Si no tienes arrestos para atacarle, pídele perdón o reconoce tu derrota. Eso te enseñará a no alardear de un valor que no tienes. ¡No! ¡La llave me la trago, antes de que me la quites! ¡Buen pago me dais los dos por lo bien que me he portado! Por toda compensación a mi condescendencia con la debilidad de uno y la maldad del otro recibo dos muestras de una ingratitud tan ciega y estúpida que raya en lo absurdo. Debes saber, Edgar, que había salido en tu defensa y en la de los tuyos, y te merecerías que Heathcliff te moliese a palos por haberte atrevido a pensar mal de mí.

