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Y a la gota caída por equivocación se la come la tierra y la desaparece en su sed.
desde el comienzo hasta que se perdía entre los ocotes del cerro de la Media Luna.
Entonces vi que se le iba entristeciendo la mirada como si comenzara a sentirse enfermo. Hacía mucho que no me tocaba ver una mirada así de triste y me entró la lástima. Por eso aproveché para sacarle la aguja de arria del ombligo y metérsela más arribita, allí donde pensé que tendría el corazón. Y sí, allí lo tenía, porque nomás dio dos o tres respingos como un pollo descabezado y luego se quedó quieto.
Por su cara corren chorretes de agua sucia como si el río se hubiera metido dentro de ella.
De su boca sale un ruido semejante al que se arrastra por las orillas del río,

