Huéspedes, era, sin/' duda, un hombre fuera de lo común, no menos por la tra za corporal cuanto por su inteligencia.
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Ramón Pérez de Ayala y Fernández nació en Oviedo el 9 de agosto de 1880. Era hijo de don Cirilo Pérez de Ayala, oriundo de Tierra de Campos (Valdenebro de los Valles en Valladolid), y de doña Carmen Fernández Viña o Doña Luisa Fernández del Portal, de Asturias, concejo de Valdés-Luarca, su madre murió cuando él era pequeño. Fue bautizado en la iglesia de San Isidoro. A los nueve años ingresó en el colegio de jesuitas de San Zoil, en Carrión de los Céspedes, Palencia. Dos años más tarde pasó al colegio de la Inmaculada Concepción, en Gijón. Estudió Derecho en la Universidad de Oviedo bajo la protección de Leopoldo Alas, "Clarín". Allí entró en contacto con los pensadores del Krausismo, entre ellos Rafael Altamira, Posada. Le atraía tanto el Regeneracionismo de sus mentores como el Decadentismo estético de la Europa de preguerra. En 1903 formó parte de la revista «Helios» de tendencia modernista. En 1904 publicó su primer libro «La paz del sendero» elogiado por Rubén Darío. A partir de entonces, su principal actividad sería la literatura. Pedro González Blanco lo puso en contacto con los modernistas de Madrid: Jacinto Benavente, Francisco Villaespesa, Gregorio Martínez Sierra, Juan Ramón Jiménez, Ramón María del Valle-Inclán y José Martínez Ruiz, "Azorín". A partir de 1904 empezó a colaborar en El Imparcial y ABC. En 1907 se fue a vivir a Londres. Al año siguiente su padre se suicidó tras arruinarse. Volvió a Madrid donde colaboró con diversos medios: «El Heraldo», «El Imparcial», «Alma española», «El Liberal». En 1913 contrajo matrimonio con Mabel Rick y se estableció en Madrid. Consiguió un empleo en el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. Vivió diez meses en Estados Unidos en 1919. Se le concedió el el Premio Nacional de Literatura en 1927 y en 1928 fue nombrado académico de la Lengua. En 1931, con José Ortega y Gasset y Gregorio Marañón, firma el manifiesto «Al servicio de la República», manifiesto antimonárquico que tuvo extraordinaria influencia sobre la opinión pública y valió a los tres el apelativo "Padres espirituales de la República". Al proclamarse la republica se le encargó la Dirección del Museo del Prado. En 1932 fue nombrado Embajador en Londres, cargo del que dimitió en 1936 descontento del rumbo político que imponía el Frente Popular. Volvió a España donde cambió de bando y se posicionó a favor de los sublevados en contra de la República democrática, tras la guerra continuó de funcionario de la embajada española. La amputación de la pierna del menor de sus hijos, primero, y la muerte, después, del mayor, fueron los golpes de gracia que hicieron del suyo un verdadero «dolorido sentir» y lo que le decidió a volver a Madrid, en diciembre del 54. Había pasado fuera de España veinte años. Sus libros en la España nacional no tenían libre circulación y los americanos estaban prohibidos. Regresó definitivamente a España en 1954. Murió en Madrid el 5 de agosto de 1962. Toda la obra de Pérez de Ayala parece un experimento literario en el que utiliza la ironía y lo bufo. La frontera entre o irónico y lo real se difumina entonces en un pesimismo vital. Su obra es dividida por la crítica en dos épocas, una primera época juvenil en que se caracteriza por una visión pesimista de la vida, que se trasluce a través de una sutil ironía, pero a partir de la publicación de Belarmino y Apolonio (1921) empezó su segunda etapa, donde abandonó el realismo en favor del simbolismo caricaturesco y el lenguaje se recargó con componentes ideológicos propios del ensayo. El estilo de Ramón Pérez de Ayala se caracteriza por la ironía y el uso de un lenguaje muy refinado, donde abundan las alusiones, las citas encubiertas y la intertextualidad, por la abundancia de cultismos y helenismos y por el uso ocasional de las técnicas degradantes del esperpento. El perspectivismo y el contrapunto son técnicas que a veces utiliza, dividiendo incluso la página en dos columnas para contrastar puntos de vista. En su primera etapa
1001 Libros que hay que leer antes de morir: N.º 200 de 1001
A principios del siglo XX en España había muchos autores con cosas que decir: las cosas estaban tan mal que decir algo era una obligación moral. No es de extrañar que los primeros treinta años la literatura española fuera tan buena. Solo repasemos una lista de nombres insignes antes de pasar a los menos reconocidos, no por ser de menos calidad sino porque el tiempo es una ramera cruel: Miguel de Unamuno, Azorín, Vicente Blasco Ibáñez, Pio Baroja, Ramón María del Valle Inclán, José Ortega y Gasset, Juan Ramón Jiménez, la generación del 27 al completo, Miguel Hernández, y en ese injusto segundo plano, Ramiro de Maeztu, María Zambrano, Gabriel Miró y el que nos ocupa, Ramón Pérez de Ayala. Este autor asturiano, anglófilo confeso, reconocía los males de esa España abatida tras el desastre del 98 y quiso aplicar, mediante una fina ironía y un lenguaje retorcido y sofisticado, su particular panacea filosófica. Belarmino y Apolonio quizá no sea su obra más reivindicativa ni la más reivindicada -no creo que actualmente a Ayala se lo lea fuera de las facultades de letras; quizá ni estas se lo lea-, pero desde luego que la crítica, la sátira, el retrato social ridículo y la ironía están bien presentes.
