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Kindle Notes & Highlights
¿Qué es robar un banco comparado con fundarlo? BERTOLT BRECHT
No hay nada peor que el día antes, cuando ya todo está listo y sólo falta salir a la calle y apretar, porque uno se pone vidente, ve visiones, cualquier cosa parece una señal de mala suerte,
Los muertos por la violencia (según él) eran menos de la mitad de los muertos por enfermedades contagiosas y nadie llevaba preso a los médicos (se reía Malito).
La suerte es rara, la precisa llega cuando nadie la espera.
La plata es como la droga, lo fundamental es tenerla, saber que está, ir, tocarla, revisar en el ropero, entre la ropa, la bolsa, ver que hay medio kilo, que hay cien mil mangos, quedarse tranquilo. Entonces recién se puede seguir viviendo.
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Todos los uruguayos parecen viudos… En realidad parecen peronistas, los uruguayos, viudos del General.
«Se terminó la delincuencia común», decía Silva. «Los criminales ahora son ideológicos. Es la resaca que dejó el peronismo.
Era un paranoico, no dormía nunca, tenía una serie de ideas extravagantes sobre el futuro político y el avance de los comunistas y de los grasas.
. La maldad —decía Dorda, muy acelerado con la mezcla de la anfeta y la coca— no es algo que se haga con la voluntad, es una luz que viene y que te lleva.
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Era loco por los fierros y de a poco se fue haciendo un experto en levantar autos. Desde que veía un auto, hasta que lo reventaba, necesitaba dos minutos, dos minutos treinta. El tipo más rápido del Oeste, decía, porque siempre andaba por Morón, por Haedo.
Hay que ser muy macho para hacerse coger por un macho, decía el Gaucho Dorda.
Bueno, Dorda —dijo el Dr. Bunge—. Está bien por hoy. —Y anotaba, en la ficha, obseso sexual, perverso polimorfo, libido desmedida. Peligroso, psicótico, invertido. Mal de Parkinson.
Habían resuelto no pagar y mejicanear a todo el mundo.
Dijo que llevaba la pistola «para matar perros vagabundos que sobran en Hurlingham».
Lo difícil es siempre el miedo del otro, el delirio del tipo que de golpe piensa que está acorralado y que no tiene forma de escapar.
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Hay crímenes, adulterios, robos, pero uno anda por las calles y todo se mueve normalmente y con el aire de falsa tranquilidad que los mismos transeúntes le dan a las cosas.
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Fontán Reyes era un tipo elegante, con unos kilos de más y la cara alucinada de los drogadictos.
Dos días después del atraco las autoridades han dado por esclarecido el robo. Aunque los autores materiales se encuentran prófugos, la policía ha detenido a siete cómplices y entregadores, incluyendo un funcionario comunal; un conocido cantor de tangos; el hijo y un sobrino del presidente del Concejo Deliberante de San Fernando y un suboficial del Ejército que vendió las armas utilizadas por los delincuentes.
«Los que huyeron (ha dicho off the record el comisario Silva) son sujetos peligrosos, antisociales, homosexuales, y drogadictos», y agregó el jefe de Policía «no son tacuaras ni peronistas de la resistencia, son delincuentes comunes, psicópatas y asesinos con frondosos prontuarios».
«Hybris», buscó en el diccionario el chico que hacía policiales en El Mundo: «la arrogancia de quien desafía a los dioses y busca su propia ruina».
Los que viven bajo presión, en situación de extremo peligro, perseguidos, acosados, saben que el azar es más importante que el coraje para sobrevivir en un combate.
Como todos los que representan el papel masculino con otros hombres (declaró más tarde la chica), el Nene era muy quisquilloso en la cuestión de su masculinidad.
el destino había empezado a armar su trama, a tejer su intriga, a anudar en un punto (y esto lo escribió el chico que hacía policiales en El Mundo) los hilos sueltos de aquello que los antiguos griegos han llamado el muthos.
en la luz escasa de los rincones cabareteros se amasan extrañas amistades que no lo son cuando amanece el día.
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Eran unos reventados, dijo Yamandú, eran tipos que vivían en una delirata total, querían llegar a Nueva York en auto por la Panamericana, asaltando bancos en el camino y robando farmacias para proveerse de droga.
Era la policía. La voz llegaba distorsionada, en falsete, una típica voz de guanaco, retorcida y prepotente, vacía de cualquier sentimiento que no fuera el verdugueo. Tipos que gritan seguros de que el otro va a obedecer o se va a hundir. Ésa es la voz de la autoridad, la que se escucha por el altavoz en los calabozos, en los pasillos de los hospitales, en los celulares que llevan a los presos en medio de la noche por la ciudad vacía a los sótanos de las comisarías para darles goma y máquina.
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Lo que más se teme, lo peor en la vida, sucede siempre de golpe, sin que nadie esté preparado, por eso es lo peor, porque uno se lo espera pero no tiene tiempo de acomodarse y queda paralizado y sin embargo obligado a actuar y a tomar decisiones.
