Era odio. Era un reflejo, como sacar el cuchillo cuando la mano del adversario se crispa. Corría por su ser como sangre y espíritu. El sol pareció hacerse más brillante, y todo se volvió simple. Se trataba de lo que Minya sabía: tener un enemigo, ser un enemigo. Odiar a quienes te odian. Odiarlos mejor. Odiarlos peor. Ser el monstruo que más temen. Y siempre que se pueda, de cualquier manera posible, hacerlos sufrir.
— Mar 10, 2025 01:32PM
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