Le había preguntado al Santo alguna vez quién era la Oscuridad, se lo había preguntado de noche, hacía años, entre vino y velas, y el Santo había contestado en las cartas: una y otra vez salía en el centro de la tirada, como respuesta, la Luna. Era la carta que Juan le había dibujado y la que Tali menos entendía y que siempre interpretaba como un cambio importante, un cambio voluntario. Pero también era la decepción, el desconcierto, la ensoñación. Incluso la locura.