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los policías siempre son más temerosos que los malandras, lo hacen todo por un sueldo (dice Dorda), por un sueldito, por la jubilación, tienen la mujer en la casa que se queja porque el lonyi gana poco, pasa toda la noche afuera, bajo la lluvia, a quién se le puede ocurrir ser cana, a un enfermo, a un tipo que no sabe qué hacer con su vida, a un «pusilánime» (había aprendido esa palabra en la cárcel y le gustaba porque lo hacía pensar en un tipo sin alma). Se hacen canas para tener la vida asegurada y así pierden la vida, por eso, para sacarlos de ahí, iban a venir con calma, porque no había
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Todo era como un mal pensamiento, porque en los últimos dos años las cosas se le habían encarrilado, se había casado con la mujer a la que pretendía desde siempre y la había convencido de que se casara con él aunque fuera un policía, le habló y le habló hasta convencerla, porque a ella le daban asco los policías, pero al final cedió, vio que él era como cualquier otro muchacho y, después de casados, se habían comprado una casita en Pocitos, con un crédito de la cooperadora policial, pero ahora todo corría peligro porque la herida se le iba a gangrenar y se vio con la pierna cortada,
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El coraje, pensó el cronista de El Mundo, refugiado en la ochava que daba a la entrada del edificio sitiado, mientras atornillaba la lámpara del flash para sacar unas fotos nocturnas del escenario de la batalla, es directamente proporcional a la voluntad de morir.
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la diferencia es abismal, es la misma diferencia que existe entre luchar para vencer y luchar para no ser derrotado.
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policía y los malandras (pensaba Renzi) son los únicos que saben hacer de las palabras objetos vivos, agujas que se entierran en la carne y te destruyen el alma como un huevo que se parte en el filo de la sartén.
Si la plata es lo único que justificaba las muertes y si lo que han hecho, lo han hecho por plata y ahora la queman, quiere decir que no tienen moral, ni motivos, que actúan y matan gratuitamente, por el gusto del mal, por pura maldad, son asesinos de nacimiento, criminales insensibles, inhumanos.
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—Quemar dinero inocente es un acto de canibalismo.
todos comprendieron que ese acto era una declaración de guerra total, una guerra directa y en regla contra toda la sociedad.
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el dinero es inocente, aunque haya sido resultado de la muerte y el crimen, no puede considerarse culpable, sino más bien neutral, un signo que sirve según el uso que cada uno le quiera dar.
la plata quemada era un ejemplo de locura asesina. Sólo locos asesinos y bestias sin moral pueden ser tan cínicos y tan criminales como para quemar quinientos mil dólares.
consideraba ese acto terrible, una especie de inocente potlatch realizado en una sociedad que ha olvidado ese rito, un acto absoluto y gratuito en sí, un gesto de puro gasto y de puro derroche que en otras sociedades ha sido considerado un sacrificio que se ofrece a los dioses porque sólo lo más valioso merece ser sacrificado y no hay nada más valioso entre nosotros que el dinero,
El modo en que quemaron la plata es una prueba pura de maldad y de genio, porque quemaron la plata haciendo visibles los billetes de cien que iban prendiendo fuego,
Estos señores son psicópatas, homosexuales. —Miró a Renzi—. Casos clínicos, basura humana. Son fríos, no tienen piedad, están muertos (pensaba Silva), son como cadáveres vivos y sólo quieren saber a cuántos pueden llevarse con ellos. Son un ejército en miniatura. La adrenalina los ayuda a superar el terror. Están pichicateados, son máquinas de matar. Quieren ver cuál es el límite al que pueden llegar, jamás se van a rendir, quieren hacernos hocicar a nosotros. A ellos no los asusta el peligro, traen la muerte en la sangre, matan inocentes en la calle desde los quince años, hijos de
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La cárcel hace lentos los días y veloces los años.
El criminal nato, el hombre que se ha desgraciado de chico, muere en su ley. Era un destino al que no podía escapar y al que era conducido como Anselmo en el vagón de segunda del Ferrocarril del Sur.
Cuando bajaron a Dorda por la escalera los curiosos y vecinos agolpados en el lugar y los policías se lanzaron sobre él y lo golpearon hasta desmayarlo. Un Cristo, anotó el chico de El Mundo, el chivo expiatorio, el idiota que sufre el dolor de todos.
en ese momento el descontrol colectivo se justificaba según algunos por el daño terrible y cruelmente causado a la sociedad y a sus leyes por los delincuentes. El deseo de venganza, que acaso sea la primera chispa en el relámpago de la mente humana cuando está lesionada, corría con velocidad eléctrica por entre la muchedumbre.
yo la escuché como si me encontrara frente a una versión argentina de una tragedia griega. Los héroes deciden enfrentar lo imposible y resistir, y eligen la muerte como destino.

