Jump to ratings and reviews
Rate this book

El libro de la fiebre

Rate this book
En un texto titulado "Bosquejo autobiográfico", Carmen Martín Gaite relata la historia de la enfermedad que a finales de la década de 1940 fue motivo de inspiración para «El libro de la fiebre», un texto donde en plan poético y surrealista trataba de rescatar las imágenes fugaces de los delirios sufridos durante una cuarentena de fiebres altísimas. El entusiasmo inicial por publicar lo escrito se torna rechazo, tras la valoración adversa de algunos juicios amigos, y se decide a publicar sólo algunos fragmentos de la obra, permaneciendo el resto inédito. Sin embargo, a pesar de haber sido repudiado, se mantuvo vivo en el "taller de la escritora", como ejemplo de una escritura fantástica todavía en ciernes, precursora de desarrollos sucesivos. Ahora que la trayectoria vital de la autora se ha cerrado, y tenemos delante su obra conclusa, la lectura de este primer ensayo de escritura nos depara sorprendentes hallazgos, muchos de los temas y motivos que Martín Gaite desarrollaría en el el escenario de "interiores"; el simbolismo de los objetos y de los lugares; la oscilación entre la realidad y el sueño; la construcción del yo a través de la memoria; la reflexión sobre la escritura y la metaficción; imágenes que nos remiten a lugares de su geografía narrativa. Esta edición transcribe, reconstruye y publica íntegramente por primera vez el manuscrito inédito de «El libro de la fiebre».

184 pages, Paperback

First published January 30, 2007

5 people are currently reading
179 people want to read

About the author

Carmen Martín Gaite

126 books435 followers
Carmen Martín Gaite (Salamanca 1925-Madrid 2000) se licenció en Filosofía y Letras en la Universidad de Salamanca, donde conoció a Ignacio Aldecoa y a Agustín García Calvo. En esa universidad tuvo además su primer contacto con el teatro participando como actriz en varias obras.
Se trasladó a Madrid en 1950 y se doctoró en la Universidad de Madrid con la tesis Usos amorosos del XVIII en España. Ignacio Aldecoa, cuya obra estudiaría posteriormente, la introdujo en su círculo literario, donde conoció a Josefina Aldecoa, Alfonso Sastre, Juan Benet, Medardo Fraile, Jesús Fernández Santos y Rafael Sánchez Ferlosio, con quien se casó en 1954. De esta manera se incluyó en la que sería conocida como la Generación del 55 o Generación de la Posguerra.
Escribió su primer cuento, Un día de libertad, en 1953, aunque confiesa escribir desde los 8 años. Comienza su carrera literaria con El balneario obteniendo en 1955 uno de los premios literarios de mayor prestigio en España, el Café Gijón.
Tres años después obtiene el Premio Nadal por su obra Entre visillos. Escribe dos obras de teatro, el monólogo A palo seco en 1957, que fue representado en 1987, y La hermana pequeña en 1959, rescatada en 1998 por el director de teatro Ángel García Moreno y estrenada el 19 de enero de 1999 en Madrid.
Durante la década de los sesenta continúa cultivando la narrativa, con obras como Las ataduras (1960) o Ritmo lento (1963), pero es en los setenta cuando vemos la versatilidad de Martín Gaite. Publica sus dos ensayos sobre el proceso contra Macanaz además de su tesis, recopila su poesía en A rachas (1976), y la novela Retahílas, sale a la luz en 1974. También a esta década debemos su primera recopilación de relatos, Cuentos completos. Su faceta periodística se caracteriza por su etapa de redactora en los comienzos de Diario 16.
Su matrimonio con Rafael Sánchez Ferlosio duró unos años antes de acabar en separación, en los cuales tuvieron una hija, Marta, a quien dedicó el cuento La reina de las nieves. Falleció antes que ella. Entre otros logros, Martín Gaite destaca por haber sido la primera mujer a la que se le concede el Premio Nacional de Literatura con El cuarto de atrás en 1978, y por haber ganado en 1994 el Premio Nacional de las Letras por el conjunto de su obra.
Fue una de las personas más y mejor premiadas del mundo de la literatura; obtuvo el Príncipe de Asturias en 1988 compartido con el poeta gallego José Ángel Valente [1929-2000], el Premio Acebo de Honor en 1988 como reconocimiento a toda su obra, el Premio Castilla y León de las Letras en 1992, Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes en 1997, Pluma de Plata del Círculo de la Escritura otorgada en junio de 1999 y cuya ceremonia fue retransmitida por videoconferencia a través de Internet, algo sin precedentes, hasta aquel momento, en el mundo literario. Con su ensayo Usos amorosos de la posguerra española recibió en 1987 el Premio Anagrama de Ensayo y el Libro de Oro de los libreros españoles. Esta obra dispara sus ventas, y desde entonces las obras de Carmen Martín Gaite están siempre entre las más vendidas en España, siendo espectacular su éxito en la Feria del libro de Madrid, donde solía ser su obra de cada temporada la más vendida de la feria.
Cultivó también la crítica literaria y la traducción destacando en autores como Gustave Flaubert [1821-1880], Rainer Maria Rilke [1875-1926] y Emily Brönte [1818-1848]; colaboró, asimismo, en los guiones de series para Televisión Española como Santa Teresa de Jesús (1982) y Celia (1989), serie basada en los famosos cuentos de la escritora madrileña Elena Fortún (1886-1952).
Publica dos enormes éxitos de crítica y público, Lo raro es vivir en 1997 e Irse de casa en 1998, y en 1999 se publica

