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by
N.K. Jemisin
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March 3 - March 23, 2023
Mmm. No, no lo estoy contando bien. Al fin y al cabo, una persona está compuesta por sí misma, y también por los demás. Las relaciones esculpen la forma definitiva de cada individuo.
Damaya era ella, pero también la familia que la rechazó y las personas del Fulcro que la tallaron hasta darle forma. Sienita era Alabastro e Innon y los pobres habitantes de Allia y Meov. Ahora tú eres Tirimo y los que deambulan por las carreteras repletas de ceniza y tus hijos muertos... y también la que queda viva. Esa que has decidido recuperar.
Eres Essun, después de todo. Es alg...
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Nassun, quien solo tiene ocho años cuando te...
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Uche responde que no. Luego sonríe a Jija y, con la certera sensibilidad de un poderoso niño orogén, señala el bolsillo de su padre y pregunta: —¿Por qué te brilla, papi? Las palabras suenan bonitas pronunciadas entre los balbuceos de un bebé. Pero aquella certeza, saber que la roca se encuentra en el bolsillo de Jija cuando no hay manera de que Uche supiera que estaba ahí, es la que lo condena. Nassun no sabe que la roca fue el detonante. Cuando la encuentres, no se lo digas. Cuando Nassun llega a casa esa tarde, Uche ya está muerto. Jija se encuentra junto a su frío cadáver en la sala de
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Cuando entra Nassun, el dióxido de carbono que recorre el torrente sanguíneo de Jija aún es insuficiente. Está mareado, tembloroso, frío. Irracional. Cuando Nassun se detiene con brusquedad en el umbral de la puerta de la sala de estar, mira la escena y entiende poco a poco lo que ve, Jija espeta: —¿Tú también eres uno? Es un hombre grande. La pregunta suena estridente e intensa, lo que hace que Nassun se sobresalte. Levanta la mirada hacia él en lugar de seguir mirando a Uche, lo que le salva la vida. Tiene los ojos grises como su madre, pero la cara tiene la forma de la de Jija. Al verla, el
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—Una luna. —Alabastro, amado monstruo, sensato demente, el orogén más poderoso de toda la Quietud e inminente aperitivo de comepiedras, te mira. Lo hace con la intensidad de siempre, sientes su decisión, lo que lo convierte en la fuerza de la naturaleza que es. Es como una sensación física que sobrevuela esa mirada. Los Guardianes fueron estúpidos al considerarlo domesticado—. Un satélite.
Antes incluso de que les prestaras atención a esos cristales irreales que flotan en el cielo, le pediste a Alabastro que te explicara cómo había conseguido realizar esas fascinantes proezas orogénicas. No te lo contó, y lo odiaste por ello, pero ahora sabes que era un conocimiento muy peligroso. De no haber comprendido que los obeliscos eran amplificadores, amplificadores de orogenia, nunca te habrías enlazado con el granate para salvarte del ataque del Guardián. Pero el obelisco granate te habría matado de no haber estado medio consumido, resquebrajado y con un comepiedras congelado en el
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Te das la vuelta hacia la puerta de la enfermería, donde Hoa te espera en pie. Hoa, que parece un niño humano muy extraño, que de alguna manera también es un comepiedras y que te trata como algo muy preciado. Te mira, con tristeza, como hace desde que supiste lo que era. Niegas con la cabeza y pasas a su lado para salir. Te sigue, a ritmo constante.
