La prensa, en sus momentos más espeluznantes, había llegado incluso a ensalzar la lobotomía como una operación que extirpaba limpiamente la locura de la mente. Pero lo que en realidad hacía la cirugía, y eso lo sabían muy bien los que realizaban la operación, era cambiar profundamente a las personas. Las convertía en criaturas letárgicas, apáticas e infantiles. Los promotores de la lobotomía lo consideraban una mejora respecto al estado anterior de los pacientes —ansiosos, agitados y llenos de pensamientos psicóticos—,

