Al recomendar a los cristianos la lectura del misógino I Timoteo, en lugar de los más tolerantes Hechos de Pablo y Tecla, Atanasio y otros padres de la Iglesia cambiaron el rumbo de la historia. En el caso de la Biblia, el poder último no residía en los autores que compusieron los diferentes tratados religiosos, sino en los compiladores que crearon las listas de recomendación.