La novela se construye a modo de matrioska, como tres historias concatenadas y simétricas. Así, el narrador, asiduo usuario de casas de huéspedes, participa en la más docta tertulia española, la que se reúne cada comida y cena a la mesa de la pensión, en la que se monologa, debate, critica y rabia con el estéril objeto de arreglar el pais: la corte de los cuñados. Un día se suma a esta tertulia un nuevo huésped, un cura joven y atractivo que causa furor entre el público femenino y simpatía en el masculino por su buena percha y sus maneras poco eclesiásticas. Su nombre es Pedro Guillén Lope Eurípides; el interlocutor elija el nombre que más le convenga. El narrador se siente inmediatamente atraído por el peculiar sacerdote, del que comienza a pensar que oculta un secreto por la forma en que lo sorprende escondiendo el pequeño retrato de una mujer, mujer que dice ser su hermana fallecida, pero que el narrador reconoce como una allegada suya, prostituta a la sazón. Es entonces cuando el cura contará su historia, empezando por la historia de su padre, dramaturgo metido a zapatero, Apolonio, y su rival, zapatero metido a filósofo, Belarmino.
Belarmino y Apolonio son rivales, sí, aunque solo en la mente del segundo, pues el primero está muy ocupado creando una forma de entender el mundo, para la que es necesario deconstruir el lenguaje y crearlo desde cero. Tan ocupado está que no tiene tiempo para remendar, ni para ocuparse de su querida hija ni para rivalidades profesionales. Apolonio, en cambio, está tan obsesionado con componer la gran obra dramática que cambie el siglo. Tal es su obsesión por la lírica que hasta habla inconscientemente en verso, ignora la buena marcha de su negocio y, por supuesto, descuida la crianza de su amado hijo. Dada la laxa vigilancia de que gozan ambos primogénitos terminan intimando, ajenos e ignorantes las rivalidades paternas, y gracias a la intermediación de una solterona romántica deciden fugarse del pueblo para casarse. Y hasta aquí tenemos las tres líneas argumentales, que se irán cerrando poco a poco, hasta regresar al punto de vista del narrador.
Ramón Pérez de Ayala trabaja el lenguaje hasta puntos extenuantes. Leerlo puede suponer en ocasiones un desafío, aunque gracias a su sentido del humor, irónico, incisivo pero simpático y hasta cierto punto bienintencionado, hace que esa puntual incomprensión del mensaje añada otra capa más de comedia. Porque el chiste principal de Berlamino, quien más juega con esta experimentación lingüística, es no saber nunca si lo que dice tiene sentido o no, si sus ocurrencias son de genio o de lerdo iluminado. Tal es la oscuridad del lenguaje berlaminiano que consigue formar escuela, y numerosos estudiantes y vecinos se reúnen para identificar si tras la tonteria hay perlas de sabiduría. Pero no piense el lector que todo es filosofía en esta novela; también hay acción, de hecho, la más básica dentro de la literatura, una historia de amor con pasajes trágicos que descoloca todo y afecta a todos los personajes, igual de pintorescos que los dos protagonistas que dan título a la novela.
Para bien o para mal, ya no hay literatura así en el siglo XXI. Los usos y las formas han cambiado, no tanto el mundo, que sigue siendo pretexto para que muchos se pronuncien. Quizá la mayor diferencia entre los dos siglos sea esa, no tanto la forma en la que se escribe, sino que no todos los que escriben tienen algo que decir.
