Pero si dicen, mamita, que yo no sirvo para nada... —¿Y quién dice eso, hija mía? —No, no lo dicen... no lo dicen... pero lo piensan... —¿Y cómo sabes tú lo que piensan? —¡Pues... porque lo sé! Y además, porque es verdad... porque yo no sirvo para nada, y después de que tú te me mueras yo nada tengo que hacer aquí... Si tú te murieras me moriría de frío... —Vamos, vamos, arrópate bien y no digas esas cosas... Y voy a arreglarte esa medicina...

