Haksito Flores

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Luego posé mi mirada en esa casa en la que crecí. Habría podido recorrerla con los ojos cerrados. Ella me miró y yo la miré a ella, tratando de adivinar en nuestros rasgos lo ocurrido durante todos esos años de ausencia. La adiviné solitaria y vacía, a fin de cuentas una casa sin sus habitantes no es más que muros de ladrillo y tejas de barro tostadas por el sol y esculpidas por la lluvia. Nada más.
Cómo maté a mi padre
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