I loved this book. Spanish speakers can get it for free on the internet. NYRB need to get it back in print. God bless the old Quartet Encounters series (what a great list of books they published!)
Here are some quotes.
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The duchess was very frank and occasionally...how can I put it? – well, she swore a lot, although, being a woman, she would give the words a slightly feminine form by changing the final o to a final a. She also smoked like a chimney. All the Valdedulla family were eccentrics. As for the duchess’s heart – I’ll use one of my father’s phrases to describe it – it was made of Hyblan honey and was larger than Mount Olympus.
The beneficence that great lady bestowed on my father and myself is of the kind than cannot be repaid. I think she must have been over forty at the time and she was what you might call a fat, middle-aged woman; frankly speaking, she was ugly. But she had a love of life, an openness, and a sense of humor that made her far more attractive than beauty itself. I assure you that when she let loose with one of her obscenities, which in her case was really a sign of contentment, you would just stand there fascinated and smiling, as if you had been listening to a nightingale’s song. Where words are concerned, structure isn’t as important as tone and intention. Words are like containers. Although they may have a similar form, some are made of clay whereas others are of pure crystal and contain a delicious essence.
And now the image of Belarmino takes shape in my memory. He was a shoemaker-philosopher, quite a fabulous character, who, naturally, also lived in Ruera Street. As a matter of fact, the previous theory on words belonged to him. ‘A table,’ he used to say, ‘is called a table because we feel like calling it by that name; it could just as well be called a chair. We use the same word for both of them when we say they are pieces of furniture; but we could also call them houses. Just because we feel like it, we use the same word for furniture and houses when we say they are both things. The problem of philosophy lies in searching for one word that will express everything we feel like expressing.’ I don’t know if he was a mad wiseman or a wise madman. I’ve gotten off the track.
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The dictionary was his favourite book. At times, completely cut off from external reality, following the strange forms that took shape in the air and were visible only to him as he meditated, he felt that this particular way of reading was based on an extremely original method. For him, the dictionary was the epitome of the universe, a concise compendium of all things terrestrial and divine – a key by which to decipher unexpected enigmas. The whole idea was to penetrate that secret code, to open up the compendium, and see everything in it at a glance. The dictionary contains all there is, because all words are in it, and it follows that all things are in it because word and thing are one and the same. Objects are born when words are born, because without words there are no things and, if there are, it’s as if there weren’t. For example, a table doesn’t know that it exists, nor does a table exist for a chair, because the chair doesn’t know about the existence of the table. An object doesn’t exist by itself, nor in relation to other things, but only for the Intelet which, on comprehending it, gives it a name and affixes a word to it. To know is to create and to create is to know.
Such was one small fragment of the Belarminian speculation. It just goes to show the kind of thing that can come from being in a sitting position over a long period of time while leisurely exercising one’s discursive faculty! Philosophers are squatting types, even the peripatetic ones. Although they do most of their talking on their feet, they erect their philosophical systems once they assume a squatting position. To continue...
Yes. Everything BURIED is good. Is a gem. That's because "good"/"Great"/ETC is included in the concept of the BURIED. Its circularity is proof of its truth. And so it goes.
But what's weird about this one is that it doesn't read like a parody. Even though a) it was pub'd in 1921 (with a University Press translation into English in 1971) and b) has about as much characterization=depth as a novel out of the Eighteenth Century. Or maybe it's the Seventeenth I have in mind, since this here seems to be written within the pages of something like Cervantes' Exemplary Tales. That is, what a relief stuff like this is from all that stodgy Psychological Realism. I agree that a thing The Novel does really well is probe consciousness --> but that's just Modernism. There's so much more that can happen, that The Novel can do. Like a good tale.
Belarmino (zapatero filósofo) y Apolonio (zapatero dramaturgo) confrontan sus ideas para mostrarlas según su punto de vista. Esta novela es una delicia.
This was not an easy book to come by. The translation is from 1971, which is somehow almost fifty years ago now? Englished by Baumgarten and Berns, University of California Press, long out of print, ISBN 0520017862. Not sure that there've been any subsequent attempts to translate but if so they're hidden well. Pérez de Ayala and his contemporaries have just never been in vogue with English and American readers, it seems. And so there's plenty more modernist (if that's the right term) literature from 1920's and 30's Spain that remains nearly impossible to come by. Gabriel Miro. Pio Baroja. Much of Unamuno. It's baffling, given the ties they inevitably must have to major Latin American authors, many of whom are household names in the US. Anyway: there's a vacuum there. Someone out there do something about it.
