Su hija Mimi se había trepado a la ventana que daba a la calle y el Chino le sonrió para que no se asustara. La nena se tenía del postigo y miraba el vacío. —Mimi —le habló despacio el Chino—. Vení con papá. —Papi se fue —dijo la nena, y se dejó caer. Entonces lo despertó la claridad de la mañana. Había soñado que Mimi se hundía en un pozo blanco y ahora vio el mismo brillo sucio reflejado en el aire del cuarto. Vivía solo y estaba obsesionado con su hija. Tenía prohibido verla. Su ex mujer, Blanca, se había apoyado en los antecedentes penales del Chino y lo había acusado de irresponsabilidad
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