¿Qué significa eso? Significa que caer bien a los demás ya no importa, y que hace tiempo que las razas y las naciones tampoco. Las comunidades que tienen un propósito y más diversidad de especialización son más eficientes, como ya demostró la Antigua Sanze. Pero ahora Yumenes no es más que despojos en el fondo de una fisura volcánica, y las leyes y las costumbres del Imperio carecen ya de la menor importancia. Quizá sea esa la primera señal de que ha habido un cambio. Quizás en unos años te marches de Castrima y encuentres una comu llena de medlatinos como tú, de piel marrón pero no muy marrón
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Pero Hoa no está mirando hacia el cielo ni hacia ti. Ha bajado del porche y está agachado en el suelo ceniciento a un lado del camino, observando algo. Lo sigues con la mirada y ves un pequeño montículo que se encuentra en lo que una vez fue el patio delantero de la casa contigua. Tiene cierto parecido a un montón de ceniza y debe de medir cerca de un metro de alto, pero te das cuenta de que la pata de un pequeño animal disecado sobresale por uno de los lados. Un gato, quizás, o un conejo. Es probable que haya docenas de pequeños cadáveres por la zona, enterrados bajo la ceniza. El principio
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El niño busca la cara de Schaffa. Mientras el hombre intentaba recomponer los fragmentos de su identidad, el niño lidiaba contra su futuro. Están hechos el uno para el otro.
¿Para qué sirven los obeliscos? Aprietas los dientes. —Me puedes hacer la pregunta de la forma que quieras, Lerna, pero mi respuesta siempre será una forma diferente de afirmar que no lo sé. Porque es la verdad. —Yo creo que como mínimo tienes una idea, pero miénteme si quieres. —Niega con la cabeza—. Ahora esta es tu comu. Después de eso se queda en silencio, como si esperase a que dijeras algo. Estás demasiado ocupada evitando a conciencia las ganas de decir algo. Pero te conoce demasiado bien: sabe que no quieres oírlo y por eso lo repite: —Essun Orograta Castrima. Es el nombre que tienes
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Tiene la mirada fija en la carretera, pero algo le hace apretar los dientes. Una de sus manos, la misma con la que le dio el primer golpe y luego mató a Uche, tiembla mientras sostiene las riendas. Nassun no sabe si sigue rabioso, quizá no haya dejado de imaginarse matando a Uche. La niña no entiende por qué, y no le gusta. Pero quiere a su padre, le tiene miedo, lo adora y, por consiguiente, una parte de ella quiere tranquilizarlo. «¿Qué he hecho yo para que ocurra algo así?», se pregunta. Y la respuesta que se le ocurre es: «Mentiste, y las mentiras siempre son malas.» Pero ella no fue quien
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Algunos de los carreteros, que visitan Tirimo a menudo, saludan con la cabeza o la mano porque conocen a papi, pero él no les responde. Eso no le gusta a Nassun. Su padre es un hombre amigable. El hombre que está sentado a su lado parece un desconocido. Que no responda no quiere decir que no la haya oído, por lo que añade: —Le pregunté a mamá cuándo podía decírtelo. Se lo preguntaba con mucha frecuencia. Ella me respondía que nunca. Según ella, no ibas a entenderlo. Papi no dice nada. Aún le tiemblan las manos, pero ¿lo hacen menos que antes? Nassun no es capaz de distinguirlo. Empieza a
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—¿Has sido tú? —pregunta. La orogenia ha despejado la mente de Nassun, por necesidad. Es un mecanismo de supervivencia: a una estimulación intensa de las glándulas sesapinales suele acompañarla una explosión de adrenalina y otros cambios físicos que preparan el cuerpo para volar, o para la orogenia prolongada, si es necesario. En este caso, ha aumentado su lucidez, que lleva a Nassun a reparar en que su padre no está histérico porque haya caído tan mal. Y en que lo que ve ahora en los ojos del hombre es algo muy diferente del amor. En ese momento se le rompe el corazón. Otra pequeña y
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—Papi —repite, con un gimoteo desamparado en esa ocasión. Eso es lo que siempre lo ha conmovido las veces que ha estado a punto de enfrentarse a ella: que le recuerden que se trata de su pequeña. Que le recuerden que, hasta ese día, ha sido un buen padre. Es una manipulación. La realidad arranca de cuajo parte de su interior. En lo sucesivo, todas las muestras de afecto que le dedique a su padre serán planeadas y falsas. Su infancia muere en ese preciso momento, de sopetón. Pero sabe que eso es mejor que morir del todo. Y funciona. Jija parpadea rápido y luego susurra algo ininteligible.
