” Siguió hablando pero no la escuche. Un poco más enojado que antes, agarré lo primero que tenía cerca y me moví sigilosamente. Por suerte, no se dio cuenta y pude escapar.
Estaba tan tranquilo en el sillón cuando escuche unos gritos… “¿Dónde está? ¿¡Dónde está!? Ay, por Dios, ¡¡voy a llegar tarde a clases!!... A ver: ya busque adentro del cajón de medias, entre la cama, debajo de ella, en el canasto de la ropa sucia, en el living, debajo de la cama otra vez…”. Entonces fui a deleitarme con su desesperación”. ¡Kevin! ¿Qué tenés en la boca? ¡Mi media roja! La he estado buscado por casi una hora… Sos un gato travieso”. Me acaricio y me puso encima de su, ahora caótica, cama.
Aun no puedo creer que tenga que vivir este calvario…Mi humana está cada día más loca.


Pueden encontrarme en mi blog: http://DianaKitten.blogspot.com


message 104: by J.C. (new)

J.C. Hidalgo (jchidalgo) | 94 comments Hola Diana. Al principio me parecía rara la historia, hasta que se sabe que el que la narra es un gato. Me parece gracioso que no se sepa hasta el final :). Me gustó mucho


message 105: by Diana (new)

Diana C (dianacas) Gracias! Era la idea! Que el lector se sintiera un poco raro y que el gato sea un vago. Tengo gatos así que imite su comportamiento jajaja


message 106: by France (new)

France Calderon (france_calderon) | 1 comments Roxanne y su calcetín rojo
Cada fin de semana Roxanne sorprendía a los espectadores con sus trucos de malabarismo, ella era la estrella del circo y todos pagaban solamente por verla actuar.
Como todos los viernes en la noche Roxy, como su familia le llamaba, se preparaba para su acto antes del gran espectáculo. Debido a que era muy supersticiosa tenía una rutina ya establecida. Primero calentaba y estiraba, luego realizaba su acto completo siete veces por que este era su número de la suerte y por ultimo alistaba su disfraz.
Toda su rutina iba como siempre hasta que llego a la última parte y se percato que el calcetín derecho no se encontraba en su sitio habitual. Cualquier persona pensaría que esto no era importante, sin embargo para Roxy era todo un desastre ya que ese era su calcetín de la suerte.
Se paso una hora buscando el calcetín rojo y conforme los minutos pasaban su ansiedad era mayor. Reviso cada cajón y en todo su closet, hizo de su habitación todo un desastre pero este no apareció. Decidió que necesitaba ayuda para encontrarlo, ya que sin él no se presentaría. Creía que todo saldría mal porque nunca había actuado sin él. Llamo a su mejor amiga Dana, ella era una trapecista del circo y ambas habían crecido juntas. Dana acepto ayudar y propuso que ellas revisaran todos los lugares que Roxy frecuentaba.
Primero fueron a la lavandería pero ahí no encontraron nada. Pasaron al comedor, los vestidores, las salas de prácticas y otros lugares pero este no aparecía. Ya habían pasado muchas horas buscando y Roxy cada vez se desesperaba más y más. Dana intentaba consolarla pero hasta ella estaba perdiendo la esperanza de encontrar el calcetín. Decidieron preguntar a todos los del circo, pero la respuesta siempre fue la misma, nadie sabía dónde estaba el calcetín.
Todas sus ideas se habían agotado; cuando de pronto vieron a Daniela, la hermana pequeña de Roxy, y se llevaron la gran sorpresa de que ella había estado jugando con el calcetín todo el tiempo. Daniela tenía tres años y acababa de aprender a entrar al cuarto de su hermana mayor. El calcetín había llamado su atención y ella se lo había llevado para jugar con él.
Al principio Roxy se enfureció al ver el calcetín, sin embargo luego fue invadida por la felicidad de haberlo encontrado al fin. Daniela se lo entrego y con esto, pudo terminar su rutina de los viernes. Al día siguiente, fue su presentación en donde como siempre todo salió a la maravilla y nadie sospecho de la crisis sufrida por Roxy y su calcetín.


message 107: by Miguel (last edited Aug 05, 2014 09:32PM) (new)

Miguel Eduardo | 2 comments Se pasó una hora buscando el calcetín rojo:

Ese bello objeto humano... cómo se llamaba... ¡haa cierto!, calcetín, un hermoso calcetín rojo. No puedo negar que el universo pareciera no tener fin, aunque con mi pequeña edad no lo tengo seguro, sin embargo el planeta que más me gusta del universo es la tierra, todo en ese lugar es interesante. Sé que solo soy una alienígena pequeña, además mi nombre, Xatira, no es de renombre en mi mundo, de igual manera me escaparé.

El humano hoy saldrá como casi todos los días a ese lugar llamado escuela, por lo tanto ésta es mi oportunidad, me escapare en el tele-transportador, de esa manera llegaré al instante al centro de su ciudad.

Ya llegue a la tierra, donde grandes edificios se alzan imponentes. Debo aprovechar que aparecí en este callejón, aquí podre transformarme en una chica linda como las de este planeta. Ahora que estoy lista debería irme, tengo que actuar normal, como uno de ellos. Después de pasar toda la ciudad siguiendo mi mapa mental, al fin estoy aquí, al frente de la casa del humano con el calcetín rojo. Entrare velozmente por la ventana, sin que nadie se dé cuenta. Ahí está el calcetín, en la cesta de ropa sucia... estoy cerca del mismo, pero la puerta se abre, por la cual el humano entra y me ve. Gracias a mis radares de protección puedo detectar que las pulsaciones del humano se elevaron al verme, también sus pupilas se dilataron, no sé que hacer:

- ¿Quién eres? -Me pregunta el humano.
- Soy Xatira, solo quería llevarme tu calcetín rojo.
- Que extraño... -Dice el humano con los ojos muy abiertos.
- Solo los tomaré...-El miedo se apoderó de mí y sin pesarlo tomé los calcetines, salté por la ventana y me tele-transporté en el aire.

En mi planeta estoy otra vez, si bien ahora con mi calcetín, mi precioso calcetín, solo tardé una hora buscándolo, aunque por alguna razón extraña el humano sigue ahí mirando a la ventana, como si esperara algo.


message 108: by David (new)

David Skinner (davidjskinner) | 36 comments Por un calcetín
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Sergio cerró la puerta tras de sí. El trabajo estaba hecho, y ya solo quedaba una tarea más por realizar: encontrar el maldito calcetín rojo. No iba a ser sencillo, teniendo en cuenta que ese color era el predominante en toda la casa.

Al menos, después de que él llegara.

Estiró la pierna izquierda para esquivar una de las múltiples manchas de sangre y consiguió por fin alcanzar la pared opuesta sin pringarse los zapatos. Ni rastro en la sala de ese calcetín, aunque le pareció ver una pila de ropa amontonada en el cuarto cercano. La habitación de la esposa. Con un par de largas zancadas se situó junto a la puerta y echó un somero vistazo al interior.

Su mirada se detuvo un par de segundos sobre el cuerpo inerte de la mujer, antes de continuar vagando por el lugar. A los pies de la cama se hallaba un pequeño cesto que había pasado desapercibido para él cuando entró por primera vez. Tampoco era extraño que no prestara atención; sus prioridades en aquel instante eran otras.

Los últimos pasos fueron más descuidados, lo que propició que sus —hasta ahora impolutos— zapatos recibieran dos o tres pequeñas salpicaduras de sangre. Ignorándolo, comenzó a buscar entre las prendas amontonadas hasta que, varios minutos después, logró sacar de allí su premio.

El calcetín rojo.

Era un calcetín pequeño, con una pequeña estrella blanca en un lateral. Un objeto que no veía desde hacía varios meses… Concretamente, desde que su hija desapareció. Verlo allí, amontonado junto a Dios sabe cuánta otra ropa perteneciente a innumerables víctimas más, era la prueba definitiva que necesitaba. Por suerte o por desgracia, no se había equivocado de casa.

Ahora, gracias a lo que acababa de hacer, esos degenerados no volverían a dañar a nadie más. Nunca.


message 109: by Ariadna (last edited Aug 15, 2014 01:50PM) (new)

Ariadna Garcia fernandez | 12 comments Se había pasado una hora buscando el calcetín rojo, no podía haber desaparecido. Los calcetines no desaparecen, no se teletrasportan ni deciden irse de casa, no les salen patitas y echan a andar y tampoco creía que un ladrón hubiese entrado solo para llevarse el calcetín de las narices, así que tenía que estar allí. Vamos no es que fuera tan grande la habitación. Pero no aparecía y por más que pensaba no se acordaba donde podía estar. Necesitaba ese calcetín, se lo había prometido a Lia.
No es que fuera la peor madre del mundo, es que simplemente estaba ocupada. Tenía que trabajar. Hacia ya tres años que estaban solas y tenía que trabajar, no es tan fácil criar a una niña sola y siempre se sentía culpable, pero desde que había enfermado era aun peor, sentía que no había echo nada bien. Lia llevaba una semana en el hospital después de un año ingresando intermitentemente y ella estaba muerta de miedo, después de perder a Aaron no podía perderla también a ella.
Y le encantaban esos calcetines, hoy se operaba y le había prometido que se los llevaría. La gracia es que le quedaban pequeños, estaban desgastados y tenían un agujero. Incluso le pregunto al medico si la podían operar con ellos, eran sus calcetines de la suerte. Dios tenía tanto miedo que no podía pensar en otra cosa, no podía pensar que igual la perdería, por eso buscaba el calcetín, era mucho más fácil, además se lo había prometido.
- ¿Nos vamos cielo? Se hace tarde- la voz de su padre denotaba preocupación, el pobre, mirando la habitación de la pequeña debía de pensar que se había vuelto loca, parecía que acababa de pasar un huracán. La ropa por el suelo, los cajones volcados...
- Necesito encontrar el calcetín papa, se lo prometí, los necesita- no dijo nada y se lo agradecio. No podía afrontar el día sin el calcetín, era lo único que podía hacer hoy por Lia y lo iba a hacer.
Fue entonces cuando se acordo, la caja de costura. Hacia tres noches había intentado arreglar ese agujero del dedo, había intentado que tuvieran mejor aspecto porque sabia que se animaría. Bajó al salón a buscarlo. En cuanto abrió la caja apareció, remendado, pequeño y rojo como un tomate maduro. Parecía que se reía de ella, en cuanto lo encontro se sentió peor. Ya no había escusa, tenían que irse, tenía que ir a ese hospital y ver a su pequeña mientras se la llevaban a quirófano, sin poder hacer nada. Era la hora y tenía el calcetín.
- Vámonos- dijo mientras se dirigía a la puerta poniendo su mejor cara, desesperados, tristes y ansiosos. Pero el calcetín había aparecido y todo iba a salir bien. O eso era lo que se repetía.


message 110: by J.C. (new)

J.C. Hidalgo (jchidalgo) | 94 comments David, me ha gustado la historia. Clara, concisa y directa. He leído tus tres ultimas historias, y aunque no he comentado las otras dos, decirte que me gusta ese estilo oscuro y "chungo" que tienes, pero de las tres, esta es la que más me gusta (las otras también, pero esta más).


message 111: by David (new)

David Skinner (davidjskinner) | 36 comments Muchas gracias, Javier, tanto por tu comentario como por haber leído mis relatitos. La verdad es que me he divertido escribiéndolos, así que seguro que caen más.

Ariadna, tu historia está bien, pero hay un cambio de narración de tercera a primera persona que me ha desconcertado un poco.


message 112: by Ariadna (new)

Ariadna Garcia fernandez | 12 comments David wrote: "Muchas gracias, Javier, tanto por tu comentario como por haber leído mis relatitos. La verdad es que me he divertido escribiéndolos, así que seguro que caen más.

Ariadna, tu historia está bien, pe..."

No me Habia dado cuenta, gracias por decírmelo. La verdad es que me pasa a veces cuando tuve dudas sobre como enfocarlo. Gracias


message 113: by David (new)

David Skinner (davidjskinner) | 36 comments No hay de qué, Ariadna. Un saludo, y te seguiré leyendo :)


message 114: by Jl (new)

Jl Elioth | 4 comments el calcetín rojo

ya casi iban a dar las 3 de la tarde y aun no encontraba uno de los calcetines rojos, Marta estaba desesperada había dado ya 4 revisiones al enorme camerino y nada de encontrarlo
-aun nada del calsetin, pregunta su manager
-no phill nada, es mi calcetín de la suerte sin el me siento sin nada de suerte es mas me siento desnuda para enfrentar al publico en ese escenario

Marta tenia uno de las presentaciones mas esperadas de su vida una de las mas anhelada desde que inicio su vida como violinista, presentarse frente al principado de Mónaco y enamorarlos con su inigualable violin.

