Recuerdas lo que sentiste en tu fuero interno cuando presionaste una mano contra la boca y la nariz de Corindón. No en lo que pensaste. Lo que pensaste fue sencillo y predecible: «mejor morir que vivir como un esclavo». Pero lo que sentiste en ese momento fue una especie de amor atroz y distante. Una determinación por asegurarte de que la vida de tu hijo terminaba siendo bonita y saludable, aunque ello significara que tenía que acabar antes de tiempo. Alabastro no responde a tu pregunta. Ya no lo necesitas. Te levantas para marcharte y que pueda mantener su dignidad delante de ti. Es todo lo
...more