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No creo que siempre haya habido Estaciones. —¿Por qué no? —Por nosotros. —Sonríe—. La vida, quiero decir. No es lo suficientemente variada. —¿Cómo? Tonkee se inclina hacia delante. No le emociona tanto como lo de los obeliscos, pero está claro que cualquier conocimiento antiguo y olvidado la anima. Por un momento, ves el gesto impertinente y jovial de Binof, pero cuando habla vuelve a ser Tonkee la geomestra. —«Todo cambia durante las Estaciones», ¿verdad? Pero no lo suficiente. Míralo de esta manera: todo lo que crece o camina por tierra puede respirar el aire del mundo, comer su comida y
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—Creo que ahora podrías ser una nonanillada. Te pilla por sorpresa, y te llena de dicha, aunque te cubres con una máscara de indiferencia. —Pensaba que esa clase de cosas ya no eran importantes. —Y no lo son. Destruí el Fulcro a conciencia cuando me encargué de Yumenes. Aún hay edificios en el lugar donde se encontraba la ciudad, dispuestos a lo largo del borde del agujero, a menos que ya se hayan derrumbado. Pero los muros de obsidiana no son más que escombros, y me aseguré de que el Primordio fuera lo primero en caer al foso. Su voz deja entrever una satisfacción aguda y enfermiza. Suena
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—¿Qué es? En esa ocasión sí responde. —Es de lo que está hecho la orogenia. —Su voz suena trágica, ya que no puede cambiar demasiado las expresiones faciales—. Ya te había dicho que lo que hacemos no es lógico. Para conseguir que la Tierra se mueva, colocamos parte de nosotros mismos en el sistema y conseguimos un resultado que no tiene nada que ver con lo que somos. Siempre ha habido un elemento más, algo que conecta las dos cosas. Es esto. Frunces el ceño. Él se inclina hacia delante. Al parecer la emoción ha conseguido que esté más animado, igual que ocurría en los viejos tiempos. Pero
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No entiendes cómo puede considerar esa muerte lenta y horrible un buen precio, y menos cuando piensas en lo que ha hecho, que es ni más ni menos que la destrucción del mundo. Tampoco sabes aún qué tiene que ver todo eso con los comepiedras, las lunas, los obeliscos y todo lo demás.
—¿No habría sido mejor... limitarse a vivir? —preguntas, sin poder evitarlo. Te habría gustado decir «empezar de cero», pero no puedes. Vivir de la mejor manera posible con Sienita después de la desaparición de Meov y antes de que encontrara Tirimo y a Jija y creara una versión inferior de la familia que había perdido. Antes de que Sienita se convirtiera en ti. Ves la respuesta en la manera en que se le apagan los ojos. Era la misma mirada que tenía hace tiempo en aquella estación de nódulo, junto al cadáver maltratado de uno de sus hijos. Quizá sea la misma cara que puso cuando se enteró de
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Os han quitado demasiadas cosas, una y otra y otra vez, hasta que lo único que os quedaba era esperanza, una esperanza que habéis abandonado porque duele demasiado. Hasta que preferiríais morir o matar o evitar cualq...
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Recuerdas lo que sentiste en tu fuero interno cuando presionaste una mano contra la boca y la nariz de Corindón. No en lo que pensaste. Lo que pensaste fue sencillo y predecible: «mejor morir que vivir como un esclavo». Pero lo que sentiste en ese momento fue una especie de amor atroz y distante. Una determinación por asegurarte de que la vida de tu hijo terminaba siendo bonita y saludable, aunque ello significara que tenía que acabar antes de tiempo. Alabastro no responde a tu pregunta. Ya no lo necesitas. Te levantas para marcharte y que pue...