-ok, repasemos lo que hiciste desde que llegaste a a ciudad Marta- le propone phill

-de acuerdo, llegue al la habitación del hotel donde me hospedaría por esta noche entre a la recamara, muy hermosa de hecho, coloque mi equipaje sobre la cama casi de inmediato entro una recamarera y se llevo las sabanas que estaban en a cama y coloco unas nuevas

-pudiste verla?
- no, yo estaba tan hambrienta que solo me percate por su silueta en el vidrio de la refrigeradora
-y después
-tome un zumo de naranja me senté en la cama esperando a que llamara Cecilia para bajar y venir aca, limpie mi violin lo afine y 5 minutos después llego Cecilia
-no veo nada inusual, y de hecho aun no me veo el calcetín en tu historia
- no te burles phil, llegue al teatro y me sumergí en el camerino y ni mas aquí estoy buscando un bendito calcetín.
-ay marta ya llevas 1 hora buscando el calcetín porque no solo te pones uno y listo por lo menos algo de suerte tendrás esta noche
-eso será lo que hare- reflexión Marta

sus pasos eran nerviosos y algo cautelosos al tocar el piso del escenario aun pensado donde estará el dichoso calcetín, sube a su silla alta y procede a abrir el estuche de su violin vianes,

- no puedo creerlo, marta queda atónita
- que sucede le grita phill
- no creerás lo que acabo de encontrar, la risa de marta resuena por todo el teatro sorprendiendo de manera al publico.
- no me digas que es el calcetín
-si lo es, y ya recuerdo el porque estaba aquí, en el momento de limpiar mi violin saque de mi equipaje lo primero que encontré no le preste atención y como llego Cecilia rápido lo guarde junto a mi violín

la risa de Marta no paraba hasta que bajaron el telón para dar inicio a la función.

Marta enamoro a los príncipes de Mónaco con su extraordinaria presentación y con la suerte que le dio su extraviado calcetín rojo.


message 115: by J.C. (new)

J.C. Hidalgo (jchidalgo) | 94 comments Hola Jl. La historia no está mal. Y francamente, debo felicitar a todos y todas por sacar tantas ideas a partir de un calcetín.
Pero al margen de eso... hay muchísimas faltas de ortografía, acentuación, estilo... Supongo que lo has hecho desde el móvil, pero aún así deberías cuidarlo un poco más.
Mira, te recomiendo este enlace
http://www.aulafacil.com/OrtografEspa...

Y este otro para el uso de las rayas en los diálogos
http://vatraduccion.wordpress.com/201...

Espero que te sirva. Saludos


message 116: by Papan (new)

Papan | 17 comments Es la primera vez que escribo aquí, os agradezco mucho la oportunidad de participar y espero con impaciencia vuestros comentarios.


Paseaba por el borde del agua, descalza y las pequeñas olas al retirarse, arrastraban la arena debajo de sus pies dejando un rastro de espuma blanca. Ella miraba hacia el horizonte, el sol ya se había escondido detrás del mar dejando un cielo majestuoso, digno de postal.
-No voy a escribirla… ¿Para qué?... La probabilidad de que le llegue es ínfima, casi nula…- Pensaba Araceli mientras seguía paseando -Pero necesito hacerlo… necesito decirle lo que siento aunque no pueda oírme…-
-“Querido Antonio,” No… “querido”, no, es demasiado tópico… “Antonio, hermano” eso me gusta más, sí, empezaría diciendo “Antonio, hermano”-
Se paró un momento, como para aclarar sus ideas, luego siguió su camino, quedaba mucha playa por delante, le daría tiempo a acabar la carta antes de llegar a casa.
-Antonio, hermano…
¿Hace cuánto tiempo que no nos hablamos?... Yo ya…ni lo sé… el tiempo pasa muy deprisa y no se para por nadie, ni siquiera para nosotros… y ahora… esto: ¿A dónde ibas en ese barco? ¿Por qué a ti? Hermano… si quedaba alguna remota posibilidad de volver a vernos…ahora ya no existe, ahora…ya es demasiado tarde… por eso te escribo esta carta, no te pido perdón con ella, no tengo porqué… solo quiero decirte que te echo de menos… sí, aunque no lo quieras, nunca podrás dejar de ser mi hermano, mi hermano pequeño, ya sé que no te gusta, que hubieras querido ser tú el mayor, pero la vida nos juega esas pasadas y no podemos cambiarlas, nunca nos hemos llevado bien, estabas lleno de rencor y de envidia y ese árbol no te dejaba ver el bosque que había detrás… siempre has querido imponer tu criterio, pero con migo no lo conseguías y has preferido romper…pero aun así, sigues siendo mi hermano pequeño, eso no lo podrás cambiar, y, como tal, te echo de menos…
Hermano… vuelve… te estaré esperando, siempre… ¡¿Qué es para ti un naufragio?!
Sé que lo conseguirás… y aquí me tendrás, con los brazos abiertos…como debe de hacer…una hermana mayor.-
Llegó a su casa, abrió la vieja puerta de madera repintada, maltratada por el tiempo y el salitre, chirrió, como siempre, tendría que volver a engrasarla, ahora, tenía que ocuparse ella de esas cosas, desde que su hermano se fue, hace muchos años, era la única habitante de la “casa de la playa”, como la llamaban en el pueblo.
Fue directa a la cocina, el olor de hierbas aromáticas inundó sus fosas nasales, respiró profundamente con los ojos entrecerrados para poder poner sus cinco sentidos en el olfato y no perder ni un detalle de ese olor entrañable que solo puedes aspirar, de esa forma, una vez, luego te adaptas a él…y ya no es lo mismo.
Abrió la despensa, buscó con la mirada entre todos los objetos perfectamente ordenados que reposaban en las repisas y eligió una botella vacía.
Sacó un tapón de corcho del cajón de los cubiertos, tapó la botella vacía sellándola luego con dos vueltas de cinta adhesiva, salió de casa sujetándola como si fuera un pequeño tesoro, se acercó al mar… lloró lagrimas saladas, no muchas, pero suficientes para enrojecerle los ojos, cogió la botella con su mano izquierda y, tomando todo el impulso del que era capaz, lanzó la botella lejos…muy lejos…entró en casa, se sentó en su butaca preferida, cerró los ojos y respiró profundamente.


message 117: by Papan (new)

Papan | 17 comments Se pasó una hora buscando el calcetín rojo
El pelo mojado goteaba sobre la alfombra mientras Román buscaba desesperadamente su calcetín rojo.
Encima de la cama deshecha reposaban, perfectamente planchados, una camisa blanca y su mejor vaquero, en el suelo, completando el ajuar relucían los zapatos negros brillantes de betún; en la cómoda, solo, apartado, esperaba un calcetín rojo, si no encontraba el compañero, estaba perdido.
A los pies de Román se amontonaban calzoncillos, camisetas y calcetines de todos los colores, pero el rojo no aparecía y el cajón ya estaba vacío.
Las agujas del reloj no querían reducir su marcha, Román estaba a punto de un ataque, si no encontraba pronto el calcetín llegaría tarde a su primera cita con Flor, “llevarás calcetines rojos, así podré reconocerte” le dijo por e-mail en el último mensaje que le envió.
Era domingo, las tiendas estaban cerradas, el calcetín tenía que aparecer.
El móvil sonó haciéndole dar un brinco por la melodía tan estridente que había elegido, lo localizó debajo de un montón de ropa y al cogerlo… ¡El calcetín!... Ahí estaba… era la funda que su madre le había improvisado cuando perdió la original…
Sin mirar siquiera quien le había llamado, descosió la funda y quedó entre sus dedos una especie de muñequera que llevó consigo a la cita, colocándola encima de un calcetín negro a la altura del tobillo, entre el zapato y el pantalón…no se notaba la diferencia.
Esperaba sentado a la mesa de un bar, en una terraza al abierto, con las piernas visibles, nervioso y preocupado, si no le hacía buena impresión, Flor, al verle disimularía y se iría, él no tenía forma de reconocerla.
Al cabo de unos minutos, una chica que estaba sentada unas cuantas mesas más adelante, se acercó a él, lo miró con la cabeza ligeramente ladeada y comentó:
-No es fácil encontrar un par de calcetines rojos en domingo, un calcetín y medio demuestran suficiente interés en conocerme… soy Flor ¿Puedo sentarme?-


message 118: by Papan (new)

Papan | 17 comments Papan



El pelo mojado goteaba sobre la alfombra mientras Román buscaba desesperadamente su calcetín rojo.

Encima de la cama deshecha reposaban, perfectamente planchados, una camisa blanca y su mejor vaquero, en el suelo, completando el ajuar relucían los zapatos negros brillantes de betún; en la cómoda, solo, apartado, esperaba un calcetín rojo, si no encontraba el compañero, estaba perdido.

A los pies de Román se amontonaban calzoncillos, camisetas y calcetines de todos los colores, pero el rojo no aparecía y el cajón ya estaba vacío.

Las agujas del reloj no querían reducir su marcha, Román estaba a punto de un ataque, si no encontraba pronto el calcetín llegaría tarde a su primera cita con Flor, “llevarás calcetines rojos, así podré reconocerte” le dijo por e-mail en el último mensaje que le envió.

Era domingo, las tiendas estaban cerradas, el calcetín tenía que aparecer.

El móvil sonó haciéndole dar un brinco por la melodía tan estridente que había elegido, lo localizó debajo de un montón de ropa y al cogerlo… ¡El calcetín!... Ahí estaba… era la funda que su madre le había improvisado cuando perdió la original…

Sin mirar siquiera quien le había llamado, descosió la funda y quedó entre sus dedos una especie de muñequera que llevó consigo a la cita, colocándola encima de un calcetín negro a la altura del tobillo, entre el zapato y el pantalón…no se notaba la diferencia.

Esperaba sentado a la mesa de un bar, en una terraza al abierto, con las piernas visibles, nervioso y preocupado, si no le hacía buena impresión, Flor, al verle disimularía y se iría, él no tenía forma de reconocerla.

Al cabo de unos minutos, una chica que estaba sentada unas cuantas mesas más adelante, se acercó a él, lo miró con la cabeza ligeramente ladeada y comentó:
-No es fácil encontrar un par de calcetines rojos en domingo, un calcetín y medio demuestran suficiente interés en conocerme… soy Flor ¿Puedo sentarme?-


message 119: by Papan (new)

Papan | 17 comments Papan



Se pasó una hora buscando el calcetín rojo ,el pelo mojado goteaba sobre la alfombra mientras Román no sabía ya donde buscar..
Encima de la cama deshecha reposaban, perfectamente planchados, una camisa blanca y su mejor vaquero, en el suelo, completando el ajuar relucían los zapatos negros brillantes de betún; en la cómoda, solo, apartado, esperaba un calcetín rojo, si no encontraba el compañero, estaba perdido. Se pasó una hora buscando el calcetín rojo.
A los pies de Román se amontonaban calzoncillos, camisetas y calcetines de todos los colores, pero el rojo no aparecía y el cajón ya estaba vacío.
Las agujas del reloj no querían reducir su marcha, Román estaba a punto de un ataque, si no encontraba pronto el calcetín llegaría tarde a su primera cita con Flor, “llevarás calcetines rojos, así podré reconocerte” le dijo por e-mail en el último mensaje que le envió.
Era domingo, las tiendas estaban cerradas, el calcetín tenía que aparecer.
El móvil sonó haciéndole dar un brinco por la melodía tan estridente que había elegido, lo localizó debajo de un montón de ropa y al cogerlo… ¡El calcetín!... Ahí estaba… era la funda que su madre le había improvisado cuando perdió la original…
Sin mirar siquiera quien le había llamado, descosió la funda y quedó entre sus dedos una especie de muñequera que llevó consigo a la cita, colocándola encima de un calcetín negro a la altura del tobillo, entre el zapato y el pantalón…no se notaba la diferencia.
Esperaba sentado a la mesa de un bar, en una terraza al abierto, con las piernas visibles, nervioso y preocupado, si no le hacía buena impresión, Flor, al verle disimularía y se iría, él no tenía forma de reconocerla.
Al cabo de unos minutos, una chica que estaba sentada unas cuantas mesas más adelante, se acercó a él, lo miró con la cabeza ligeramente ladeada y comentó:
-No es fácil encontrar un par de calcetines rojos en domingo, un calcetín y medio demuestran suficiente interés en conocerme… soy Flor ¿Puedo sentarme?-


message 120: by Papan (new)

Papan | 17 comments Un dragón rojo
Una bonita historia, bien argumentada, muy real y el final te deja bien, los esfuerzos siempre dan su resultado...


message 121: by Papan (new)

Papan | 17 comments Papan

Se pasó un hora buscando el calcetín rojo, el pelo mojado goteaba sobre la alfombra mientras Román buscaba desesperadamente su calcetín rojo.