Ratings & Reviews

What do you think?
Rate this book

Friends & Following

Create a free account to discover what your friends think of this book!

Community Reviews

5 stars
21 (35%)
4 stars
24 (40%)
3 stars
12 (20%)
2 stars
2 (3%)
1 star
1 (1%)
Displaying 1 - 14 of 14 reviews
Profile Image for Luna Miguel.
Author 22 books4,776 followers
April 3, 2021
Muy bello este libro, esta metáfora sobre el nudo en la garganta que a veces significa escribir un libro, o querer escribirlo incluso cuando las voces (propias o ajenas, especialmente las censoras) te dicen: no lo hagas.
Profile Image for Belensays.
160 reviews64 followers
April 11, 2020
El libro de la fiebre, como bien dice su autora, esta hecho de remiendos. Las imágenes oníricas y febriles se mezclan con las de la vida real. Aunque a veces es imposible separarlas.

Este es el primer libro que escribió Carmiña, sin embargo, se publicó póstumamente porque cuando se lo enseñó a su marido, este le dijo que no era suficientemente bueno porque no encajaba en la corriente del momento.

No puedo imaginarme cómo afectaría esto a Carmiña. Si hay algo que se mantiene a lo largo de la obra es su preocupación por el libro. Saber si gustará, si será aceptado o no por la crítica. En los sueños suelen aparecer académicos que desprecian la obra. Ella solo quiere que les guste. Pero, sobre todo, quiere que le guste a Rafael “es indispensable” decía.

El libro de la fiebre se quedó en un cajón por culpa de la opinión de un hombre. Menos mal que Carmiña siguió escribiendo. Pero ¿cuántos libros de la fiebre nos hemos perdido?
Profile Image for María Alcalde.
127 reviews48 followers
April 6, 2023
Bello ensayo autobiográfico de ritmo poético que, a través de la fiebre tifoidea sufrida en 1940 por la autora, nos desplaza a paisajes oníricos, nostálgicos, clarividentes, llenos de visiones surrealistas, simbólicas y de evocación memorial. Un precioso collage de fragmentos entretejidos con la escritura del yo.


«Amigos, venid. Me vuelvo loca yo sola ahogada entre tanta riqueza. Venid. Llenaré vuestros sacos. Toco ciudades de oro y jardines de cuento, saltamontes y estrellas, el perfil de la luna, unos niños, un tren... y todo va suelto, sin razones. Y todo tiene su pequeña y fugaz historia. Venid a verlo conmigo. Mi casa se ha llenado y ya no hay sitio, me sobrará riqueza para colmar vuestros sacos.
(Tac, tac, tac. La fiebre galopaba. Y mis amigos, sin oírme.) Se me pierde todo. Se me escapa. Acaba de cruzárseme una imagen jugosa y viva como un pez. ¿Sería un pez? La estaba viendo y se me ha escurrido. No vendrá nunca más. ¿Dónde habrá ido, cómo era?»