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—¿Cómo lo llamaban? —¿Mmm? —Los constructores de obeliscos. Dijiste que tenían una palabra para designar eso que hay dentro de ellos. —Esa cosa plateada que repiquetea entre las células del cuerpo de Alabastro, que se concentra y se condensa en la piedra solidificada de su cuerpo—. El material del que está hecha la orogenia. Nosotros no le hemos puesto nombre, pero ¿cómo lo llamaban ellos? —Ah. —Se mueve, quizá porque se prepara para usar el orinal—. El nombre no importa, Essun. Invéntate uno si quieres. Lo único que necesitas saber es que existe. —Quiero saber cómo lo llamaban. Es una pequeña
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Cree que soy mala —afirma, sorprendida de sí misma. Schaffa la mira durante un rato. Por un instante hay algo de confusión en su gesto, y frunce el ceño de forma inquisitiva como es habitual en él. De forma involuntaria, Nassun sesapina por un instante y vuelve a ver esos extraños hilos argénteos que relucen en el interior del hombre, que se entrelazan con su carne y se arremolinan en su mente en algún lugar cerca de la nuca. La niña se detiene en cuanto el hombre se relaja, porque sabe que es muy susceptible al uso de la orogenia y que no le gusta que lo haga sin su permiso. Pero ella sabe
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—No sé cómo Antimonio manipuló el calor y la presión para evitar que me mataran. No sé cómo no me volví loco al descubrir dónde me encontraba, querer volver a tu lado, ser consciente de que no podía hacer nada y sentir que me ahogaba. Cuando sesapiné lo que le hiciste a Corin, me vine abajo. No recuerdo el resto del viaje, o no quiero hacerlo. Fue... no lo sé. —Se estremece, o lo intenta. Sientes cómo los músculos se le contraen en la espalda—. Cuando recuperé la conciencia, volvía a estar en la superficie. En un lugar que... —Duda. El silencio se hace tan largo que te pone la piel de gallina.
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—Me había comentado que me sacó de Meov porque no podía arriesgarse a que me mataran. Y allí, en el corazón de Nucleobase, me dijo: «Esta es la razón por la que te he salvado. Este es el enemigo al que te tienes que enfrentar. Eres el único que puede hacerlo.» —¿Cómo? No estás confundida. Crees que lo entiendes, pero no quieres hacerlo, así que prefieres parecer confundida. —Es lo que me dijo —responde él. Está enfadado, pero no contigo—. Esas fueron sus palabras. Lo recuerdo porque di por hecho que aquella era la razón por la que habían muerto Innon y Corin, y la razón por la que te habíamos
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Es una roca. Así es la vida: terrible, corta y, si tienes suerte, termina en el olvido.
Pero que no seas capaz de ver o comprender algo no quiere decir que no pueda hacerte daño.
—Me escabullí una noche cuando no estaba Antimonio. Llevaba allí... ¿años? El tiempo termina por volverse difuso. Solo se puede hablar con ellos, y a veces se olvida de que la gente necesita hablar. No hay nada que escuchar en la tierra más que el quejido del volcán. Las estrellas están mal colocadas en esa parte del mundo... —Pierde el sentido por un instante, como si hubiera perdido la noción del tiempo y esperara a recuperarla—. Busqué diagramas de los obeliscos para intentar comprender cuál era la intención de sus constructores. Lo hice hasta que me dolió la cabeza. Sabía que estabas viva
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—El Portal de los Obeliscos amplifica tanto la energía física como la arcana. En ningún punto de la superficie había un conducto capaz de producir energía suficiente. La Hendidura es una fuente de energía enorme y fiable.
—Los doscientos dieciséis obeliscos individuales se conectan a través del cabujón de control. —Estás de pie y te preguntas, por el óxido, qué es un cabujón. También te sorprende que haya más de doscientas de esas malditas cosas. La comepiedras añade—: Canalizar la energía de la Hendidura con eso debería servir. —¿Servir para qué? Por primera vez notas una emoción en su voz: está molesta. —Para recuperar el equilibrio del sistema Tierra-Luna. ¿Cómo? —Alabastro me aseguró que la Luna había salido despedida. —Cambió a una órbita de elipse más larga. —Cuando ve que aquello no significa nada para
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—Alabastro realizó la primera de las dos correcciones de rumbo necesarias: redujo la velocidad y alteró la trayectoria para que la Luna no volviera a pasar de largo por el planeta. Alguien debe realizar la segunda corrección para devolverla a una órbita estable y recuperar su alineamiento mágico. Si se recupera el equilibrio, es probable que las Estaciones desaparezcan o que su frecuencia disminuya tanto que para los tuyos el resultado sea el mismo. Coges aire. Ahora lo entiendes. Devolverle al Padre Tierra su hija perdida para que así quizá se aplaque su ira. Entonces, esa es la tercera
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Además, creo que ha quedado claro que no la conoces tan bien como pensabas. (Como pasa con cualquier padre y sus hijos.) Es otro el que tiene la misión de entender la existencia de Nassun. Pero tú la quieres, y eso significa que para una parte de ti es inevitable hacer lo mismo. El entendimiento es algo que siempre buscaremos en el amor.
