Todas las utopías sociales —de Platón a Marx— han partido de un acto de fe: que los ideales humanos, las grandes aspiraciones del individuo y de la colectividad, son capaces de congeniar, que la satisfacción de uno o varios de estos fines no es obstáculo para materializar también los otros. Quizás nada expresa mejor este optimismo que el rítmico lema de la Revolución francesa: Libertad, Igualdad, Fraternidad. El generoso movimiento que pretendió establecer el gobierno de la razón sobre la tierra y materializar estos ideales simples e indiscutibles demostró al mundo, a través de sus repetidas
Todas las utopías sociales —de Platón a Marx— han partido de un acto de fe: que los ideales humanos, las grandes aspiraciones del individuo y de la colectividad, son capaces de congeniar, que la satisfacción de uno o varios de estos fines no es obstáculo para materializar también los otros. Quizás nada expresa mejor este optimismo que el rítmico lema de la Revolución francesa: Libertad, Igualdad, Fraternidad. El generoso movimiento que pretendió establecer el gobierno de la razón sobre la tierra y materializar estos ideales simples e indiscutibles demostró al mundo, a través de sus repetidas carnicerías y sus múltiples frustraciones, que la realidad social era más tumultuosa e impredecible de lo que suponían las abstracciones de los filósofos prescribiendo recetas para la felicidad de los hombres. La más inesperada demostración —que aún hoy muchos se niegan a aceptar— fue la de que estos ideales se repelían uno al otro desde el instante mismo en que pasaban de la teoría a la práctica; de que, en vez de apoyarse entre sí, se excluían. Los revolucionarios franceses descubrieron, asombrados, que la libertad era una fuente de desigualdades y que un país en el que los ciudadanos gozaran de una total o muy amplia capacidad de iniciativa y gobierno de sus actos y bienes sería tarde o temprano un país escindido por numerosas diferencias materiales y espirituales. Así, para establecer la igualdad no habría otro remedio que sacrificar la libertad, imponer la coacción, la vigilancia ...
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Es dificil aceptar que varios de los ideales humanos se repelan entre si. Es por est razon que libertad, igualdad y fraternidad parecen encontrarse en una triple balanza que al dar mayor interes a una de ellas, las otras se ven afectadas de manera negativa.