Las cosas que perdimos en el fuego
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Read between April 22 - May 17, 2020
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Hay algunas claves para poder moverse con tranquilidad en este barrio y yo las manejo perfectamente, aunque, claro, lo impredecible siempre puede suceder. Es cuestión de no tener miedo, de hacerse con algunos amigos imprescindibles, de saludar a los vecinos aunque sean delincuentes –especialmente si son delincuentes–, de caminar con la cabeza alta, prestando atención.
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Me daba cuenta, mientras el chico sucio se lamía los dedos chorreados, de lo poco que me importaba la gente, de lo naturales que me resultaban esas vidas desdichadas.
Ricardo Darquea Córdova
Por #ElDiaMundialDelLibro, con la conmovedora narrativa de Mariana Enríque
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los adictos huelen a goma ardiente, a fábrica tóxica, a agua contaminada, a muerte química.
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A Florencia le daban un poco de miedo esas reuniones, sobre todo cuando había velas encendidas y el resplandor titilante iluminaba las caras y los ojos cerrados. Parecía un funeral. En su familia nadie rezaba. En eso eran muy raros.
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A lo mejor él decidió que su tristeza iba a estar a mi lado para siempre, hasta que él quisiera, porque la gente triste no tiene piedad.
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Yo prefiero olvidarlas porque olvidar a la gente que sólo se conoció en palabras es extraño, mientras existieron fueron más intensas que lo real y ahora son más distantes que los desconocidos.
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Las quemas las hacen los hombres, chiquita. Siempre nos quemaron. Ahora nos quemamos nosotras. Pero no nos vamos a morir: vamos a mostrar nuestras cicatrices.