Necesito que estés tranquila —le ruega. Luego se pone en pie y se aparta para que la niña pueda ver el cadáver de Eitz. Cuando ha terminado de gritar, lloriquear y temblar en brazos de Schaffa, Nida y Umber se acercan y se llevan en volandas la estatua de Eitz. Es obvio que es mucho más pesada de lo que era Eitz antes, pero los Guardianes son muy fuertes. Nassun no sabe adónde la llevan, no sabe adónde llevan a ese chico guapo de la costa de sonrisa triste y ojos amables. Nunca llegará a saber nada más de él, solo que fue ella quien lo asesinó, y eso la convierte en un monstruo. —Quizá —le
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No es más que otra comu, otro nombre, otro nuevo comienzo, o al menos uno parcial. Pero... es diferente, ya que aquí todo el mundo sabe lo que eres. Era lo bueno del Fulcro, de Meov, lo bueno de ser Sienita: podías ser quien eras. Es un lujo que estás aprendiendo a volver a saborear.
Cierto, usar energía es algo muy diferente de usar magia. El método del Fulcro hace que la orogenia sea lo que es: esforzarse para mover objetos pesados con la voluntad, en lugar de hacerlo con las manos o con poleas. Pero la magia no requiere esfuerzo; al menos, no cuando se usa. El cansancio viene luego. En el momento, todo consiste en saber que se encuentra ahí. Hay que entrenarse para llegar a verla.
Los Guardianes que trabajan con el Fulcro pertenecen a una de las (por así decir) facciones de las que te hablé. Son los que quieren mantener el statu quo: que los orogratas sean útiles y seguros y que los táticos hagan todo el trabajo y crean que tienen el control cuando en realidad son los Guardianes los que se encargan de todo. Son ellos quienes controlan a las personas capaces de controlar los desastres naturales. Eso te sorprende. No: lo que te sorprende es no haber llegado por tu cuenta a esa conclusión.
La tradición solo serviría para oxidarlo todo en un caso como el nuestro. Es mejor tener una líder que no sepa cómo deberían hacerse las cosas y que lo haga como ella crea conveniente. Una líder que meta la caña que haga falta para conseguir sus objetivos.
Creo que quienes construyeron este lugar no lo pensaron muy bien —continúa Ykka mientras asciende—. Es muy poco eficiente. Depende demasiado de una maquinaria que puede estropearse u oxidarse. Y se vale de la orogenia como fuente de energía, que es de lo menos fiable que hay. Pero a veces me pregunto si quizá no querían construirlo así. Si quizá tuvieron que meterse bajo tierra, encontraron esta geoda gigante e hicieron con ella lo que buenamente pudieron. —Mientras camináis, pasa una mano por la barandilla. Es una de las estructuras de metal originales que hay construidas por toda la geoda.
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Estaban en guerra, ¿no lo entiendes? Al final, justo antes de que su civilización quedara destruida. Todas las ruinas, todo lo que queda de aquella época, está enfocado a la defensa y a la supervivencia. Como las comus de hoy en día, solo que ellos tenían mucho más que muros de piedra para protegerse. Cosas como geodas subterráneas gigantes y herrumbrosas. Se escondían en estos lugares para estudiar a su enemigo y quizá fabricar armas con las que enfrentarse a él.
