Aparentemente, estos sobrenombres provienen de un café que había en calle Ahumada, en Santiago, donde los mozos llamaban despectivamente «pipiolos» a quienes llegaban pidiendo rebajas (por el piar de los pollos, que también piden migajas), mientras que a quienes solicitaban coñac y platos caros y suculentos se les llamaba «pelucones»