«Oiré que dicen: «Has escrito un libro mientras dormías»
Profile Image for Sara Castañón.
38 reviews2 followers
Read
April 18, 2025
El delirio más grande es escribir. La fiebre nos empapa de desvarío, nos empuja a tomar la pluma porque el cuerpo desesperado debe sacar de sí los sueños llenos de mensajes que nos recorren como escalofríos. Un libro es un espacio, ahí caben todas las alucinaciones, los miedos, las fantasías y las comodidades. Un libro es un sueño febril que no necesita historia ni coherencia ni enseñanza (¿aunque no siempre está ahí, acechando a aquel dispuesto a mirar?) ni trama ni planeación, ni siquiera necesita un final: solo necesita ser escrito.

wow 🖤
108 reviews1 follower
July 22, 2025
yo tambien he estado mirando al techo de mi habitacion en la cuenca teniendo visiones que no sabia si eran reales o inventadas
Profile Image for Victoria Sttew.
272 reviews16 followers
January 13, 2025
La osadía de escribir un libro cuando tienes fiebre, de recordar, o intentarlo, de saber que estás escribiendo pero no saber qué, he aquí el resultado, hecho de remiendos, bellos, oníricos, sin sentido algunas veces.
Profile Image for Tomás ☁️.
288 reviews92 followers
May 15, 2024
qué chulo + cada vez que menciona salamanca soy el gif de isabel pantoja enseñando que tiene los pelos de punta
Profile Image for José Ramón .
41 reviews1 follower
September 21, 2025
libro inacabado pero interesante. Un estilo ligero, fresco, onírico. Libertad e imaginación con mucha fantasía. Al final te ves inmerso en un mundo irreal cómo de realismo mágico. Muy interesante para conocer otros aspectos de la autora, que parece que no dejó ningún registro sin tocar
Profile Image for Luisa Ripoll-Alberola.
286 reviews67 followers
March 3, 2023
Primer librito escrito por Carmen Martín Gaite (y permanentemente inacabado). En él narra surrealistamente su episodio de fiebres cuando contrajo el tifus a los 25 años. La premisa literaria de la novela es el paralelismo fiebre creadora/fiebre tifoidea. Las fiebres hacen a Carmiña obsesionarse con la escritura del libro en el que describiría sus alucinaciones febriles.
El libro de la fiebre, desigual, sin orden ni sintaxis, lleno de desolladuras, herido y caliente como un animal, fue mi compañero.
Este libro que sostengo se titula el libro de la fiebre pero ¿es el mismo libro que el que ella menciona dentro del propio libro? Sí y no. No porque es el libro que se soñaba escribir. Sí porque este libro imperfecto acaba suplantándolo a falta de una versión mejor.

Esta clase de reflexiones autoreferenciales me parecen lo mejor del libro; es un recurso muy europeo. Éste se armoniza con la difusión de los límites entre la realidad y el delirio febril: en un momento dado irrumpen los propios críticos del libro en la habitación de la enferma, y luego se convierten mágicamente en mujeres, y después en catedráticos. También se hace amiga de fray Jacopone por presentación de Rafael (Rafael Sánchez Ferlosio, su futuro marido aunque aún eso no se sabía):
Mi amigo Rafael admira mucho a fray Jacopone da Todi. Fray Jacopone es un fraile italiano del siglo XIII discípulo de San Francisco. Fray Jacopone es muy amigo de Rafael. Incluso alguna vez creo que ha ido por su casa, ha curioseado todos sus libros y sus pequeñas riquezas, los ha colocado en un montón y ha empezado a arrojarlos por la ventana, hasta que la habitación de mi amigo ha quedado limpia. Rafael al principio no quería, pero luego acabó por ayudarle y en aquella faena se hicieron muy amigos. A fray Jacopone una vez le metieron preso injustamente en una mazmorra por culpa del papa Bonifacio VIII. Allí se acostumbró a destruir su miseria a carcajadas y desde entonces se ríe de todas las mentiras de los demás.

Rafael siempre me estaba diciendo: «Te tengo que leer las poesías de fray Jacopone».
Esta no es solo una anécdota graciosa, en cuanto a que las poesías de fray Jacopone son oraciones que piden a Dios todas las enfermedades y las fiebres para destruir toda vanidad.

En el prólogo, Maria Vittoria Calvi, editora suya, apunta una cosa muy bien traída: que hay tres símbolos muy presentes en la literatura martingaitiana (y en este libro en concreto) que son el reloj, el espejo, el jardín y la ventana.

