Se había convertido en un hombre alto, bien formado y de complexión atlética; y a su lado mi señor parecía mucho más frágil y aniñado. Su porte erguido hacía pensar que pudiera haber estado en el Ejército. Su expresión y la firmeza de sus rasgos le daban un aspecto más maduro que el señor Linton, un aire de inteligencia donde no se percibían rastros de su antigua degradación. Solamente, agazapada tras el entrecejo y el sombrío fulgor de su mirada, conservaba aún cierta ferocidad semisalvaje, aunque conseguía dominarla. Pero sus modales eran hasta dignos, totalmente desprovistos de rudeza, si
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