So B & A is more a "novel of ideas" than a novel. I personally gravitate toward the latter but thats's not to say that there isn't plenty to be found in "philosophical novels." It's great when it works (Dostoevsky's best) and just shitty when it doesn't (the rest of Dostoevsky). I think weighty ontological investigations in fiction are better suited to the comic mode than the tragic or melodramatic. This one struck me as very like Machado de Assis or Vonnegut a la Cat's Cradle but sans the scifi, often just plain silly but steeped in some kind of earnest attempt to systematize existence. I have no basis to compare but the book is certainly rendered in nuanced flowing English, and it really has to be, in order for it to work at all. One of the titular characters gradually creates his own instinctual, sort of alternative language - he repurposes nouns and verbs whole cloth and usually ends up trafficking in word salad by the end of a paragraph, to the bafflement of his wife and customers. The wordplay has to work on the page, and it did for me. (I imagine this is a small nightmare for aspiring translators.) There's a glossary of Belarminian vocabulary in the back, even. Belarmino is a kind of Diogenes but instead of living idly and naked in a barrel, he makes shoes. Eventually he acquires a rival. Apolonio also has his head in the clouds, just slightly different clouds; he's a dramatist and would-be master poet; and his footwear is fancier. Long story short one has a daughter, the other has a son, elopement occurs, systems of meaning collide. The last two chapters and epilogue are worth the price of admission.
Non era sen tempo o de rematar este libro! En fin, costoume horrores, pero porque estou cansadísima de ler. En xeral ten momentos moi tenros e divertidísimos, pero tamén digresións ensaístico-filosóficas tediosas.
Una obra que he disfrutado mucho por la personalidad y mente del autor, que ha sabido estar ahí presente.
Igualmente me estuve informando sobre este tipo de novela (porque en sí el género, tomado "en genérico", no es mi tipo de literatura predilecta), ya que quería disfrutarla y comprenderla. Por ello leí alguna bibliografía interesante, como el artículo tan curioso de M. E. Barroso Villar, que trataba sobre los elementos de modernidad que la novela intelectual de Ayala traía consigo, además de contextualizar la obra y el autor con el manual de J. Chabás sobre literatura española. De tal manera, estas herramientas me fueron suficiente para saber dónde estaba echando el ojo.
Es una novela EXPERIMENTAL, es decir, rompe con los moldes narrativos preexistentes y, en este caso, se introduce la técnica del perspectivismo que tanto juego da a la narración. Me gusta porque esto último ayuda a desarrollar el ángulo interno de visión, también hay numerosos incisos y valoraciones, además de verbos del tipo aprender, adoctrinar, pensar, etc., que profundizan en la psicología del personaje.
En sí tiene pasajes muy interesantes, ¡y cómicos! Lo tiene todo, pese a que se me ha hecho un poco "bola" el leerla, ya que, insisto, las novelas no son de mi gusto, pero he sonreído bastante con su lectura. Leeré más de Pérez de Ayala, pues es una persona que ha despertado en mí cierta curiosidad :)
A delightful, cleverly written novel about Belarmino and Apolonio, two shoemakers. Belarmino is a philosopher and has created his own language of words with opaque and unexpected meanings, making up for his illiteracy! Apolonio is a playwright. Belarmino and Apolonio hate each other. Apolonio is a newcomer to the town and establishes his shoe making business on the same street as Belarmino’s shop. Belarmino has brought up a girl and is devoted to her. His wife cannot stand the girl! Apolonio has a son. When Apolonio’s son and Belarmino’s girl fall in love, things become complicated! There are other charmingly quirky characters in the town providing some amusing incidents.
Dicíame Samuel o outro día que este fora o peor libro que lera durante toda a carreira. Para a miña sorte debo discrepar: pareceume un libro excelente, profundo, divertido por momentos, meláncolico noutros.
Un dos aspectos máis interesantes é a (re)conciliación das personaxes, entre elas e consigo mesmas, que trascenden a permanente dualidade, non sempre contraditoria, en que nos encontramos os seres humanos. Así, son seres poliédricos e vivos, en permanente construción, que os vai individualizando e humanizando, trascendendo a simple abstracción teórica da que parten.
