—Creo que ahora podrías ser una nonanillada. Te pilla por sorpresa, y te llena de dicha, aunque te cubres con una máscara de indiferencia. —Pensaba que esa clase de cosas ya no eran importantes. —Y no lo son. Destruí el Fulcro a conciencia cuando me encargué de Yumenes. Aún hay edificios en el lugar donde se encontraba la ciudad, dispuestos a lo largo del borde del agujero, a menos que ya se hayan derrumbado. Pero los muros de obsidiana no son más que escombros, y me aseguré de que el Primordio fuera lo primero en caer al foso. Su voz deja entrever una satisfacción aguda y enfermiza. Suena
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