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172 pages, Paperback
First published January 1, 1939
El hombre es, pues, ante todo, algo que no tiene realidad ni corporal ni espiritual; es un programa como tal; por lo tanto, lo que aún no es, sino que aspira a ser […] He aquí la tremenda y sin par condición del ser humano, lo que hace de él algo único en el universo […] Un ente cuyo ser consiste, no en lo que ya es sino en lo que aún no es, un ser que consiste en aún no ser […] En este sentido, el hombre no es una cosa, sino una pretensión, la pretensión de ser esto o lo otro (p. 47-8)Pero a esa pretensión lo antecede el deseo y con fina ironía hace una pequeña digresión Ortega y Gasset sobre el nuevo rico:
Tiene en la mano la posibilidad de obtener el logro de sus deseos, pero se encuentra con que no sabe tener deseos. En su secreto fondo advierte que no desea nada, que por el mismo es incapaz de orientar su apetito y decidirlo entre las innumerables cosas que el entorno le ofrece. Por eso busca un intermediario que lo oriente, y lo halla en los deseos predominantes de los demás. He aquí la razón por la cual lo primero que el nuevo rico se compra es un automóvil, una pianola y un fonógrafo. Ha encargado a los demás que deseen por él.Es que Ortega y Gasset, como confirma en su destacadísima La Rebelión de las Masas, es un observador acuicioso y perspicaz de la dirección que lleva la sociedad y cotidianidad de su tiempo,. Sumergidos como estamos en la era del Internet, nos sacude que ya Ortega y Gasset fue capaz de extrapolar la derivada que nos trajo a ella:
Noten ustedes que estos cuatro inventos [pólvora, imprenta, brújula, compás] obtienen la unión del hombre con lo distante son la técnica de la actio in distans, que es el subsuelo de la técnica actual. El cañón pone en contacto inmediato a los enemigos lejanos; la brújula y el compás, al hombre con el astro y los puntos cardinales; la imprenta al individuo solitario, ensimismado, con esa periferie infinita -en espacio y y tiempo, infinita en el sentido de no finitos- que es la humanidad de posibles lectores.(p. 82)Ortega y Gasset propone tres estadios históricos de la técnica, el estadio de la técnica del azar -en que los descubrimientos técnicos se hacen por azar más que deliberadamente-, el estadio del artesano marcado por la tradición laboriosamente transmitida de maestro a aprendiz, y el estadio de “la técnica del técnico” introducida por la irrupción de la máquina, “...el primer instrumento que actúa por si mismo y por si mismo produce el objeto.” Aclara y precisa:
En la artesanía el utensilio o trebejo es solo suplemento del hombre. Este, por tanto, el hombre con sus actos “naturales” sigue siendo el actor principal. En la máquina, en cambio, pasa el instrumento a primer plano y no es él quien ayuda al hombre, sino al revés: el hombre quien simplemente ayuda y suplementa a la máquina.por lo que,con elegancia suelta que la separación entre obrero y técnico “...es uno de los síntomas principales del tercer estadio.” Saluda de paso al concepto de alienación, aunque no en el estricto sentido Marxista sino apuntando o guiñando más bien hacia las ideas plasmadas en la novela El hombre sin cualidades de Musil:
[L]a técnica, al aparecer por un lado como capacidad, en principio ilimitada, hace que el hombre, puesto a vivir de fe en la técnica y solo en ella, se le vacíe la vida. Porque ser técnico y solo técnico es poder serlo todo y consecuentemente no ser nada determinado. De puro llena de posibilidades, la técnica es mera forma hueca -como la lógica más formalista-; es incapaz de determinar el contenido de la vida. Por eso estos años en que vivimos, los más intensamente técnicos que ha habido en la historia humana, son de los más vacíos. (p. 93)Termino con su muy pertinente advertencia para la sociedad consumista que nos consume y erosiona:
Al abrir los ojos a la existencia se encuentra el hombre rodeado de una cantidad fabulosa de objetos y procedimientos creados por la técnica, que forman un primer paisaje artificial tan tupido que oculta la naturaleza primaria tras él, tenderá a creer que, como esta, todo aquello está ahí por sí mismo: que el automóvil y la aspirina no son cosas que hay que fabricar, sino cosas, como la piedra o la planta, que son dadas al hombre sin previo esfuerzo de este. Es decir que se puede llegar a perder la conciencia de la técnica y de las condiciones, por ejemplo, morales en que esta se produce...¡Chapeau y re-chapeau!