Encima de la cama deshecha reposaban, perfectamente planchados, una camisa blanca y su mejor vaquero, en el suelo, completando el ajuar relucían los zapatos negros brillantes de betún; en la cómoda, solo, apartado, esperaba un calcetín rojo, si no encontraba el compañero, estaba perdido.

A los pies de Román se amontonaban calzoncillos, camisetas y calcetines de todos los colores, pero el rojo no aparecía y el cajón ya estaba vacío.

Las agujas del reloj no querían reducir su marcha, Román estaba a punto de un ataque, si no encontraba pronto el calcetín llegaría tarde a su primera cita con Flor, “llevarás calcetines rojos, así podré reconocerte” le dijo por e-mail en el último mensaje que le envió.

Era domingo, las tiendas estaban cerradas, el calcetín tenía que aparecer.
El móvil sonó haciéndole dar un brinco por la melodía tan estridente que había elegido, lo localizó debajo de un montón de ropa y al cogerlo… ¡El calcetín!... Ahí estaba… era la funda que su madre le había improvisado cuando perdió la original…

Sin mirar siquiera quien le había llamado, descosió la funda y quedó entre sus dedos una especie de muñequera que llevó consigo a la cita, colocándola encima de un calcetín negro a la altura del tobillo, entre el zapato y el pantalón…no se notaba la diferencia.

Esperaba sentado a la mesa de un bar, en una terraza al abierto, con las piernas visibles, nervioso y preocupado, si no le hacía buena impresión, Flor, al verle disimularía y se iría, él no tenía forma de reconocerla.

Al cabo de unos minutos, una chica que estaba sentada unas cuantas mesas más adelante, se acercó a él, lo miró con la cabeza ligeramente ladeada y comentó:
-No es fácil encontrar un par de calcetines rojos en domingo, un calcetín y medio demuestran suficiente interés en conocerme… soy Flor ¿Puedo sentarme?-


message 122: by Jennifer (new)

Jennifer Jativa | 1 comments El calcetín rojo.

Eran las 19.00 h de la tarde, Alexan, relajada en la bañera, iba imaginando lo bonita y especial que iba a ser esa noche. Había quedado con Frederic y como hacía varios meses que no se veían decidió sorprenderle con una cena romántica, de esas que siempre había soñado.
De pronto, una pícara sonrisa apareció en su rostro. Algo oscuro se le había pasado por la cabeza pero para ello necesitaba algún que otro preparativo: Una botella de Champán, velas, los calcetines rojos de encaje, el traje de colegiala y quizás algún juguete secreto...

¡Oh no! ya eran casi las 20.00 de la tarde y aún seguía en la bañera sin nada preparado. Disponía de dos horas antes de que él llegase, así que cogió la toalla y salió corriendo hacia su habitación.
Una vez vestida y con los ingredientes para la cena guardados empezó a buscar el traje y los demás complementos.

Se pasó una hora buscando el calcetín rojo pero justo cuando el timbre sonó pudo verlo en el fondo del armario.

Alexan estaba más inquieta de lo normal, estaban ya en casa de Frederic y tenía que conseguir que se quedara en el sofá del comedor mientras ella preparaba todo; así que para asegurarse usó la venda para taparle los ojos y el fular para sujetarle las manos.

Ella, pensativa pero con una tímida sonrisa, se recostó sobre su regazo; Frederic seguía intrigado, no sabía por qué Alexan le miraba con esos ojos, y es que él no sabía que ella estaba enferma. Alexan lo prefería así pues él lo era todo para ella, lo quería y era incapaz de hacerle daño.
A la mañana siguiente, mientras él seguía durmiendo plácidamente, Alexan no podía dejar de sollozar mientras escribía su última carta. Acto seguido, le preparó el desayuno y tras darle un dulce, tierno y suave beso se marchó.

El sol entraba fuerte por la ventana, de repente sonó el despertador y Frederic confundido se despertó. Al no verla dormida ni tampoco en la casa decidió llamarla; que raro, ella siempre le respondía. Minutos después recibió un mensaje:


“Hola mi niño, como verás no estoy en casa y ahora
no puedo hablar; tienes el desayuno en la mesa, ves y
todo entenderás. Lo siento y nunca olvides que te amo.
Simplemente tuya A.”

Lo primero que vio al girarse fue aquel par de calcetines rojos que tan buenos recuerdos le traían a la mente y un sobre blanco. Una gran sonrisa apareció en su rostro, pero segundos después de abrir la carta la tristeza se adueñó de él.


message 123: by J.C. (new)

J.C. Hidalgo (jchidalgo) | 94 comments Buenas. Por fin se me ha ocurrido algo con un calcetin rojo. Aunque... quizá no sea lo que uno se espera. Y siento que la historia me ha salido un poco larga, pero... una cosa ha llevado a otra y ya se sabe como son estas cosas:



Tardó una hora en encontrar “El Calcetín Rojo”, una barriada de muy mala recomendación. Daba igual cuantas veces pasara por la zona portuaria, siempre se perdía; era un laberinto de callejuelas mal iluminadas (las que lo estaban) tan estrechas que apenas cabía una persona entre las pequeñas casas clónicas puestas de forma aleatoria. No era de extrañar, el entorno era amenazador y las chozas cuadradas aunque de ángulos curvos construidas de adobe habían tenido que ir juntándose unas a otras para consolarse mutuamente y espantar el miedo de estar en, probablemente, la zona más peligrosa de Tolnedra. Estaban tan juntas y habían tantas, que la gente del lugar acostumbraban a hacer vida en las terrazas y recorrer la zona saltando de unas a otras. Incluso habían tablones que hacían de puentes improvisados. Las terrazas era una segunda barriada suplementaria.
El aire apenas podía circular por las callejas, donde una orgía de olores a humanidad, animales, bebidas y otras cosas que es mejor no saber se consensaba creando una biosfera personal, en la que probablemente hubiera algún tipo de vida todavía desconocida en proceso de evolución.
Consiguió abrirse paso entre las numerosas gentes que se aglutinaban por todas partes; prostitutas, vendedores de mercancías ilegales de todo tipo, mendigos y gente sospechosa en busca de transacciones que solo aquí se puede encontrar. Por fin encontró una escalera que le permitió escapar a los tejados donde podría encontrar algo de aire respirable que no hubiera sido usado ya. Aun así, el ambiente de las terrazas era también tremendamente concurrido. Básicamente era un copia y pega, pero sin paredes aprisionándote y algo más de nivel, aparentemente reservado a algún tipo de escoria humana de clase superior.
Entre puestos de comida extrañas, vendedores de cerveza, más prostitutas, más tipos raros vendiendo todo tipo de sustancias psicotrópicas, y algún tipo famoso en busca de placeres oscuros, consiguió encontrar a Bartos, su habitual contacto en Tolnedra. Era lo que se conocía como un buhonero callejero, un tipo que trapicheaba con cualquier cosa que diera dinero y fuera ilegal. Se abrió paso a codazos hasta llegar a su altura.
Se levantó levemente la capucha que le cubría la cara, lo suficiente para que Bartos lo reconociera. El misterioso personaje ocultaba su identidad por dos buenos motivos. El primero, no quería que nadie lo reconociera. Pese a venir el país vecino Turizar y nadie lo conocía, no quería correr el riesgo de encontrarse con ningún otro tripulante del barco donde era uno de los oficiales y lo reconociera.
El otro motivo, y casi más importante, era que tenía varios implantes Golemmnicos bastante obvios, como un brazo metálico y un ojo tallado en Agata, más algunas otras modificaciones mágicas (como agallas artificiales, que eran realmente útiles cuando la mayor parte del tiempo lo pasas en alta mar). En su país el empleo de la magia para la mejora personal eran algo normal aunque no fueras Mago, casi necesario a partir de ciertos niveles sociales o profesionales, pero en Lacre, cuya mente era mucho más “tradicional”, no les gustaba esas cosas y desconfiaban de ella. Era el principal motivo por el que los barcos Turizeños solo podían cargar y descargar de noche; para que nadie viera los Golems y Constructos mágicamente animados que se ocupaban del trabajo duro. Fuera de la vista de la gente evitaba problemas.
– Perdón por el retraso– dijo Astrapoino –. Me he vuelto a perder.
– No te preocupes, siempre encuentro alguna forma de entretenerme – dijo sin sacarse un palillo de la boca– . ¿Quieres probar un poco de este vino de la zona? Fue una buena cosecha, me costó ciento Toquens la botella– sacó un odre de vino y se lo ofreció cordialmente al encapuchado; compartir bebidas era costumbre local– . Bueno, ¿a que se debe tu visita? ¿Qué me traes Astrapoino?
Este lo tomó con una mano enguantada, que ocultaba la mano forjada en cobre que sustituía la que tuvo años atrás. Bebió un gran trago; el hígado y riñones mágicamente transmutados trabajaban mucho mejor en el filtrado del alcohol y le inmunizaban casi totalmente contra las borracheras, y por lo tanto con tomar decisiones idiotas.
Fue al grano. Los Turizeños son populares por ser gente de negocios expeditiva. De algún lugar de las ropas sacó un anillo. Se lo mostró sujetándolo delicadamente entre los dedos.
– Esto es una `Anillo de Felicidad´– dijo, como en secreto– . Está hechizado con un sortilegio que te hace sentir feliz cuando dices la palabra adecuada. Está petándolo en las calles de mi país.
– ¿Y qué coño hace eso? – preguntó Bartos, receloso ante la perspectiva de algo mágico.
– ¿Qué puñetas crees? Pues te hace feliz durante una hora. Abre bien tus orejas porque esto es el futuro, y va a sustituir a todas las drogas. No hay efectos secundarios ni mierdas raras. No puede cortarse ni adulterarse. Cien por cien seguro. Cualquiera puede usarlo, desde niños hasta abuelos o embarazadas. Y solo tiene energía suficiente para cinco usos, así que los clientes lo comprarán una y otra vez.
– Pero… ¿por qué va a sustituir las drogas? Ya sabes que la pasta la sacamos de los clientes habituales. Esto pueden dejarlo en cualquier momento. No me gusta– dijo desviando su atención hacia la gente alrededor.
– No te has enterado. Claro que engancha y por supuesto que habrán clientes habituales. No engancha por porque no es adictivo como las otras drogas. Esto engancha por algo mucho más natural: provoca la falsa sensación de seguridad automáticamente, sin tener que hacer nada. La gente compra esto en Turizar a montones para conseguir ser felices. Y como no hay química ni las otras mierdas, sienten que es limpio. Todos esos cretinos que rechazan tomar drogas por miedo a la química, la adicción, o los efectos secundarios ya no tienen excusa con estos anillos– dijo Astraponio sonriendo maliciosamente– . Creeme, está arrasando. Hará que todas las hojas, polvos y raíces que vendes ahora se conviertan en una moda de viejas y fracasados.
Bartos dudó, y pensó durante unos segundo, mientras jugueteaba con el mondadientes nerviosamente.
– ¿Cuántos puedes conseguirme y a cuanto? – preguntó más como un acto instintivo para ganar tiempo, que por otro motivo.
– Te puedo traer cien unidades esta misma noche, por doscientos Toquens. Si te interesa te puedo conseguir mil por semana a cinco mil Toquens. Los puedes vender por diez cada uno perfectamente. Te los quitaran de las manos.
– Pero el problema no es eso. ¿Cómo meto esta mierda en el mercado? Aquí las cosas sin diferentes, a la gente no le gusta la magia. No van a aceptarlo fácilmente– protestó.
– Un tipo como tú seguro que tiene sus recursos y contactos. Regala unos pocos a los típicos que se meten de todo. A artistas, músicos, actores, esa gente está más que dispuesta a probar lo que sea con tal de que sea “de diseño” y exótico. Dile que es lo más `cool´ y que Lacre está atrasada. Aunque quizá decir la verdad por una vez puede provocarte un daño cerebral– añadió con humor cínico– . Bueno, está claro. En un rato te traigo un par de tipos con una bolsa con cien anillos. Ten preparado el dinero, no les gusta dar vueltas para nada.
Diciendo esto se fue y se largó de la azotea igual que había venido.
“Turizeños…” pensó Bartos. Solo les interesa el negocio; cuando terminan se largan, sin emborracharse ni nada. Respecto a colocar estos anillos de las narices… conocía a varios artistas pijos que les interesaría probar algo más… `chic´.


