Juan  Galindo Mantilla

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La tarde declinaba sobre la ciudad. Wagner se apoyó en la mesa y se calzó primero un zapato y luego el otro. El maestro Pardo estaba cerca de los bultos y las valijas. En la otra pieza se oyeron risas, voces sofocadas. Wagner buscó en el bolsillo del pijama y mostró una llave. Se miraron en silencio. —Perfecto —dijo Pardo. En la luna del espejo del ropero entreabierto podía verse un árbol florecido en la vereda de enfrente. Era raro, estaba lejos y estaba ahí. Wagner se paró delante y su cuerpo se reflejó entre las ramas. —Oigo cantar —dijo. Se pusieron a escuchar. —No oigo nada —dijo Pardo. ...more
La invasión
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