R.—Bueno, y si pensara yo en meterme monja, ¿qué? ¿Qué mal hay en ello? ¿Qué mal hay en servir a Dios? M.—En servir a Dios, no, no hay mal ninguno... Pero es que si tú entrases monja no sería por servir a Dios... R.—¿No? ¿Pues por qué? M.—Por no servir a los hombres... ni a las mujeres... C.—Pero por Dios, Manuela, qué cosas tienes...

