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Ninguna nación admitía el número de sus bajas; sólo España, que se mantuvo neutral en el conflicto, difundía noticias sobre la enfermedad y por eso acabaron llamándola «influenza española».
Con el tío Bruno celebraba el milagro de la vida en cada pollito que salía del cascarón y en cada tomate que llegaba del huerto a la mesa; con él aprendí a observar y escuchar con atención, a ubicarme en el bosque, a nadar en ríos y lagos helados, a encender fuego sin fósforos, a abandonarme al placer de hundir la cara en una sandía jugosa y a aceptar la pena inevitable de despedirme de la gente y los animales, porque no hay vida sin muerte, como él sostenía.
que si los hombres parieran y tuvieran que aguantar a un marido, el aborto y el divorcio serían sacramentos. Creía que los hombres no tienen derecho a opinar, menos a legislar, sobre el cuerpo femenino, porque no conocen la fatiga de gestar, el dolor de parir y la esclavitud eterna de la maternidad.
¿Por qué muere el amor?
embriaguez,
«Lo único que quiero es cerrar los ojos y dejar de existir, disolverme en el vacío, como la niebla del amanecer»,
Hay una maldición china que viene al caso, «le deseo una vida interesante». La bendición correspondiente sería «le deseo una vida banal» —agregó.
limosna
Hay un tiempo para vivir y un tiempo para morir. Entre ambos hay tiempo para recordar.