message 124: by Alex (new)

Alex | 4 comments Buenas, soy nuevo y quería probar y también hice este ejercicio. Está sin revisar, por lo que es posible que tenga algunos errores:

Me llamo Andrés. Vivo en casa con mis padres, en Madrid. Tengo 28 años. Soy un chico moreno, de complexión delgada al que muchas veces dicen que debería coger unos cuantos kilos porque sino, según dicen, el día menos pensado vendrá una ventolera de viento y se me llevará volando. En fin, lo que he venido a contaros no es eso. Es una historia que sucedió hace 4 años: el gran secreto de mi hermano mayor, Tomás.
Todo empezó aquel fabuloso día de Octubre. Pese a que ya debíamos estar en primavera, seguía haciendo el mismo calor de verano. Pero eso no importaba, aquel era un gran día por motivos muy diferentes al tiempo meteorológico: ese día volvía Tomás por fin de su larga estancia en Roma. Se había ido allí a probar suerte con el trabajo, de momento, de forma temporal, y al final, la cosa se fue alargando hasta quedarse un año entero. Pero ese día había decidido volver al fin, y mis padres habían decidido prepararle un cálido recibimiento.
De modo, que allí estábamos, preparando una tarta y decorando un poco el salón como si de un cumpleaños se tratase. La hora prevista para la llegada de Tomás, era a la 1 del mediodía. Y solo eran las 10 de la mañana. Aun quedaba mucho por hacer. Mi padre había insistido en ir a recogerle al aeropuerto, pero Tomás se negó en redondo alegando que le recogería un amigo con el cual ya había hablado
Yo también tenía ganas de verlo. Cuando vivía aquí con nosotros, tenía una gran relación con el, nos lo contábamos todo, quedábamos con amigos comunes etc. Pero desde que se fue a Roma el contacto desapareció completamente y quería saber porque había surgido tal distanciamiento.
Las horas fueron pasando, más rápidas que lentas, y, por fin. Llegó la hora tan esperada. Mis padres y yo estábamos expectantes en el salón, con los ojos fijos en la puerta de la calle. Ahora si, de un momento a otro, Tomás entraría por ella.
Y así fue. Mi desaparecido hermano apareció con una sonrisa de oreja a oreja. Mis padres corrieron a abrazarlo rápidamente, y en cuanto me llegó el turno a mi. Tomás me abrazó con excesiva efusividad, algo que me sorprendió completamente: parecía que me había echado de menos de verdad.
De repente, en cuanto nos separamos de él. Tanto mis padres como yo, reparamos en algo al mismo tiempo. La cara de Tomás tenía algunas cicatrices. Mi madre, como de costumbre saltó al borde del histerismo:
---¿pero qué te ha pasado?
Tomás trató de mantener la compostura, y sin sonar muy convincente explicó que se había caído varias veces con la bici paseando por Roma. Acto seguido, comenzó a explicar que la circulación allí era una verdadera locura, ya que los conductores no respetaban ningún tipo de señal vial. Aquello pareció convencer a mis padres, pero a mi me sonó a excusa barata. Algo extraño estaba pasando, lo sentía.
Sin más preámbulos, nos sentamos a comer y a celebrar con alegría su regreso. Durante la comida, hubo algo que me sorprendió aun más que lo anterior. Mi hermano no tenía fotos, según decía, se le había roto la cámara a los dos meses de estar allí. Pero lo más sorprendente es que no parecía conocer bien los lugares más emblemáticos de Roma.
Comencé a sospechar que esa estancia en Roma era un auténtico fraude, pero entonces ¿donde había estado mi hermano durante todo un año y por qué? Tenía que descubrirlo, sí, tenía que mirar entre sus cosas. No había hecho nunca algo así, pero aquella era una situación que lo requería.
Tres días después, cuando por fin el salió de casa (se había pasado dos días durmiendo y encerrado en su habitación). Me acerqué a revolver entre sus cosas. Sabía que estaba mal lo que estaba haciendo, pero también sabía que ocultaba algo y que debía descubrirlo, quizá fuera algo grave. Y bueno, ahora puedo decir que un poco si lo era.
Tras unos minutos, encontré una pequeña cajita que iba con cerradura. Para mi sorpresa, mi hermano se había dejado puesta la llave dentro de la cerradura ¡que descuido más oportuno!. Nervioso y temeroso, me dispuse a girar la llave. Estaba convencido de que allí había algo que explicaba su último año.
Pero, cuando ya estaba girando la llave, Oí la puerta de la calle. ¡mierda, era Tomás! por lo visto se había cansado ya de pasear por la calle. "¿ahora que hago?" pensé angustiado. "si vuelvo a dejar la llave en la cerradura seguro que la guarda en un lugar mejor y habré perdido la oportunidad para siempre". Finalmente, como recurso desesperado me la guardé en el calcetín.
Tan rápido como pude, salí al pasillo y traté de aparentar normalidad. Tomás apareció por el otro extremo a los pocos segundos. Me sonrió, pero no me dijo nada, tan solo me palmeó la espalda, para acto seguido zambullirse de nuevo en su habitación. "sea donde sea el lugar donde ha estado, le ha dejado agotado" pensé preocupado mientras caminaba hacia el salón.
No volví a intentar abrir la cajita hasta una semana después. Volviendo a aprovechar que mi hermano se había ido a pasar el día con unos amigos. "esta vez tengo tiempo de sobra" pensé con alegría. Temeroso, volví a enfrentarme a la cerradura cuando caí en la cuenta de que no tenía la llave. "Un momento, ¿donde está la llave?" pensé alarmado.
Traté de hacer memoria de que es lo que había hecho aquel día con la llave. Por culpa de las prisas la había guardado en cualquier sitio y ahora no recordaba donde.
Cada vez más nervioso, traté de repasar todos mis movimientos de aquel día, y entonces caí: en el calcetín. Está en aquellos horribles calcetines rojos que me regaló mi madre por unas Navidades. A ella le gustaban mucho y el no había podido decirle a la cara que eran horrorosos, de modo que se veía obligado a ponérselos de vez en cuando muy a su pesar. Y ahora, aquellos horribles calcetines tenían la llave que resolvería el misterio. Pero ¿donde estaban los calcetines?. Fui hacia mi habitación y comencé a desordenar todo. Estaba histérico. Era la gran oportunidad de abrir la caja y no podía desaprovecharla de esta forma.
Me pasé una hora buscando los calcetines, pero, finalmente los encontré. Con dedos temblorosos, hurgué en uno de ellos y ¡si! ¡allí estaba la llave!.
Cuando abrí la caja. No sabía muy bien que esperarme, así que no recuerdo si mi reacción fue de sorpresa o de decepción. Lo que había dentro era un recorte de periódico. Sin poder esperar más. Lo cogí y lo abrí con rapidez.
Aquello era más de lo que había podido imaginar. Era una noticia que decía así "absuelto el joven que fue encarcelado por error". Y abajo había una foto en la que estaba mi hermano saliendo de la cárcel de Madrid.
¿Durante todo este año ha estado en la cárcel? ¿y no nos dijo nada? mi cabeza no podía asimilar tanta información de repente. Necesitaba respuestas, y solo una persona podía dármelas.
Aquella noche, cuando mi hermano estaba relajado en la cama de su habitación. Entré despacio y me senté a su lado.
--- hola --- me saludó
-- hola ¿que tal?
El se encogió de hombros.
--- verás he venido por... esto ---dije al tiempo que le sacaba y desplegaba la noticia en su cara
Al darse cuenta de lo que era, mi hermano saltó de un brinco de la cama.
---¿has abierto la caja?---preguntó rojo de ira
--- si, bueno, sabía que algo te había pasado y solo quería saber que estabas bien
Tomás miro hacia otro lado, aun molesto.
-- no tenías derecho a mirar entre mis cosas
-- pero ¿es que no lo entiendes? como pudiste ocultarnos esto a mi y a nuestros padres? debiste confiar en tu familia aunque al principio te diera vergüenza
Pareció calmarse. Me miró y resopló.
--- quise evitarlo ya que creía que me iban a soltar a los pocos días o semanas. Pero para cuando ya me di cuenta, llevaba allí varios meses y ya no sabía como contaros algo así
--- pero... ¿como acabaste allí?
--- pues...una semana después de haberme ido de casa, una noche me fui de cena. Al volver a mi casa. Tuve tan mala suerte que presencié un asesinato con un cuchillo en un cajero automático. No pude moverme debido al miedo y el asesino me tiró el cuchillo y salió huyendo. Instantes después llegó la policía y me encontró junto a la víctima con mis huellas en el cuchillo y restos de sangre sobre mi ropa. Nunca hicieron caso de mis quejas.
--- debió ser duro para ti --
El asintió en silencio.
--- es ahora, cuando parece que han encontrado una pista que los ha llevado hasta el verdadero asesino y se han dado cuenta de que yo era inocente ---continuó en voz baja
Y así, resolví aquel misterio. Al día siguiente, animé a mi hermano a que se lo contara a mis padres. Aquello hizo que el se sintiera mucho mejor. Y desde entonces vuelve a ser tan feliz como era antes.


message 125: by Charlie (new)

Charlie Dgz | 3 comments “El calcetín rojo”

Se pasaron una hora, o al menos eso parecía, buscando el calcetín rojo. Lo que empezó con un juego de miradas cómplices, imperceptibles roces y una tensión sexual que se podía respirar en el aire que quedaba entre los dos, acabó siendo como una olla a presión de nervios y sudor dentro de una habitación de matrimonio casi a oscuras sobre la flotaba el temor de que alguien notara la ausencia de ambos y le diera por ir a buscarlos. El calcetín no podía desaparecer, igual que había caído en el suelo mientras se desnudaban entre risas contenidas y susurros al oído, allí, en ese mismo lugar, tenía que estar, por sentido común. Pero la lógica a veces se viste de traviesa y disfruta haciendo sufrir a los amantes furtivos.

Valeria odiaba dar fiestas en casa. Se pasaba una semana organizando hasta el último detalle para que sus invitados se llevarán la mejor impresión y estuvieran de humor para negociar y cerrar contratos con su marido. Más que una cena, era una estrategia de marketing. No se serviría, se escucharía ni se vería nada que no tuviera el visto bueno de la joven empresaria. Aunque era su vida y se dedicaba profesionalmente a la planificación de eventos de las más altas esferas, cuando jugaba en casa sentía que la presión se triplicaba.

