A pesar de su pequeña estatura, sus pechos más bien inexistentes y sus ojeras oscuras, ella se apreciaba. Ese cuerpo del que se quejaba era el que la había acompañado desde que nació, permitiéndole hacer y sentir cosas maravillosas. Y si Macarena aprendió a quererse fue aceptando que uno nunca debe amar a otro por encima de sí mismo.

