Para marzo de 2000, el impacto de la crisis económica comenzaba a retroceder y la promesa de un bravo nuevo milenio aparecía en los chilenos. Diecisiete años de crecimiento económico casi constante no habían pasado en vano. Aunque la desigualdad en los ingresos persistía en la vida chilena con índices de Gini que nunca habían bajado de los 52 puntos

