El tema de la conversación se me escapa, pero sí que me acuerdo de lo que esta despertó en mí: la sensación de que, de verdad, Leo había cambiado. Eso no quiere decir que de pronto me pareciera el tío más fiable de la tierra; ni siquiera fue una sensación positiva de primeras. Fue la nostalgia lo que me golpeó. Era Leo, pero no era el Leo que recordaba; fue como si después de pedirme perdón, la persona que fue, la que pesaba como un lastre, desapareciera, como el fantasma al que liberan de una maldición y por fin puede descansar en paz, pero sin tanto melodrama.

