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Kindle Notes & Highlights
Me han disparado muchas veces, pero nunca me muero. Me despierto cada vez que la bala va a impactarme. Me pregunto qué pasará el día que no me despierte. Tal vez muera de verdad.
Niños que tenían dos altares en su casa: en uno le rezaban a Pablo Escobar para que les siguiera dando trabajo y en otro a la Virgen de la Milagrosa para que les afinara la puntería. Ambos eran muy efectivos.
Cuando sueño con él nunca me atrevo a abrazarlo, somos cada vez más extraños.
Lejos, a orillas del río Cauca, sus sobrinos flacuchentos también la llamaban, pero a ellos no alcanzaba a oírlos. Creo que nosotros gritábamos más duro.
Si al menos pudiera quitar los barrotes de mis ventanas o hacer un hueco en el suelo que llegara al otro lado del mundo, a un país en el que amaneciera más rápido... Si pudiera hacerme liviana, muy liviana, para poder levitar a mi antojo y huir a la velocidad de los fantasmas... O aprender a hacerme invisible para evadir una posesión diabólica.
Los mejores consejos, además de las plantas, nos los dieron siempre el sol, el agua y la literatura.
Si alguna vez quise morirme, deseché la idea de solo pensar que los muertos no pueden leer.
Cuando alguien tocaba el tema, desviábamos la conversación. Lo matamos con la fuerza de nuestro propio silencio. A veces, tenía que esforzarme en recordar su cara, sus muecas, la forma como su nombre reverberaba al salir de mi garganta.

