tampoco comprendía el desprecio general que mis compañeros de aula sentían por Margarita Barranco, una chiquilla esmirriada, pero cariñosa y divertida, que acababa de llegar del pueblo con su familia y de la que todos decían que apestaba, que olía a los conejos y la cabra que sus padres criaban en un ático. Incluso las monjas la reñían por oler mal.
Un compañero en la universidad era el único que se juntaba con el, yo no sabía porqué, hasta que un compañero me pregunto "¿porque te juntas con el si huele a caca?", yo ya conocía mi problema, en ese momento, tuvo sentido