A las cuatro en punto de la tarde empezó a llegar el equipo de catering que se iba a encargar del cocktail de bienvenida, la cena y la barra en la terraza. A las cuatro y cinco, Valeria se tomaría el primer Xanax de la jornada al comprobar que no le habían enviado al personal habitual. En su lugar, atravesó el portón de la entrada una cuadrilla de camareros que parecían sacados directamente de un instituto de barrio marginal: piercings a la vista, tatuajes mal disimulados con el cuello de la camisa sin planchar, peinados tan precisos y milimétricamente estructurados como espantosos. No hubieron pisado las cocinas cuando Valeria, teléfono en ristre en línea con la empresa de trabajo temporal, entró con paso firme y los mandó a salir de inmediato. Alguien en la agencia, nuevo seguramente, no reconocería su nombre y contrató a la primera cuadrilla que se le ocurrió.
Ante el inesperado aviso, hubo un revuelo considerable y las protestas no tardaron en aparecer. Más de uno se negó a marcharse y más de dos enarbolaron una hoja arrugada firmada por la empresa reclamando su derecho a trabajar allí. El que pareciera haberse autoproclamado líder del grupo, un chico de no más de veinte años, delgaducho, de rasgos marcados y prominentes, con sendos dilatadores en ambos lóbulos y tupé petrificado, exigió que si se les iba a echar, se les pagara lo que habían convenido.
Ante el inminente riesgo de motín, Valeria reculó. Por teléfono le estaban diciendo que al personal habitual lo tenían ubicado en la boda de la hija mayor del alcalde y que habían tenido que tirar del único equipo que les quedaba disponibile, en su recibidor tenía a catorce post-adolescentes empezando a impacientarse.
Colgó el teléfono y llevó a Kevin, el cabecilla, a su despacho. Al contrario que su marido, acostumbrado a lidiar con juntas de accionistas y comités ejecutivos, Valeria se sentía más cómoda negociando uno contra uno. Las audiencias, aunque no participaran, le desconcertaban. Mientras bajaban por las escaleras que llevaban al despacho exterior, barajó las posibilidades que tenía. La perspectiva no era nada halagüeña, o bien suspendía la fiesta a menos de tres horas de comenzar, con el consecuente batacazo social que eso supondría, o se intentaba apañar con lo que le habían mandado, previo lavado de cara, por supuesto.
Kevin se sentía abrumado por los pasillos ostentosos y el mobiliario clásico y presuntuoso de las habitaciones que alcanzó a ver de soslayo, pero no se dejaba achantar por eso, no estaba dispuesto a irse de gratis. Al entrar en la sala decorada con precisión y estudiado pragmatismo, Valeria le invitó a sentarse en uno de los butacones azul hielo de cuero estratégicamente colocados en un lateral. Dudó si sentarse o no, pero al final accedió, sin acomodarse demasiado, con la espalda erguida y la mirada desafiante. Comenzó Valeria, buscando el tono más conciliador que era capaz de recuperar en esas circunstancias:
-Disculpa mis modales, no pretendía ofenderos pero necesito que comprendas que el trabajo de esta noche lo debe realizar un equipo más “profesional”. No es una cena de cumpleaños o un noche de amigas.- Explicó.
Kevin buscó la réplica dentro de lo que los nervios que habían empezado a aflorar le permitían. -Señora, entienda usted que a nosotros nos han contratado y no es la primera vez que servimos en una fiesta elegante. Bueno, no todos. ¿Me comprende?-
-¿Conoces a todos los que han venido contigo?.- Inquirió ella.
-Sí, señora, a casi todos. Somos todos gente legal, se lo juro, de verdad. Yo soy el que más tiempo lleva y sé que curran bien.- Afirmó con contundencia mientras no podía dejar de fijarse en cómo le caía el flequillo sobre los ojos que parecían dos escáners analizando la situación. Tras hacer como si estuviera meditando la propuesta, sabiendo que no le quedaba otra, se acercó a él decidida y le escudriñó con la mirada.
-Hagamos un trato, no llamaré de nuevo a la agencia pero a cambio me tendréis que dar lo que necesito, servicio y presencia. ¿Entiendes por dónde voy?.-
-¿Presencia de qué? - Preguntó haciendo una mueca de extrañeza.
-Presencia de: piercings, tatuajes, argollas, tupés, melenas sueltas, uñas pintadas, uniformes arrugados, zapatos sucios…- Prácticamente le estaba describiendo.
-Que nos pongamos de pijos así como usted, ¿no? Ni que fuéramos a trabajar peor por llevar dilatas.- Respondió sin disimular la ofensa. Valeria decidió que ya no era el momento de seguir tanteando y pasó al ataque.
-Chaval, o lo tomas o lo dejas. Gasto menos energía en pedir otra cuadrilla a tu agencia o a cualquier otra que discutiendo con vosotros. Te agradecería que no me hicieras perder más tiempo.- Desvió la mirada a su teléfono y lo desbloqueó con la intención de dejarle ver que tenía el control, con miles de alternativas en la palma de su mano, aunque la realidad fuera lo contrario.
-Tranqui colega. Joder que...perdón, que nervios se trae. Bueno, yo hablo con esta peña y si tal, usted nos deja un baño para cambiarnos y eso. - Kevin llegó a la conclusión de que la negociación había tocado fondo y que tendrían que pasar por el aro si querían salirse con la suya.
-Me parece bien, el del sótano está desocupado ahora.- Abrió la puerta para dejarle salir y apostilló. -No olvides cambiarte esos calcetines rojos.-
- Pues no tengo otros.- replicó desapareciendo por el camino que habían trazado al bajar.


message 126: by David (new)

David Skinner (davidjskinner) | 36 comments Javier3d wrote: "Buenas. Por fin se me ha ocurrido algo con un calcetin rojo. Aunque... quizá no sea lo que uno se espera. Y siento que la historia me ha salido un poco larga, pero... una cosa ha llevado a otra y y..."

Entretenida historia, Javier. Ojo otra vez con los adverbios "-mente", y echa un vistazo también a las concordancias de género y número (p.e. ...la gente del lugar acostumbraban... o ...puestos de comida extrañas...).

Un saludo.


message 127: by Jordan (new)

Jordan (Baresi89) | 7 comments La hora de Madi:

Se pasó una hora buscando el calcetín rojo. Madi tenía 39 años cuando, por primera vez, tiró una hora de su vida a la basura. Ella siempre fue muy tenaz; nunca se daba por vencida y superaba todas las adversidades que le ponía la vida. Ese día, todo fue distinto.

Eran las 10:00 de la mañana y , como cada miércoles, se disponía a recoger la ropa del tendal. Ropa interior, una camiseta que su hermana le había regalado… pero faltaba una cosa.

Entre los calcetines había uno que se encontraba desemparejado. Era uno de sus calcetines rojos, sus calcetines de la suerte. Consiguió esos calcetines de casualidad en un mercadillo y desde entonces no ha parado de usarlos para las ocasiones más especiales.

Corrió rápidamente, escaleras abajo, hacia la puerta de su vecina; preguntó por el calcetín pero su vecina le contestó que solo había visto, en su terraza, una paloma esta mañana. Seguidamente se apresuró a mirar en la cesta de la ropa, pero no estaba. Eso sí, encontró una pelota de fútbol de su sobrino. Desgraciadamente, de un puntapié que dio al balón, destrozo un cuadro del pasillo. Por último, y no con menos desesperación, acudió al último reducto dónde podía estar el calcetín: la lavadora. La lavadora, ese lugar dónde las cosas quedan a merced del agua, el jabón y la energía...pero tampoco hubo suerte.

Tras una hora de idas y venidas, Madi se puso a limpiar su cuarto con la tristeza en su rostro. Ojos llorosos asomaban por su cara mientras no paraba de hacer memoria. “¿Dónde estará mi amado calcetín?” todo el rato repitiéndose en su cabeza. Tuvo un sentimiento extraño: una mezcla entre desesperación, melancolía y desgana.

Tras un mes de desolación, el calcetín salió de debajo de la cama.


message 128: by Ginnevra (new)

Ginnevra (ginnevradubois) | 15 comments Jordan wrote: "La hora de Madi:

Se pasó una hora buscando el calcetín rojo. Madi tenía 39 años cuando, por primera vez, tiró una hora de su vida a la basura. Ella siempre fue muy tenaz; nunca se daba por vencida..."

Muy bien! Entretenido, me gustó


message 129: by Almudena (new)

Almudena | 1 comments Shara estaba inmóvil , el poco aire que llegaba a inhalar le ardía abriéndose paso hacia sus pulmones, no sentía , no pensaba , tan solo podía oír ecos sordos de las palpitaciones de su corazón , no estaba muerta, aunque quería estarlo.
Tan solo unas horas antes su vida era tan diferente , volcada en su trabajo como ejecutivo de cuenta , en una empresa de gestión de valores , gozaba de una buena posición económica que le permitía independencia , la palabra clave en su vida, independencia económica y emocional. Muchos pensaban que era una persona fría y vacía a la que solo le interesaba el dinero, pero la realidad es que había encontrado un trabajo que se le daba muy bien y que además le requería muchísimo tiempo lo que le daba la excusa perfecta para aislarse del mundo.
Sin embargo había una persona a la que no había conseguido engañar, a su hermano Mateo. Él era puro instinto, sabía que pasaba por su mente con tan solo mirarla , el era su refugio, su cálida sonrisa la hacía sentirse a salvo , en casa. Y ahora estaba ahí tirado, como un títere al que han cortado las cuerdas .
Mateo siempre fue un alma especial , tenía el don de conectar con la gente , era empático y sabía escuchar , además era muy buen comunicador y poseía una gran inteligencia .Shara suponía que por eso se hizo psicólogo clínico , para poder utilizar sus habilidades para ayudar a los demás. Pero ahora no podía ayudarla , ella debía reaccionar , pero por qué no podía, su cuerpo no se movía pero su mente se revelaba, haz algo , se muere , se muere.
Lo siguiente que recuerda es la voz agonizante de Mateo , “busca el calcetín rojo”, búscalo- le ordena.
Han pasado dos días desde el atropello y Mateo sigue inconsciente en la UCI, los médicos dicen que todavía es pronto, que hay que esperar. Ella no se mueve de su lado , ha estado en shock desde el accidente y su mente sigue sin reaccionar. De repente un pitido sordo la saca de su estado , las maquinas que están conectadas al cuerpo de su hermano se han vuelto locas, el personal médico acude, la sacan de allí. Es como si también ella hubiese estado dormida todo ese tiempo, pero ahora se despierta y solo puede recordar las últimas palabras de su hermano-busca el calcetín rojo- Dios mío y si fuesen sus últimas palabras , se dice, y por fin después de dos días puede llorar.
Mateo esta estable dentro de la gravedad, ha superado la crisis, pero ella no esta tranquila , no le ha hecho caso , no ha buscado el dichoso calcetín , y si él quería que lo buscase ella lo hará ,se lo debe, quizás sea algo que él ha escondido dentro y que quiere que ella tenga , si él - no puede ni pensarlo - faltara.
Esta en casa de Mateo ha estado una hora buscado el calcetín rojo,no ha encontrado nada. Quizás fue una incoherencia producto de su estado. Trata de convencerse pero una voz interior le dice que siga pensando, Mateo gasto su último aliento en decírselo, debía ser importante.

Regresa por fin a su casa después de tres días , su cuerpo quiere descansar pero su mente no la deja, debe buscar el calcetín rojo, se repite. Trata de dejar su mente en blanco utilizando las técnicas de relajación que el enseñó Mateo. Se acuerda de él , le añora , les recuerda de niños , felices , riendo y gastándose bromas todo el día, rememora su infancia ,cuando ella era feliz, hace tanto..En ese momento ve la imagen clara en su mente del calcetín rojo, y lo entiende todo.
Era el cumpleaños de su madre y como siempre le regalaban cosas fabricadas por ellos mismos , ese año ella escribió un cuento sobre princesas y caballeros que contó a través de una marioneta hecha, con un calcetín rojo .Meses después su madre falleció y su mundo cambio radicalmente. Mateo en un giño sutil había querido decirle- pase lo que pase debes volver a ser esa niña, la niña que quería ser escritora-
Regresa al hospital corriendo , debe verle , decirle que lo entendió , que esta vez le hará caso pero que no puede irse , que le necesita. Hace tiempo que se dijo así misma que Dios no existía , pero ahora se encuentra rogándole que mantenga a su hermano a su lado, prometiéndole que será fiel a si misma. Entra en la habitación , alborotada , llorando , desde la cama Mateo le sonríe y mientras ella le besa las manos ,él le susurra ,¡por fin encontraste en calcetín rojo!