Hasta aquí la reseña en sí. Ahora voy a copiar mis fragmentos favoritos (incluido el de los críticos, que son varias páginas):
Mi madre viene. La he llamado dormida y despierta, sus manos son dos manzanas cortadas y me hacen falta sobre la frente. Viene a velar por mí. Sólo ella sabe. Velar, del latín vigilare. Pero velar es más que vigilar. Es estar unido con unción al que nos necesita, es desdoblarse para él, ser él cuando él se ha ido, hacer de nuestra mente dos mentes y de nuestro corazón dos corazones. Hay en Salamanca en la iglesia de las Isabelas una santa Isabel de Nicolás Florentino, con las manos dulcemente unidas. Querría volver a verla. Id a verla. Está velando, nadie sabe por quién.
Aquel señor de luto que muchas veces se venía a las puertas de mi libro, y miraba el interior desde las rojas cortinas de la entrada, moviendo con pesimismo la cabeza, estaba empeñado en asegurar que el tal libro de la fiebre había levantado muchos comentarios.
A mí un día me entró curiosidad:
—Oye, ¿qué es lo que dicen?
—¡Qué sé yo, hija! Cada uno una cosa. Si los oyeses, otro gallo te cantará.
—Bueno, pues los quiero oír. Que vengan a decirme lo que sea a la cara. Que vengan todos.
Y mi curiosidad se cambió en un exaltadísimo deseo de oír todas aquellas opiniones.
—Que vengan. Que vengan aquí. Quiero oír lo que dicen. Díselo de mi parte. Anda, díselo.
Tanto lo deseé que un día vinieron. Entraron todos por mi libro hablando y riéndose con la mayor naturalidad, como personas que saben a lo que vienen. Yo ya no me acordaba. Al principio los miraba asombrada hormiguear por las galerías de lo que estaba escrito buscando asiento entre las letras y cuchicheando en voz baja. Luego me di cuenta de que eran mis críticos y me encogí llena de malestar. ¡Cuántos eran!
Parecían bienhumorados en general, y no se desvanecían como otras veces. El rumor de sus voces no se convertía en ningún otro rumor. Yo los miraba detallando sus gestos, sus cruces y su caminar, veía uno por uno sus rostros tranquilos y sonrientes y cada vez sentía mayor encogimiento. Había rostros picudos, redondos, alargados, con gafas, sin ellas, bondadosos, irónicos. Me pareció que no conocía a ninguno.
También veía el conjunto que formaban, abigarrado y expectante como el de un tendido de la plaza de toros cuando todavía no ha empezado la corrida. Se habían dispuesto por grupos más o menos simétricos, como si correspondieran a gremios distintos. Yo los miraba fijamente, pero no se desvanecían.
Los primeros en hablar fueron los literatos jóvenes, que estaban desparramados por las galerías altas del libro en posturas extrañas y me miraban irónicamente, arqueando las cejas.
—Os digo que no la conozco —dijo uno muy delgado con cara de cínico que debía ser el mandamás de la reunión; y al decirlo me examinaba con una fría mirada.
—En España, lo que hace falta es novela —corearon los otros como si no le oyesen—. Novela. Novela —y sus voces me llegaban a través de una cortina de humo de tabaco.
—Esta chica, esta chica —decían algunos mirándome atentamente como si quisieran hacer memoria—. Yo la he visto antes en otra parte. ¿No habrá ido por la tertulia del café?
Pero enseguida se distraían y volvían a hablar de la novela. Todos ellos tenían en preparación importantísimas novelas. La novela no era un poema. La novela no era un dogmatismo. La novela no era esto ni aquello. No estaban de acuerdo. Reñían. Pío Baroja adolecía de muchos defectos.
En España no se podía vivir. En España no había un novelista. ¡Cuánto ruido hacían! Pero era por el bien de nuestras letras. Habría que esperar a que aquellos muchachos concluyeran sus obras. Me consolé pensando que, siendo yo bastante joven, si no me moría del tifus, pronto asistiría a un nuevo siglo de oro, a juzgar por el nutrido grupo de juventud creadora que a mi alrededor se juntaba.
Hablaban de mí a ráfagas, divagando enseguida. Mezclaban mi nombre con el de un tal Teodomiro al cual por lo visto yo había plagiado en mi libro completamente. Los adjetivos de Teodomiro, la técnica de Teodomiro, todo igual en el libro de la fiebre. Aquel Teodomiro debía ser amigo de ellos, por la confianza y la intimidad con que le nombraban todos.
Vuelta a hablar de la novela. Y de los existencialistas. Y de que la sinceridad en literatura no existe. Otros en cambio decían que sí, por ejemplo el de la cara de cínico que enseguida convenció a muchos.
—¿Os acordáis de lo que yo decía en aquel poema acerca de la ficción? —No, ninguno se acorda ba. La literatura no era ficción.
os defens
—Sí, sí, la literatura es arte, ficción. Solo hay arte verdadero o pretensiones de alcanzarlo.
Ya estaba armado el barullo otra vez. ¡Cuánto ruido y cuánto humo! ¡Qué calor hacía!
Vuelta a los existencialistas. Y a lo que Fulano y Mengano decían en sus últimos poemas. Nadie escuchaba a nadie.
—El libro de esta muchacha es totalmente insincero —declaró el de la cara de cínico. Estaban de acuerdo. Todos negaron mi sinceridad con la misma fuerza con que habían defendido su honra.
Mi libro estaba lleno de influencias extrañas. La fiebre había sido un pretexto literario. Como el presidio para Teodomiro. Yo no había estado enferma, yo no estaba enferma. Y no tenía talla para fingir lo que no había visto.
Mi libro era Teodomiro clavado. Clavado. Párrafos enteros le había copiado al tal. Pero sin éxito, al parecer. Menuda diferencia. Yo me quedaba en la metáfora ramplona.
Cerré los ojos. El humo de tabaco me seguía dentro de ellos, formando remolinos espesos como el polvo de los caminos en agosto. Debajo de aquel humo desaparecía mi libro, se deshacía azucaradamente como una pringue.
Los muchachos se salieron a discutir a mi habitación y yo me tapé la cabeza con la almohada para no oírlos más. Pero los oía y los veía. Se convirtieron en unas señoras sentadas en grupo que hacían punto de media. Hablaban de mí.
—Es una muchacha de buenas costumbres, y en su libro habla una vez de santa Isabel.
—¡Ah! ¿Pero usté lo ha leído? Si no se entiende nada.
—Yo la conozco de Salamanca, mis hijos la han hablado algunas veces, y dicen que no tiene fuste ninguno.
—Por cierto, su hijo mayor, ¿terminó ya los estudios de ingeniero?
—No, señora, exigen mucho en esa escuela y a él le tienen ojeriza. Lo mejor era ser aviador o marino, aunque arriesgado. ¡Pero los hombres ganaban tanto de uniforme!
Aquí intervinieron todas las señoras para su opinión y se quitaban unas a otras la palabra. Luego hablaron otra vez de mí:
—Yo creí que era un libro para curar la tosferina o algo por el estilo; en fin, con alguna utilidad Por eso lo compré.
—Yo no lo he leído. No tengo tiempo para leer nada, solo el periódico, como ahora tengo en mi casa a los niños de Justa.
—La escritora mejor es doña Concha Espina. Ya lo dice mi marido. Y él entiende de esto muchísimo.
—¡Bah! Las mujeres no deben meterse en zarandajas. Mujer que sabe latín no puede tener buen fin.
No se sabía quién hablaba y quién replicaba. Todas las señoras eran altas y delgadas con los ojos muy juntos, parecían la misma señora.
La conversación se hizo confusa. Hablaban de los maridos. Pobre marido el que me llevara a mí, ya iba aviado. Algo así decían, parecían conocerme de toda la vida. También hablaban de lo bonito que era el trusseau de no sé quién y de las labores de punto que estaban haciendo. Se las enseñaban unas a otras orgullosamente. Era muy fácil. Un punto del derechas, dos del revés. Un punto del derechas, dos del revés. Un punto del derechas, dos del revés.
¿Cuánto me dolía la cabeza! Pero ¿y mi libro? ¿Dónde estaba mi libro?
Empezó a llover. Era una lluvia sofocante y espesa que no aliviaba, que no despejaba las nubes de polvo, pero calaba hasta los huesos y dejaba dentro de ellos una mortal frialdad. Sentí que venía mi madre y palpaba las ropas de la cama: «¡Jesús, qué disparate, cómo suda esta criatura!». Y me cambiaba el camisón empapado por otro seco.
Siguió lloviendo y a la humedad sucedió un frío intenso que me hacía dar diente con diente.
—Un libro como este cualquiera sería capaz de escribirlo —zumbaban las voces a mi alrededor—. ¿Y el personaje? ¿Dónde está el personaje? Este libro es una huida.
(¡Dios mío! Que se callaran ya. Que se fueran).
—Tu libro es de una fácil y falsa generosidad —dijo una voz amiga honda y lejana que llegaba hasta el fondo de mi ser—. No te cuesta trabajo. Quieres divertirte con él y que te lo aplaudan los que exigen poco.
Ya no estaban las señoras. Aquella voz, ¿de dónde venía? ¿Por qué sonaba cada vez más lejos? Yo me alargaba desesperadamente hacia ella.
«Pretendes tener una satisfacción completa y divertirte con tu libro, enseñas a carcajadas la riqueza que te colma sin regalarla. Un libro que deje en ti satisfacción completa, eso es lo que quieres, un libro que...». La voz se iba yendo como un aire. Yo hacía esfuerzos extraordinarios para localizarla.

