"Algún día escribí libertad", así empieza esta novela en la que Elena Quiroga logra uno de los más profundos retratos de la experiencia de una niña huérfana que se va haciendo mujer.
La acción se sitúa en los años de la Segunda República, sobre el trasfondo de la agitación social que pregona la guerra civil, en el ambiente de un colegio de monjas contrarrestando con temporadas en casa de la abuela.
Phyllis Zatlin, especialista en la obra "quiroguiana", la considera como la obra de la literatura hispánica moderna que mejor refleja la paralela experiencia femenina, a través de la exposición del mundo interior de Tadea, la protagonista; desde su aceptación de las normas aprendidas hasta su búsqueda personal de Dios, desde su refugio en la colectividad hasta su actitud crítica y su ansia de libertad.
Elena Quiroga y Abarca, penúltima de diecisiete hijos de Don José Quiroga y Velarde, conde de San Martiño de Quiroga, y de Isabel de Abarca y Fornés. Su primera publicación data del año 1949, La soledad sonora, en la que cuenta la historia de una mujer desde su adolescencia hasta su madurez. En 1950, un año después de su primera publicación se casó con Dálmiro de Válgoma, futuro secretario perpetuo de la Academia de la Historia, con la novela Viento del Norte (1950) obtuvo el Premio Nadal. A partir de su matrimonio se instaló en Madrid, donde pronto accedió a los ambientes literarios y culturales de la capital. Casi toda su obra está impregnada del ambiente gallego, al estilo de la narrativa de Emilia Pardo Bazán. Escribió diez novelas en catorce años, la mayoría en la década de los cincuenta y de los sesenta y en 1983 fue elegida miembro de la Real Academia Española, siendo la tercera mujer tras María Isidra de Guzmán y la poetisa Carmen Conde.
Supongo que todos los lectores tenemos hábitos y normas que con el paso del tiempo se vuelven inamovibles. Uno de mis hábitos "lectores" es el de no dejar un libro una vez lo he empezado. Tiene que ser aburrido y más allá (pero aburrido hasta el punto de que mi mente no conecta con nada y la lectura se convierte en un deslizar la mirada por palabras impresas). Hace años que no dejo un libro sin terminar (y mira que últimamente he leído cada bodrio que "pa qué"), pero "Escribo tu nombre" ha conseguido pasar a mi historia personal como lector como uno de los poquísimos libros "dejados a la mitad". Y nunca mejor dicho porque si el libro tiene unas 400 páginas, lo dejé más allá de la 200. Y no es simplemente que el libro sea aburrido, que lo es y mucho (muchísimo), sino que está mal escrito y no conduce a absolutamente nada. El principal problema del libro radica en la incapacidad de la autora de narrar la historia como una niña de 10 años. No se ve niña por ningún sitio. Y parece ser que la autora es consciente de esta incapacidad y para taparla se limita a amontonar secuencias inconexas, diálogos absurdos sin conseguir dotar a nada de una personalidad definida. En ningún momento conocemos a la niña protagonista de la novela. Nos parece una marioneta que no tiene ni sentimientos propios ni pensamientos propios. Ni siquiera actúa. Se limita a estar ahí y narrar lo que le pasa por delante de la mirada. Sin más. Es una niña pero podría ser una cámara. En definitiva, un libro insulso, soporífero que no avanza ni retrocede ni se queda en un sitio. Nota - Como sé que no hubiera sido capaz de dejar de leerlo hasta el final tuve que tomar una medida drástica y ayer me dejé "olvidado" el libro en el vagón del tren en el que iba. Si alguien lo encuentra, se lo regalo.
Es difícil encontrar una novela de tal profundidad, escrita con un estilo que te desubica y que te atrapa, que te sumerge en el mundo de Tadea. La belleza y la libertad, la búsqueda y el crecimiento. Descubrir la fuerza de las palabras, la fe, el entregarse a algo.
Una de las obras más maravillosas de la literatura española del XX.