Almudena. C.


message 130: by Virginia (new)

Virginia Chaplin | 6 comments Título: La señorita canario perla

Nos enfurecimos en la batalla por los nombres de las cosas. Ella buscaba su “media” roja mientras yo le decía que desconocía la existencia de ese tipo de prenda pédica. Hasta llegó a tirarme de los pelos por lo que llama “tus estúpidos juegos lingüísticos”, es decir, los míos. Pero no os preocupéis, mis rizos están en perfecto estado, es sólo una performance a la que recurrimos de vez en cuando.
Debía ir a dictar su clase, como de costumbre. Justo una hora antes de que tuviera que retirarse yo escondí el “objeto”, aprovechando que se había quedado dormida durante unos minutos en el sofá. La hice enojar momentáneamente, pero todos sabemos que fingía (aunque parezca una especie de milagro, ella nunca se enoja, simplemente no puede). Gozaba imaginándola irse, caminando a carcajadas, faltándole una media en el pie derecho. O en el izquierdo, no recuerdo muy bien.
El hecho es que casi dejó mi casa dada vuelta. Parecía uno de mis gatitos, revisando hasta las patas de la mesa, estando en cuatro patas (debajo de la mesa). Tuve que escribirlo, era tan desopilante. Decidí que la anécdota formaría parte de uno de mis relatos breves. Recuerdo que tuve la imperiosa necesidad de poner música para ambientar la escena. Ella se movía al compás, a veces daba sus pasos más rápido, otras desaceleraba; incluso me invitó a bailar una pieza en cierto momento.
-¿Que llegaré tarde? No importa el tiempo ya, de todos modos jamás lo podremos detener. – me dijo riéndose, con esa risa que suena a canarios y esos dientes que lucen como las perlas tan preciadas de Poe. Y me abrazó muy fuerte, como hace cada vez que la endorfina la sobrepasa. – Gracias, Julio. Gracias por esconderme la media. – y se fue, riéndose, dejando un halo amarillo de hermosos canarios, todos para mí. Desde el marco de la puerta, mientras se iba, le grité que nada sabía yo de lo que hablaba, que desconocía lo que era esa prenda pédica a la que llamaba “media”. A la distancia distinguí el dedo mayor de su mano izquierda enhiesto, sólo para mí. Luego abrió esa mano de profesora, en su saludo habitual, y se esfumó calle arriba.
Como digna ciudadana argentina no usa calcetines, mis estimados, ella usa medias. Si no fuera por la mediación de las palabras, estaríamos hablando de la misma cosa. No obstante, yo jamás vi su media roja. Simplemente, mientras dormía, le robé discretamente el calcetín, que puse en mi bolsillo a modo de pañuelo.
Ahora me doy cuenta de que siempre es más inteligente que yo. Ya no tengo más el calcetín, en realidad tengo un pañuelo.


message 131: by Ginnevra (last edited Dec 01, 2014 09:57AM) (new)

Ginnevra (ginnevradubois) | 15 comments Diana wrote: "Bueno acá dejo el mio... Soy de Argentina y me sonaba raro decirle Calcetín así que lo cambie por "Media".



Me estaba punto de quedar dormido cuando se abrió la puerta de un ..."


Me gusto porque tambien tengo gatos y son asi jejeje - Nosotros decimos 'medias' tambien pero entiendo lo de calcetin porque vivi en Mexico un par de años.


message 132: by Virginia (new)

Virginia Chaplin | 6 comments Bonet wrote: "Hola! Es la primera vez que hago un ejercicio espero que os guste. Por favor se aceptan críticas y comentarios, siempre me ha gustado escribir y me gustaría mejorar poco a poco. Muchas gracias a to..."


¡Hola Bonet!
Me gustó muchísimo tu cuento, tal vez será porque cuando se trata de asesinos disfruto de las descripciones largas, pero a su vez un tanto metafísicas. No obstante, ya que escribiste "Por favor se aceptan críticas y comentarios,(...)me gustaría mejorar poco a poco." te digo un par de cositas. Si bien el texto es coherente (se entiende perfectamente, al menos para mí), hay algunas fallas en la cohesión, principalmente en el uso de algunos tiempos verbales, ya sea en una oración en particular (como la que da apertura al cuento) o a lo largo del texto, en que hay una extraña mixtura entre presente y pretérito que no es la adecuada (quiero decir, a lo largo de un texto pueden usarse ambos tiempos, pero no de cualquier manera o en cualquier momento) a menos que seas un autor post-vanguardista dispuesto a romper los esquemas.
No me extenderé más aquí con tu texto. Simplemente me gustó y en el caso de que quieras un análisis más detallado de estos errorcillos de cohesión que te menciono, no dudes en escribirme.
¡Saludos!


message 133: by Alejandra (last edited Dec 26, 2014 11:11PM) (new)

Alejandra | 1 comments Se pasó una hora buscando el calcetín rojo. No recordaba el lugar en el que lo había visto por última vez, así que preguntó por todo el orfanato, pero lamentablemente nadie lo había visto. Llegó con su mejor amiga Celia y le preguntó por el valioso calcetín, pero ella solo le contestó “¿porqué buscas tanto ese pequeño calcetín?, Anabel, Ya ni siquiera te queda y tiene más agujeros que apenas y puedes distinguir por cual debes meter el pie. Yo que tú mejor me alegraba por que ese apestoso y feo calcetín se perdió” pero la pequeña Anabel ignoró lo que Celia le dijo ya que, para ella, ese “apestoso y feo calcetín” no solo era un calcetín al que le faltaba el par, si no, que ese pequeño tesoro que conservaba desde que llegó al orfanato era un vínculo que la unía con la persona mas importante antes del orfanato.
A la hora de dormir Anabel trató de dormir, pero la angustia por su calcetín y las horribles palabras de Celia rondaban por su cabeza impidiendo el camino del sueño y el descanso.
Pasaron algunos años y Anabel había llegado a sus 13 años, pero a pesar de que ya no le preocupaba tanto, ella seguía sin encontrar su pequeño y devastado calcetín.
Un soleado día, que prometía ser agradable Anabel salió del orfanato con nuevos padres. Quienes eran Alfonso, un gran empresario que parecía ser una persona tanto amable como estricta, y su dulce esposa María, quien a primera vista podías darte cuenta del amor y la ternura, que en los pocos 15 minutos que llevaba de conocer a Anabel, le tenía.
Un mes después de ser adoptada, Anabel, estando sentada en el gran jardín de sus padres, empezó a cantar una hermosa canción que alguna vez le enseñó esa persona de su niñez que tan unidas habían estado. La persona a la que la unía su preciado calcetín rojo.
“Veo que aún la recuerdas, después de tantos años” escuchó en su espalda, cuando volteó, lo vio. Vio a esa gran persona que tanta alegría le había dado durante su infancia. Se veía tal y como lo recordaba alto, con su hermoso cabello negro algo despeinado y con esa extraña luz que siempre parecía irradiar.
Pero también había algo diferente en él, pudo notar Anabel, de su cabeza se veía un extraño círculo dorado y de sus espaldas dos extrañas cosas blancas resplandecían. Al fijarse mejor se dio cuenta de que eran alas. Alas como las de los ángeles que estaban pintados por la casa.
“Hora de ir a casa” le dijo el ángel sacando dos pequeños calcetines rojos. Uno con mas agujeros que el otro. Después de tantos años pudo encontrar su pequeño y agujerado calcetín rojo.


message 134: by Kevin (new)

Kevin Cambronero (kvn1902) | 2 comments Se pasó una hora buscando el calcetín rojo, la niña estaba vuelta loca, sabía muy bien lo que le esperaba si no lo encontraba para su padre. Buscó debajo de su cama, de la de sus padres, por todos los cajones en donde había ropa; tanto en su habitación como en la de ellos. No lo encontró.
- ¿Lo encontraste ya, niña estúpida? - le gritó su padre.
La niña sentía que el corazón se le subía a la garganta, estaba desesperada.
- ¡TE HICE UNA PREGUNTA, CONTÉSTAME! – bramó el colérico hombre.
Al no recibir respuesta de su hija, el hombre, furioso, se acercó a la puerta de la habitación donde estaba ella. La niña empezó a temblar y miró a su padre con ojos suplicantes, pero los de él no mostraban piedad.
- Mis amigos vendrán en cualquier momento – dijo él-, si no has encontrado el calcetín, tendré que darte una paliza para que aprendas a no ser tan estúpida.
-Pero… yo no fui quien perdió el calcetín –dijo la niña, con miedo en su voz, en seguida se arrepentiría de darle esa respuesta a su padre.
-¡No te atrevas a contestarme así, maldita mocosa! –dicho esto, le propinó a la pequeña una cachetada tan fuerte que la hizo caerse y golpearse la nuca en la orilla de la cómoda que tenía a su espalda.
La niña se quedó muy quieta por unos segundos, cosa que hizo que el hombre se llevara un gran susto pensando que la había matado; pero aunque estuvo muy cerca, no fue así.
La pequeña no entendía por qué ese paquete era tan importante para ese hombre –ella no lo consideraba su padre- pero súbitamente recordó cuál era el único lugar en donde no había buscado.
Eludiendo a su padre, se dirigió hacia el baño y, sintiendo un inmenso alivio, vio el calcetín rojo, el calcetín donde ese alcohólico y agresivo padre guardaba su cocaína.


message 135: by Sebastian (new)

Sebastian De La Ossa Fonseca | 1 comments ¿Cómo se puede perder un calcetín rojo? Los calcetines azules se podrían confundir con las sábanas de la cama. Los calcetines verdes con las cortinas. O con el mantel de la mesa del comedor.

En la casa no hay nada rojo, excepto el calcetín. Las paredes son blancas, el terrazo del piso es blanco con piedritas café, gris,negras...incluso en el baño, una de las baldosas tiene una piedrita verde.

Cada vez que salía del baño, mientras secaba su cuerpo con la toalla amarilla, le llamaba la atención aquella piedrita verde, única entre el resto. Unos días pensaba que los fabricantes la debieron colocar deliberadamente, otros días que la piedrecita había quedado en esa baldosa por puro asar.

¿Y el calcetín rojo dónde habrá quedado? Pensaba ella.


message 136: by Juan A. (new)

Juan A. Bataller (JuanABataller) | 4 comments Me detuve unos instantes en el color diferente de sus calcetines. Uno rojo, el
otro azul claro. Es lo que hago cuando tomo un café y estoy solo. Mirar aquí y allá. A esta mujer, a aquella, a la de más allá; a la familia francesa cercana a mí que se dispone a desayunar o merendar fervorosamente en torno a una de las mesitas redondas de este establecimiento.
Al cabo de un rato, aburrido, retomo la lectura del libro que siempre traigo conmigo. Pero esta vez no lo hice.
Por momentos observaba esos dos calcetines. Uno rojo, el otro azul claro. Los zapatos que no eran nuevos pero si bien conservados, recién encerados. Los bajos del pantalón casi oculto por la mesa sobre la que languidecía una tostada mordisqueada. El jersey que desentonaba con el conjunto, una de esas vestimentas que confirman y exhiben el desmedido orgullo del propietario a formar parte de la patria hispana.
Ahí me paré. Más bien desvié bruscamente la mirada y me concentré en el café que comenzaba a enfriarse. Me hería esa insultante ostentación de ordinariez, de vacua presunción.

Un repentino alboroto de sillas y risotadas hizo que volviera de donde había huído minutos antes. Y si, esta vez me demoré en escudriñar su semblante, intentando recuperar tras los rasgos transformados por la labor de los años un rostro, un tono de voz y unas palabras que me fueron familiares en el tiempo ya desvaído de mi adolescencia.
Si, claro. Cacadeoca. Era él, seguro. Bastante más grueso, hinchado diría. Conservaba gran parte de su pelo ahora más oscuro. La mirada apagada, bovina, sin afeitar, dirigiendo reiteradas veces la atención o la abulia a la tostada, inmóvil el resto de su cuerpo.
Hacia el trozo de pan acartonado untado de mantequilla y mermelada de fresa y, seguidamente, a la columna que se interponía entre la mesa y el mostrador. Así, de continuo, unos segundos instalado en la tostada y, tras un lento levantar la cabeza, posado en la contemplación pasmada del obstáculo.


Cacadeoca. Quien lo fue. Jesús Almagro. No era propio de mí una reacción inmediata de acercamiento. Salvo en situaciones en las que la integridad física de los otros puede estar expuesta a algún peligro o daño, me detengo en circunstancias similares en lo vivido, en el recuerdo, compensando seguramente la ausencia de iniciativa con la recreación en la experiencia (aún así considero que soy lento en la respuesta. Aunque, siendo como soy severo en el juicio a mi persona, seguramente no sea del todo cierta esta apreciación).
Asumí su desconcierto, su estupefacción ante la taza vacía, iniciando tal vez de este modo un gesto hacia él.
No quise seguir observándole no fuera que aún en su extravío desplazara el visor hacia mí, que un improbable reconocerme le moviera a querer franquear el largo pasillo de años en segundos y, en una actitud propia de tantos desequilibrados que yerran por las calles, golpeara sin preámbulos mi hombro izquierdo, sin pudor ni reserva algunos, me lanzara –depósitos de saliva inquilinos de la comisura de sus labios- “qué coño haces aquí, Malaver?”.
La cuasi materialización de esa posibilidad en mi mente me impelió a soltar las monedas precisas sobre el mostrador, alzar raudo al hombro mi pequeña mochila y en contadas zancadas alcanzar la calle.