Vinieron los sabios. Vi que estaban a mi lado con sus rostros alargados y serios de los que salen en el periódico.
Pero no; ellos no eran los que acababan de hablar. Me hicieron muchas preguntas. Que s era yo Carmen Martín, que si había acabado la licenciatura el año 48 en Salamanca, que si ahora preparaba la tesis.
A todo dije que si rutinariamente, con el corazón apesadumbrado. Ellos se extrañaron mucho. ¡Pero si parecía mentira! Tantos errores filológicos en mi libro, una falta tan grande de seriedad y método.
—Habla usted con gran inconsecuencia de los derivados semánticos de vigilare. La explicación que da es una invención subjetiva e ingenua, a todas luces insuficiente.
—Ni un ejemplo, ni siquiera hacer la diferencación entre voces cultas y populares. Es inaudito.
—Lo mismo puede decirse del sentido particularísimo que da usted al verbo despertar.
Luego hablaron mucho rato del valor estilístico del presente y del pretérito imperfecto, los cuales en mi libro se mezclaban, al parecer, de un modo totalmente arbitrario.
Se callaron esperando a que yo dijera algo en mi defensa, pero se había creado una densísima niebla que me separaba de ellos y de lo que me decían. Me daba cuenta de que tenía la culpa de algo, pero ¿qué derivados semánticos? ¿Qué libro? Los miraba encogida como un reo balbuciendo torpes excusas a través de la niebla.
Acabé por no entenderles nada. Solo los veía mover los labios para arriba y para abajo, para arriba y para abajo, produciendo un sordo murmullo.
Profile Image for Karina Vargas.
326 reviews71 followers
May 25, 2019
El libro de la fiebre : 4 estrellas.