No sabes cómo decirlo sin contar toda la maldita historia, y no te gustaría llegar a eso. No sabes bien el porqué. Quizá sea por lo que dijo Antimonio cuando Alabastro empezó a contártela: no están preparados. Ahora tienes que decir algo que no dé pie a preguntas—. No creo que fueran para defenderse ni ningún tipo de... arma. Tonkee guarda silencio durante un rato. —Y entonces ¿qué son? —No lo sé. —Y no es mentira. No estás segura—. Quizás una herramienta. Peligrosa y en las manos equivocadas, pero no la hicieron para matar. Tonkee parece prepararse para decir algo importante. —Sé lo que le
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Hace mucho tiempo, pensabas que las cosas que hacía no eran muy diferentes a milagros. Y ahora eres una nonanillada, o eso afirma él. Ahora sabes que los milagros no son más que esfuerzo, percepción y quizá magia.
El comepiedras se gira. Gira sin parar mientras deja que todo el mundo vea y oiga cómo lo hace. Ve que te has percatado de su presencia, del granito gris de su cuerpo y de su pelo liso, que no se diferencian entre sí, de sus ojos, algo más brillantes de lo normal. La forma de la mandíbula está esculpida con esmero y el torso muestra una buena musculatura humana en lugar de la ropa falsa que usan la mayoría de los comepiedras. No hay duda de que este quiere que sepas que es un hombre. Pues vale, es un hombre. Es del todo gris, el primer comepiedras que ves que se parece a una estatua de
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Dejan atrás el Fulcro de las Antárticas, con sus cultivos germinando en los campos, los cadáveres enfriándose en el edificio administrativo y una colección de estatuas multicolor y brillantes con forma humana desperdigadas por los jardines, los barracones y los muros.
—¿Qué quiere el comepiedras gris? Porque por el óxido que estás segura de que no quiere que Castrima se una a una comu de las Ecuatoriales. Las políticas nacionalistas de los humanos no significan gran cosa para ellos, a menos que les sean útiles para lograr otro objetivo. Los habitantes de Rennanis no son más que sus peones. —En estos momentos hay muchos de los nuestros —afirma Hoa—. Los suficientes como para que se nos considere un pueblo sin lugar a dudas. Ante aquel sinsentido intercambias una mirada con Ykka, que te la devuelve como si dijera: «Es tu problema, no el mío.» Quizás eso sea
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—Quiere asegurarse de que no se vuelva a abrir el Portal de los Obeliscos. —¿El qué? —pregunta Ykka. Tú apoyas la cabeza contra la pared, anonada y aterrorizada mientras reflexionas. Claro. Alabastro. ¿Qué puede haber más sencillo para hacer desaparecer a un pueblo que sobrevive gracias a la comida y la luz del sol que dejar que esta Estación continúe hasta que se extingan? Eso dejaría a los comepiedras como únicos herederos de una Tierra marchita. Y para asegurarse de que ocurre algo así, lo ideal es acabar con la única persona con el poder necesario para solucionarlo. La única persona además
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Mi pequeña caritativa. No quiero perder mi litonúcleo. Litonúcleo. Ya sabe el nombre de su enemigo. La palabra no tiene sentido, porque está hecha de metal, no de piedra, y no es el núcleo de su cuerpo, sino que está en su cabeza. Pero no importa. El odio obliga a Nassun a apretar los dientes.
—Te hace daño. —Es lo que tiene que hacer. Lo he traicionado. —El hombre aprieta los dientes durante un instante—. Pero he aceptado las consecuencias, Nassun. Puedo acostumbrarme a ello. No tiene sentido. —Pero te hace daño. Yo podría detener ese dolor. Podría incluso hacer que dejara de dolerte sin quitarlo, aunque solo durante un tiempo. Tendría que estar a tu lado. —Es algo que aprendió durante su conversación con Acero y al observar lo que hizo el comepiedras. Los comepiedras están llenos de magia, muchísimo más que la gente, pero Nassun puede aproximarse a esa cantidad—. Pero si te lo
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