Allí, la cristalina luz de ese frío día soleado de invierno y el bullicio habitual de la avenida principal me empujaron a la estación de metro. Acurrucado en mi asiento, la cara escondida en el cristal, los ojos cerrados, trataba de contener la fisura por la que vislumbraba estampas añejas, antiguas escenas de un tiempo que parecía aún latir.


message 137: by Mai (new)

Mai Moreno | 6 comments El calcetín rojo.

Laura pasó una hora buscando el calcetín rojo. Recorrió toda la casa con el par encontrado arrugado en una mano, revolviendo cajones, el cesto de la ropa sucia, los resquicios entre los cojines del sofá y por debajo de la cama revuelta.
Había calculado el tiempo de que dispondría para recoger todas sus cosas antes de que él volviera de la oficina. Su ropa, algunos libros, unas cuantas fotos y otras pocas pertenencias más aguardaban ya, junto a la puerta de entrada, el momento de salir de allí para siempre. Dos horas, apenas dos horas, para recoger, pasar página, quemar naves y abandonarlo todo. Sabía que si él regresaba antes de que ella se hubiese marchado, todo se complicaría. No quería exponerse a tener a dar explicaciones, argumentar motivos, escuchar agravios, organizar reparto de pertenencias, planificar la separación. Lo suyo no quería ser, ni sería, una separación, sino una huida.
Pero por más que no le importara en absoluto dejar atrás los recuerdos de diez años de matrimonio ejemplar, amigos comunes, acontecimientos familiares, proyectos sin cumplir…, con la misma convicción supo que no podría irse sin el maldito calcetín rojo. Había algo de inacabado, de disparejo, en el hecho de marcharse sin él. Al cabo de otros quince minutos de búsqueda ansiosa e infructuosa, le ganó la desazón.
Por algún extraño mecanismo de su mente, que no se atrevió a analizar, la determinación que la condujo al tomar la decisión de abandonarlo todo se deshizo como la espuma ante la imposibilidad de encontrar el ajado calcetín rojo.
Cuando él regresó del trabajo, aún estaba allí, sentada en el suelo del pasillo, rodeada de sus cosas empaquetadas. Y con el calcetín desparejado que aún permanecía apretado en su puño enjugó las primeras lágrimas.

Mai Moreno


message 138: by Luis (new)

Luis Ponce (LuisPonce) | 20 comments Mai wrote: "El calcetín rojo.

Laura pasó una hora buscando el calcetín rojo. Recorrió toda la casa con el par encontrado arrugado en una mano, revolviendo cajones, el cesto de la ropa sucia, los resquicios en..."

Muy convincente, pero no terminará ahí, ya lo volverá a intentar una y otra vez y se le irá la vida en eso.
Te felicito Mai, pero porqué le haces esto a Laura? te gustaría que a ti te hagan lo mismo? Nunca va a poder salir de esto en su vida. Por favor escríbele una segunda parte y dale la oportunidad de encontrar el calcetín,
Saludos cordiales, nos estaremos leyendo.


message 139: by Kinturray (new)

Kinturray | 22 comments El calcetín rojo
Ese día había comenzado mal pero tenía fe de que terminaría bien. En la mañana se despertó tarde, el maldito reloj no sonó, salió corriendo de la cama para llegar a la hora al trabajo. Si no fuera por el vecino que la llevó seguro llegaba tarde. Él era un joven agradable aunque no muy atractivo en el sentido que Sandra acostumbraba, conversaron, la hizo reír un par de veces, cuando se bajo del auto ella le dio un beso de despedida que distraídamente fue a caer a la comisura del labio. La malicia brillo en sus ojos cuando lo vio ponerse rojo, ella le miro las manos mientras cerraba la puerta. Luego del trabajo, tras meditarlo todo el día y discutir los pros y contras consigo misma mientras timbraba papeles, finalmente lo decidió, ya había pasado casi un mes. Al llegar a su casa tomo una ducha, se acicalo a conciencia y se puso la ropa interior que la hacía sentir como una diosa, necesitaba los calcetines, solo encontró uno y se pasó una hora buscando el calcetín rojo que le faltaba. Termino de vestirse y salió de su casa como un animal que recorre su territorio, cruzó la calle hasta la puerta del mismo joven que tan amablemente ofreció llevarla en la mañana. Sandra sonrió perversa al ver la cara casi adolescente que la miraba sorprendido, sin comprender aun que pasaba ni lo que pasaría. Él seguro creyó comprenderlo, ruborizado, carraspeo para saludarla. Ella notó como se erguía mientras disimuladamente miraba su figura, la vista de él se fijó irremediablemente en su escote un par de veces. Sandra sintió calor y un leve cosquilleo en el vientre, que despertaba como siempre una necesidad parecida al hambre. El joven le ofreció algo que tomar, conversaron un poco y le dijo que estaba solo en casa. Eso era todo. Se lo llevo a la cama casi sin esfuerzo. Él pensó que este día se ponía cada vez mejor, ni siquiera notó cuando ella sacó el cuchillo de su calcetín, aun estaba dentro de ella cuando una nueva sonrisa roja adorno su cuello. En medio del deleite, Sandra realizó el sagrado ritual que hacía cada vez que ofrecía una vida, le rezó a la misma luna a la que le había rezado otras treinta y tres veces para que calmara esa profunda hambre que anidaba en ella y para que todo le fuera bien.
Mucho más tarde, mientras guardaba los dedos en el refrigerador tuvo el certero presentimiento de que la próxima mañana si sonaría el despertador y sonrió quedamente.


message 140: by Mai (new)

Mai Moreno | 6 comments Luis wrote: "Mai wrote: "El calcetín rojo.

Laura pasó una hora buscando el calcetín rojo. Recorrió toda la casa con el par encontrado arrugado en una mano, revolviendo cajones, el cesto de la ropa sucia, los r..."


Gracias, Luis!
Acabo de aterrizar en el grupo y aún ando peleándome con su funcionamiento. Tus palabras son un aliento para mí. Mi calcetín rojo es el primer texto que pongo a circular por el mundo. Algún día me animaré a escribir el final de la historia de Laura y espero que que no me guarde rencor por haberla dejado llorando por los rincones.
Nos vamos leyendo.


message 141: by Kinturray (new)

Kinturray | 22 comments Juan wrote: "Me detuve unos instantes en el color diferente de sus calcetines. Uno rojo, el
otro azul claro. Es lo que hago cuando tomo un café y estoy solo. Mirar aquí y allá. A esta mujer, a aquella, a la de..."

¡hola! soy nueva y estoy aprendiendo a trompicones como interactuar en el grupo y usar la página. Me gustaría mucho recibir sus comentarios y retroalimentación de mi primer relato.
Me gusto mucho tu historia, sobre todo la forma de construir las frases. En mi modesta opinión la enriquecería si supiéramos más del personaje, ¿por qué no quiere hablar ni acercarse? ¿por qué no le agradan que los saluden en la calle?. Más que describir ingeniosamente la acción o situación, narrar que es lo que siente. Le diaria más profundidad al protagonista y ayudaría a cerrar con mayor intensidad las lineas finales (que por cierto son muy bellas).
Saludos


message 142: by Kinturray (new)

Kinturray | 22 comments Kevin wrote: "Se pasó una hora buscando el calcetín rojo, la niña estaba vuelta loca, sabía muy bien lo que le esperaba si no lo encontraba para su padre. Buscó debajo de su cama, de la de sus padres, por todos ..."

hola kevin,
Recién me incorporó al grupo, solo quería comentarte que en las tres últimas lineas repites tres veces la palabra padre. A lo mejor podrías darle una vuelta. Para no ser reiterativos, o tal vez llamar de otra forma a ese hombre al que "no considera su padre", pare que quede implícito en el texto sin necesidad de explicitarlo o mas bien reforzando lo que ya habías dicho. Ojalá mi comentario te sirva. Desde mi punto de vista eso reforzaría el cierre crudo o impactante de la historia.
Saludos


message 143: by Kevin (new)

Kevin Cambronero (kvn1902) | 2 comments Kinturray wrote: "Kevin wrote: "Se pasó una hora buscando el calcetín rojo, la niña estaba vuelta loca, sabía muy bien lo que le esperaba si no lo encontraba para su padre. Buscó debajo de su cama, de la de sus padr..."

¡Muchas gracias! No había reparado en lo repetitivo que era con las palabras xD
Yo también soy nuevo en el grupo, y claro que me sirvió tu comentario, de verdad te lo agradezco.


message 144: by Juan A. (new)

Juan A. Bataller (JuanABataller) | 4 comments Kinturray wrote: "Juan wrote: "Me detuve unos instantes en el color diferente de sus calcetines. Uno rojo, el
otro azul claro. Es lo que hago cuando tomo un café y estoy solo. Mirar aquí y allá. A esta mujer, a aq..."


Hola, y gracias por tu interés y por tus observaciones.
No pretendía escribir largo (tras tanto tiempo sin hacerlo), tampoco ceñirme a unas pautas o "normas" narrativas.
Pienso que hay mil formas de contar, comunicar, transmitir sensaciones, atmósferas, perturbar, desasosegar, sin necesidad de recurrir a -inevitablemente- hurgar en los personajes (aunque pueda parecer palpablemente obvio).
En todo caso a mí no me interesaba. También todo esto puede ser un reflejo de mis limitaciones para manejarlos.
Si te interesa dispongo de un texto más largo en el que esto que te digo se percibe tal vez mejor (necesitaría tu correo-e para enviartelo; no sé si esto es posible en esta página web).
En cuanto dé con tu texto te hablo de él.
Bonne journée.


message 145: by Kinturray (new)

Kinturray | 22 comments Juan wrote: "Kinturray wrote: "Juan wrote: "Me detuve unos instantes en el color diferente de sus calcetines. Uno rojo, el
otro azul claro. Es lo que hago cuando tomo un café y estoy solo. Mirar aquí y allá. ..."


Hola Juan
Primero quiero aclarar que me gusto tu texto y por eso me atreví a comentarlo, y además por qué me pareció diferente al resto de los que leí (alabadas sean las mil formas de escribir).
Por otro lado, por supuesto que se percibe una atmósfera de desasosiego interno como algo que se mueve bajo la superficie te quedas esperando (como lector) a ver que sucede.
Creo que se pueden compartir mensajes y otras cosas por el inbox/bandeja de entrada de la página.
Saludos


message 146: by Juan A. (new)

Juan A. Bataller (JuanABataller) | 4 comments Hola Kinturray.
Tu narración me gusta. En pocas líneas cuentas con eficacia una historia no exenta de ingredientes de peso (inquietud, erotismo -¡valiente!-, sed de mal).
En síntesis ,pues, pienso que sus líneas maestras están plasmadas. Para llevar tan poco tiempo como dices te felicito.
Me atrevo a darte unos consejos generales. No tengas prisa por contar la idea esencial que bulle en tí,o, vuélcala pero no le pongas inmediatamente el punto final.
Pausa entonces la narración, estírala, ensánchala. Date tiempo para que se abra, se bifurque si acaso ("el jardín de senderos que se bifurcan").
Aunque, si me detengo en lo que acabo de decirte, me podría aplicar yo mismo estos consejos...

Dime,si por casualidad, par hasard, das con la manera de poder comunicarnos algo menos públicamente ya que he analizado algo más en detalle tu texto.
Si no incurro en quebranto de las normas soy u13f12n@hotmail.com

Bonne journée


message 147: by Kinturray (new)

Kinturray | 22 comments Hola a todos, esta es la segunda versión de este ejercicio. Espero sus comentarios :)

El calcetín rojo

Ese día había comenzado mal pero tenía fe en que terminaría bien. En la mañana se despertó tarde, el maldito reloj no sonó, salió corriendo de la cama para llegar a la hora al trabajo. Si no fuera por el vecino que la llevó seguro llegaba tarde. Él era un joven agradable aunque no muy atractivo, por lo menos no en el sentido que Sandra acostumbraba.

Conversaron, la hizo reír un par de veces, cuando se bajo del auto ella le dio un beso de despedida que distraídamente fue a caer a la comisura del labio. La malicia brillo en sus ojos cuando lo vio ponerse rojo, ella le miro las manos mientras cerraba la puerta.