É tamén salientable a importancia que ten a linguaxe na obra, como produto individualizador, así como experimentación que parte das teses saussureanas sobre a arbitrariedade significante-significado, e que incide directamente sobre a creación do sistema filosófico belarminiano, sobre a súa visión de «diccionario», como diría o propio Belarmino.
En definitiva, unha obra maestra na que tamén se aprecia o influxo dos seus maestros directos, Alas e Galdós. Igualmente, a pluma cervantina, presente en moitos momentos da obra.
Ha sido una de las mejores novelas que he leído hasta ahora. Lo tiene todo: filosofía, amores, rivalidades, engaños, erudición,... Todo esto te lo va mostrando de forma progresiva y natural, pero a su vez, no te esperas lo que va a ocurrir. Es, simplemente, espasmódico, como diría Belarmino. Mención especial al capítulo II "Rúa Ruera vista desde dos lados" (Yo soy Lirio), al léxico de Belarmino, y al epílogo, de obligada lectura vital a mi parecer.
La obra nos cuenta la vida de Belarmino y Apolonio, dos zapateros de Rúa Ruera. Belarmino, zapatero desde hace muchos años, es un filósofo empedernido, sujeto a un idioma propio que trae de cabeza a todos sus allegados, y a otros fascina, como al estudiantón o a Coligñón. Apolonio, en cambio, es poeta, un dramaturgo en la sombra, neurótico y dramático, el cual odia a Belarmino por esto mismo. Hacia la última parte, nos muestran la relación romántica entre Angustias y Pedrito, hijos de Belarmino y Apolonio, que intentarán fugarse gracias a la ayuda de Felicita, pero herrando en su empeño por culpa del seminario, pues Pedrito iba de camino para hacerse cura. Al final todo se resuelve felizmente. Pasan los años, Pedrito y Angustias se reencuentran y resuelven sus dudas, Felicita ya no se siente culpable a causa de esto, aunque si que sigue melancólica por la muerte de Novicio, su prometido fallecido. Y, lo más importante, Belarmino y Apolonio se reconcilian en el asilo, reconociéndose que son el jing y el jang, que uno no puede estar sin el otro, o como Ayala dice en el epílogo: " El filósofo necesita del dramaturgo para no ser estéril ni perecer. Y el dramaturgo necesita del filosofo para no ser vano ni desaparecer".
- "Un filósofo no estorba, ni molesta, ni perjudica, siempre que no se le tome en serio" - "El hombre que quiere conocer la vida, es estudiante hasta que se muere" - "Todos los dolores son escenas dramáticas" (Teatro) - "Los que la deshonráis sois vosotros.... Te estoy viendo como un sátiro" (Párrafo de la duquesa. 226 [Cátedra]) - "El niño es el que tiene muchos años y el viejo el que tiene pocos años, poquísimos, quizás meses, quizás días, quizás horas, porque el tiempo pasado ya no existe" - "Para el joven inteligente y sensitivo, el mundo es un caos sumido en lobreguez" - "Todas las actividades conspiran desde su origen a perfeccionar la sociedad con el fin de alcanzar el máximo de felicidad para el máximo de los individuos" - "La iglesia nació como un ensayo de organización para la felicidad", "... al igual que la sociedad capitalista" - "Los hijos no tienen deber alguno para con sus padres, y sí solo los padres para con sus hijos" - "Los de aquí estamos también muertos y miramos el mundo desde la perspectiva de la eternidad" (Felicita, monja) - Todo el epílogo
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No ha sido el mejor libro que he leído en mi vida, pero podía haber estado peor. Se me hizo bastante bola a la mitad, no porque fuese pesado (aunque en algunas partes había demasiadas digresiones filosóficas), sino porque estaba saturada de leer tanto a lo largo de estos últimos tres meses. Sin duda, mi parte favorita es la historia de amor de don Guillén y Angustias que viene con rapto incluido. El final tan tierno entre Belarmino y Apolonio también le ha hecho subir puntos en el marcador.
Desde el punto de vista filológico no me parece que sea una obra que añada algo novedoso al canon y tampoco termino de entender qué la hace especial como para convertirse en lectura obligatoria dentro de este grado.
Quite the gem I must say. A smaller novel that feels much more than 200 pages. Packs quite a bit in there on Apolonio and Belarmino. I could’ve read 500 pages of this story. Subtle yet beautiful and one of my favorite endings of a novel. Highly recommend!
Ha sido un placer recuperar a este escritor asturiano de la generación de 14, espero que se digitalícenos sus obras para poder seguir leyéndolo ya que sus libros están descatalogados