La misión no solo es para una élite espiritual, ni para los que están bien descansados, ni para los que tienen facilidad de palabra, ni para los que tienen una personalidad extrovertida, ni para los que tienen formación teológica. La misión es para toda persona que le pertenece a Él. Precisamente porque Dios es por naturaleza un Dios que envía. Nunca nos llama para bendecirnos sin además enviarnos para ser una bendición para otros.

