Fernando y su hermano, el narrador de este relato, viven a las afueras de una gran ciudad latinoamericana. Sobreviven gracias a la caza y la venta ilegal de castores, pero su sueño es dedicarse al turismo. Con la llegada de Andreas, Carla y Astrid, que se muestran muy interesados en visitar una planta purificadora que resiste bajo el control de un grupo de obreros, su sueño puede convertirse en realidad.
Castores trabaja con las dislocaciones de tiempo y espacio que se producen durante las crisis del capitalismo. Ayer en Argentina y América Latina, hoy en Europa, el permanente estado de excepción deja sus resquicios para que afloren pequeños negocios de subsistencia. El turismo comprometido es uno de ellos.
Me gustó, hacía varios años que no leía a Vanoli y esta me había quedado perdida entre su último aluvión de novelas para Random House sobre temas cataclísmicos. Sobre todo al final, logra ese tono entre descorazonador y ominoso que me atrajo de sus primeros relatos y libros, ligados al ecosistema sociopolítico de la Argentina de los primeros años de este siglo.
Una novela corta o un relato largo que anticipa varios años la última novela de Vanoli, Cataratas. En Castores también hay una Argentina a medio camino del apocalipsis. La lógica del país cambia en ambas, es una dimensión argentina paralela donde florece la violencia, el tercermundismo y toda la gente parece moverse solo por plata. Esta historia, como tantas del autor, se convierte en un viaje frenético y desmedido, un descenso sin frenos por una peligrosa ruta de ripio.