Este es el primer libro escrito por Carmen Martín Gaite, a una edad muy temprana, y el último en publicarse, ya una vez fallecida la autora.

No hay mucho para decir, el libro es lo que dice ser: una especie de borrador hecho a retazos, sobre los fascinantes delirios ocasionados por la fiebre, a partir del tifus contraído por la autora, que se entremezclan con breves episodios de lucidez. Se destaca siempre la vocación de escritora, ya que en casi todas las alucinaciones surgen esos dilemas comunes de cualquier redacción y publicación de un texto.
La verdad es que temía que bajo esta premisa de ser un rejunte de escritos producto del delirio generado por un estado febril, se perdiesen la coherencia y cohesión. Pero por suerte, no fue así. Tal vez sea mérito de quien se encargó de recopilarlo y editarlo.
Sólo hay confusión y fantasías, por momentos tan brillantes que deslumbran.

Como esas canciones que uno escucha en una situación determinada, El libro de la fiebre es un libro para leer cuando se está enfermo. Con esto no quiero decir que no pueda disfrutarse si no lo estamos; de hecho, muchas reflexiones me dejaron anonadada y tanta fantasía junta me dio un poco de envidia. Pero quizá así podemos toparnos con Carmiña, y juntos encontrar su jardín secreto.
Profile Image for Lucía.
33 reviews
November 9, 2021
He disfrutado mucho de este librito.
Escritura redonda, ingeniosa, riquísima en léxico e imágenes. La importancia de las palabras, los objetos y los paisajes está muy presente como constante en la obra de Carmen Martín Gaite. Es una obra vanguardista y muy cercana a la vez.