En el trabajo, tras meditarlo todo el día y discutir los pros y contras consigo misma mientras timbraba papeles, finalmente lo decidió, ya había pasado casi un mes desde el último. Aliviada con su decisión volvió a su trabajo en cuerpo y alma. Con metodología perfecta realizó el papeleo del día, reviso su propio trabajo con ojo crítico, ordeno su escritorio, preparo el trabajo del día siguiente, volvió a ordenar su escritorio y limpio todo antes de irse.

Al llegar a su casa tomo una ducha, se acicalo a conciencia y se puso la ropa interior que la hacía sentir como una diosa. Necesitaba los calcetines, solo encontró uno y se pasó una hora buscando el calcetín rojo que le faltaba. Termino de vestirse y salió de su casa como un animal que recorre su territorio, cruzó la calle hasta la puerta del mismo joven que tan amablemente ofreció llevarla en la mañana, antes de tocar se paro frente a la puerta y cerró los ojos, alguien había regado la calle y la noche olía a tierra fresca, tomo una profunda inhalación con los ojos cerrados y oyó a los grillos que cantaban, a las polillas que se estrellaban contra el foco de la calle y más allá a un auto que pasaba por la avenida. Todo estaba en calma. Abrió los ojos y golpeo la puerta.

Al otro lado del umbral una cara casi adolescente la miraba sorprendido sin comprender aun que pasaba ni lo que pasaría.

Él seguro creyó comprenderlo, ruborizado, carraspeo para saludarla. Su nombre era Andrés, tenía un trabajo aburrido pero muy bien pagado que a sus veinte tempranos le había permitido comprar un auto y vivir con amigos. Eran buenos chicos que entre broma y broma trataban de ayudarlo con las chicas, envalentonado por ellos a veces usaba el auto para camuflar la falta de confianza al acercarse a las mujeres. Sandra también había olido eso.

Ella notó su postura desgarbada y luego vio como se erguía mientras disimuladamente miraba su figura, la vista de él se fijó irremediablemente en su escote un par de veces. Ella sintió calor y un leve cosquilleo en el vientre, que despertaba como siempre una necesidad parecida al hambre. En pleno control de sí, con eso que otros llamarían sangre fría, se domino a sí misma, a la situación y a esa voluntad de devorarlo todo.

El joven le ofreció algo que tomar, conversaron un poco y le dijo que estaba solo en casa. Eso era todo lo que necesitaba oír. Se lo llevo a la cama sin esfuerzo, después de todo era casi un niño. No era como los hombres que ella acostumbraba pero su juventud lo compensaba.

Andrés pensó que este día se ponía cada vez mejor, ni siquiera notó cuando ella sacó el cuchillo de su calcetín, aun estaba dentro de ella sin poder pensar en nada más cuando una nueva sonrisa roja adorno su cuello.

Nada era mejor que tomar una vida, nada ni siquiera el sexo, no había nada más dulce. El deleite era más profundo mientras más recio y lleno de vida fuera la ofenda. Con las manos húmedas Sandra realizó el sagrado ritual, le rezó a la misma luna a la que le había rezado otras treinta y tres veces para que calmara esa profunda hambre que anidaba en ella y para que todo le fuera bien.

Mucho más tarde, mientras guardaba los dedos en el refrigerador tuvo el certero presentimiento de que la próxima mañana si sonaría el despertador y sonrió quedamente.


message 148: by Luis (last edited Feb 06, 2015 03:21PM) (new)

Luis Ponce (LuisPonce) | 20 comments EL CALCETÍN ROJO
Luis Ponce Sevilla

— ¿Alguien vio mi calcetín rojo? —
Saltaba desesperado por la habitación, a medio vestir. Llevaba puesto pantalón negro y camisa blanca, un calcetín rojo en el pie derecho, y el izquierdo desnudo, daba la impresión de ser un niño grande jugando a la rayuela. Hablaba por el móvil mientras trataba de terminar de vestirse.
— ¿Carajo, alguien vio mi calcetín?—
El dormitorio de la casa presidencial no era un lugar íntimo o privado, por ahí pasaban ministros, secretarios, partidarios, asambleístas, opositores. Siempre había gente presente, era casi una evocación del dormitorio de Luis XIV en Versalles, incluso cuando el Presidente se vestía; por eso la pregunta lanzada al viento debía tener contestación.
Pero debía ser Presidente de un país de mudos, porque nadie contestaba.
Mientras se equilibraba con un pie en el aire, y el móvil en el oído, el Presidente pensaba lo importante que había sido ese calcetín durante su vida política. Se lo había regalado en un cumpleaños su mentor, la persona que le había formado políticamente y abierto los ojos al socialismo.
Le había dicho: —“Que estos calcetines que tienen el color de la bandera soviética, sean el símbolo de la doctrina comunista que primará en tu gestión cuando llegues al poder. Que sean tu talismán, la brújula que te señale el camino hacia el bien común, el clarín que te recuerde que tu lucha es por el pueblo y para el pueblo y que tu sacrificio es exclusivamente por el bien de los más necesitados”—.
A primera vista le había parecido un regalo ridículo, él esperaba un gran libro, o una copia autografiada de la recopilación de discursos del líder máximo, pero, ¿Un par de calcetines? ¿Y rojos?. Esto era una rareza. Nunca en su vida se había puesto unos calcetines rojos y no iba a empezar ahora que estaba ya en el camino del éxito.
Y nunca se los hubiera puesto. Si no se le ocurría a su secretario particular guardarlos en su maleta un día que viajaban al sur. En el apuro de esa noche por llegar a tiempo al mitin, no reparó en el color de los calcetines que se ponía y salió apresurado hacia la reunión.
Esa fue la manifestación más numerosa de su vida, el primer peldaño de su carrera política. Cuando llegó al hotel, exhausto pero satisfecho, se dio cuenta de que usaba los calcetines del destino político.
Y nunca más se separó de ellos.
Durante toda su campaña por la presidencia fueron sus fieles compañeros, no se los sacaba sino para que su secretario particular los lavase meticulosamente en los lavabos de los hoteles en que se hospedaban. Era más fácil que olvidase a su esposa que a sus calcetines.
— ¡Busquen mi calcetín! — seguía gritando.
Nunca los había perdido, jamás se extraviaron. Solamente los había dejado descansar cuando se fue al exterior un par de veces. Y en esas ocasiones los había dejado en manos de su madre para que los cuidase como a las niñas de sus ojos. Ella que conocía muy bien a su hijo, los lavaba delicadamente con su jabón personal, los perfumaba, los dejaba secar sobre una mullida toalla y luego los guardaba entre algodones en una antigua caja de perfume, lo que les daba un aroma especial que contribuía a formar esa aureola de importancia que habían ido adquiriendo.
Sus más allegados colaboradores se acostumbraron a respetar su presencia y nadie, nadie, osó criticar el hecho de que muchas veces no combinaban con su vestimenta. Como sabían que eran parte del triunfo obtenido, igual los veneraban como al jefe, porque estaban agradecidos de que fueran una de las razones por las que cada uno de ellos tenía ahora lo que cada uno sabía que tenía.
— ¿Es que nadie va a buscar mi calcetín? —
— Señor President…… — quiso opinar la mucama que trataba de arreglar la habitación.
El sonido de un teléfono cortó la voz de la mucama.
— Su vehículo ya lo está esperando señor Presidente — le comunicó su secretario particular.
—Pues, no me moveré de aquí hasta que aparezca el maldito calcetín—
Siempre habían estado en pareja, los dos calcetines rojos eran el matrimonio perfecto, siempre juntos, al lavarse, al secarse, al soportar las fatigosas manifestaciones políticas, al enterarse bajo la mesa de los secretos mejor guardados, al disfrutar de la satisfacción de la victoria.
—Señor Presidente— insistía el secretario particular.
— Señor President…. quería decir la mucama.
“En fin”, pensaba el Presidente, “Si este tiene que ser el fin de la relación con los calcetines rojos, así será”. Tanto tiempo juntos, tantas frustraciones, tantas satisfacciones. Cierto es que su ideología podía haber variado un poquito en el transcurso de estos años. También es verdad que su mentor político se había alejado de su entorno por esa causa. Los medios a los que odiaba y que antes le habían calificado como “peligro comunista” le criticaban ahora su inclinación a la derecha. En fin, así es la política, pero él se había mantenido en lo que consideraba sus convicciones de izquierda. Pero nada es eterno, ni los calcetines.
Se aprestaba a sacarse el único calcetín que tenía puesto, cuando insistió la mucama:
—Señor Presidente...—, se cortó, pero esta vez la dejó terminar, —Tiene los dos en la derecha—.

Los analistas políticos tenían la razón. No se habían equivocado.


message 149: by Juan (last edited Feb 05, 2015 07:56AM) (new)

Juan Blas | 1 comments Hola! Me llamo Juan y me gustaría unirme a esto. Decir antes que nada que todos los relatos aquí expuestos son ¡la bomba! Me gustan muchísimo todos, así que yo también quiero aportar mi granito de arena con el siguiente.
Decir también que me he pasado un poco de vuelta con las palabras y que no he incluido la frase de "llevaba una hora buscando su calcetín" (espero que no os importe, jeje) Ahí va el mío:

EL CALCETÍN ROJO
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“Devuélveme mi calcetín”.
Ese fue el pensamiento que llevó a Laura a acariciar los brotes de la consciencia, lo que la llevó a abrir los ojos, para encontrarse con un mundo idéntico al que segundos antes, había dejado.
Su salón metódicamente ordenado, su sofá metódicamente arreglado, sus muebles metódicamente limpiados, su televisión metódicamente… Estropeada. Rota. Desmenuzada como sus ilusiones, que agonizan sobre su esperanza. Allí, luce aquel trasto roto, burlón, con esas luces parpadeantes y el cristal destrozado, engullendo esa vara que instantes antes había sido suya.
“Devuélveme mi calcetín”, repite. Pero nadie la escucha.
“Devuélveme mi calcetín”, suplica. Pero nadie la consuela.
“Devuélveme mi calcetín”, solloza. Pero nadie la abraza.
Tumbada, siente el peso de la impotencia, de la rabia, de la derrota y la humillación. Junto a ella, un mar de preguntas que no aportan ni una sola respuesta. Junto a ella, un salón, un televisor destrozado y un hogar que en su soledad, está repleto de ladrones.
“Devuélveme mi calcetín”, es lo único que pide. Lo único que puede calmar sus ganas de gritar, de patalear, de comportarse lo más parecido al niño que pierde su piruleta, y junto a ella, su mundo. Donde una vivienda ha pasado a ser solo cuatro paredes, donde un sentido ha pasado a ser una obsesión, donde un motivo ha pasado a ser una excusa, donde una vida, ha pasado a ser una estancia. Donde ella, Laura, ha dejado de ser relativamente tranquila, para pasar a ser relativamente nerviosa.
Y bajo aquel chispazo, bajo aquel correctivo, bajo lo que parece, por fin, la victoria de aquel ladrón inexistente, de su soledad, de su enfermedad, de la muerte de aquel televisor que resultó ser inocente, de su entorno de incomprensión, Laura, en sus últimas palabras, solo sabe silbar las siguientes:
“Devuélveme mi calcetín.”
Y por fin, esa frase cobró sentido, por fin fue escuchada. Por fin salió a la luz el verdadero culpable: su marido, que cansado ya de estar escondido apareció, jugueteando con un calcetín rojo. Jugueteando con su sentido a vivir. Tan solo, había aparecido como fin de aquella tortura.
Tras esto, él se evapora; ella, abandona el miedo. Ahora, sabía que el círculo se había cerrado, que ese calcetín que tanto buscaba, por el que se había armado con palo y valor, el que hacía a todos sospechosos, -incluso a ella misma- había vuelto otra vez a su lugar de siempre.
Ya todo había terminado. Ya solo quedaba despedirse, hasta la próxima vez que se vieran –o no–; hasta que su tesoro volviese a ser hurtado, o hasta que su vida perfecta estuviese a punto de caer en picado.
“Gracias, por devolverme mi calcetín”.


message 150: by Kinturray (new)

Kinturray | 22 comments Luis wrote: "EL CALCETÍN ROJO
Luis Ponce Sevilla

— ¿Alguien vio mi calcetín rojo? —
Saltaba desesperado por la habitación, a medio vestir. Llevaba puesto pantalón negro y camisa blanca, un calcetín rojo ..."

hola Luis: Interesante relato ágil, divertido y con una reflexión final. Felicitaciones :)


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