En los tiempos surrealistas que vivimos, la idea de privacidad ha pasado de ser algo que atesorar a convertirse, al menos en Occidente y sobre todo entre la gente joven, en una cualidad exenta de valor (o directamente indeseable). Si algo no llega al público, es que no existe. Tu perro, tu boda, tu playa, tu bebé, tu cena, esos memes que has visto recientemente… todas estas cosas necesitan, a diario, ser compartidas.

