Ahí estaba, de nuevo, el chico que disfrazaba el miedo y la inseguridad con un chiste… Pero a mí no me engañaba. Yo era experta en reconocer a alguien demasiado acostumbrado a escuchar su propia voz distorsionando la imagen de sí mismo casi siempre, además bajo el yugo de una autoexigencia que ni siquiera se basaba en sus propios valores: la veía cada día en el espejo.

