La sombra del púgil narra tres obsesiones: un boxeador que desea volver a enfrentar al único adversario que logró vencerlo; un amor imborrable y al límite de lo prohibido; tres hijos que intentan conocer más a su padre. De fondo, los años setenta. En primer plano, una familia y dos tías solteras (inseparables rivales, como los púgiles) que atesoran un fabuloso reloj, testigo no tan mudo de los hechos.
Eduardo Berti ha escrito una fascinante novela que se inscribe en la prestigiosa tradición que une a Henry James, Faulkner y Onetti.
"Una literatura muy personal e innovadora que proporciona al lector un formidable placer."GÉRARD DE CORTANZE, Le Figaro
"Para saber la hora basta y sobra con el ciento trece".
Creo que fue por un libro de los Funes que llegué a Eduardo Berti. Y en una compra de esas locas de libros, lo volví a ver, y lo del púgil me llamó la atención.
Es un libro íntimo, por personal, por familiar, porque la historia es sencilla. Es sobre un reloj, y unas tías y un boxeador. Y eso revuelto hacen de la lectura algo que de vez en vez te hace sonreír, pensar en el amor, en la familia (en la propia), y por lo menos a mí, me tocó porque mi padre las únicas veces que se trasnochó con sus hijos (hombres) fue cuando había veladas de boxeo y eran transmitidas poor TV, y el relato de Berti me sonó y me emocionó.
Se lee rápido, es suavecito, lo recuerdas porque en casa de nuestros abuelos (de cada uno) siempre hubo un reloj raro colgado o puesto en algún lado que daba la hora (o no) y era un símbolo de alguna cosa, buena o mala, pero del pasado.