Me ha recordado en ciertos momentos a Insolación, de Emilia Pardo Bazán, en algunas de las descripciones y en el humor: una relatando sus fiebres y la otra su resaca, mezclando realidad y mundos oníricos, con momentos de desvergüenza y autoafirmación interesantes en lo que al proceso creativo se refiere.
Profile Image for Ant (Tistrya).
148 reviews4 followers
November 26, 2022
"El caso es que pueda gustarle a Rafael cuando se lo lea, esto es indispensable". Me pelearía físicamente con Rafael Sánchez Ferlosio.
//
Esto lo sabe todo el mundo porque soy una pesada pero hace un año y pico estuve super malita y desde entonces llevo queriendo leer literatura escrita desde ese tipo de experiencia. Carmen Martín Gaite no ha defraudado.

No me voy a meter a valorar sus delirios porque sería absurdo, pero su forma de narrarlos es una delicia. Esta autora tiene una forma de moldear el lenguaje a su antojo que siempre me reconfigura el cerebro, es como que hace papiroflexia con las palabras para crear las imágenes y metáforas más originales que he visto nunca, y todo sin un ápice de pretenciosidad (ya quisieran algunos). El estilo de este libro es más asequible y da menos dolor de cabeza de lo habitual, así que quizás si no habéis leído nunca a esta autora podéis empezar por aquí (aunque no es muy representativo de su obra, porque gracias a Dios solo tuvo que pasar el tifus una vez).

Pero lo que más me ha gustado es la reflexión metaliteraria de los últimos pasajes, en los que Carmen explica que, cuanto más tiempo tarde en terminarlo, cuanto más lo retoque, cuanto más olvide, más falso será su libro escrito en pleno delirio. Esta idea de que el paso del tiempo tiene el poder de hacer que experiencias intensísimas se acaben sintiendo como una mentira también me obsesiona a mí, y ha sido reconfortante descubrir que no es un pensamiento único ni original.

Es super corto y ya tenía funny non-human sidekicks antes de que Disney los inventase, yo que vosotros lo leería.
Profile Image for Ana.
231 reviews
January 14, 2025
Sí, ya pasó. Cuarenta y ocho días de viaje. Y a lo largo de ellos, este momento: el cielo, el aire, este cuaderno blanco. Todo entrevisto a ráfagas, deformado. Era un momento eterno porque se me quemaba, apenas inicado, en la hoguera de mi deseo. Y de nuevo nacía.

Cuando un viento haya levantado esta decoración y haya mudado las cosas de sitio, cuando abra los ojos otra vez a través de un humo de extrañeza y nostalgia, tal vez miraré mis manos y ya tendré mi libro en ellas.
Oiré que dicen: "has escrito un libro mientras dormías".

Acepté la fiebre. Dejé de tenerle miedo. Siempre estaba sobre mis sienes, sin irse. Amé su lumbre. Me entregué a ella. La lumbre de la fiebre subió en espiral desde mis pies. Subió a remolinos, a escalofríos, y fue llenando todo el sitio que yo ocupaba.
Llenó toda mi casa. Al llegar a los hombros se posó cariñosa como un pájaro. "Anda, ve a distraerte. De vacaciones. Yo me quedaré en tu lugar y nadie notará nada." Sí. Que alguien se quedara en mi lugar. ¿Por qué tener miedo?
Acepté. Me salí de casa, Dios sabe hacia qué países, y abandoné mi cuerpo a la dulce locura de la fiebre.

Este libro no podía ser un círculo cerrado y conpleto. Sólo estuvo completo cuando desée escribirlo. Completo el deseo porque no tenía límites. Luego alargué el sueño para disecarlo y mientras lo disecaba se agostó la sombra de mi deseo.
Y perdí lo que quería disecar, que era la luz. Y perdí un verano de vida verdadera. Ahora me he quedado atrás. Montaría en cualquier tren, pero pasan todos demasiado deprisa.
No sé. No sé para qué sirvió mi fiebre. No sé qué es lo que tenía que hacer con ella, ni si me dejó huella o no me la dejó.
Displaying 1 - 14 of 14 reviews

Can't find what you're looking for?

Get help and learn more about the design.