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Hay cosas que se pierden en el pasado, donde terminamos todos, la mayoría de nosotros olvidados.
en la anécdota apócrifa de Neil Armstrong al poner el pie en la luna y decir por la bajo: «Buena suerte, señor Gorsky», porque, según parece, siendo apenas un muchacho en su Ohio natal, oyó discutir al matrimonio Gorsky por el deseo del señor G de que le hicieran una felación. La señora Gorsky, se dice, le respondió: «Pues tendrás que esperar a que el chico de al lado llegue a la luna». La
La vida le sonríe. Pero nosotros sabemos lo que él ignora. Sabemos que ese hombre feliz junto al lago corre peligro de muerte. Y el hecho de que él no sepa nada hace que nuestro temor sea más grande aún. A este recurso literario se lo conoce como prefiguración. Uno de los ejemplos más citados de ello es el famoso comienzo de Cien años de soledad. «Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento…».
las personas que son objeto de violencia experimentan una crisis en su comprensión de lo real.
La violencia hace pedazos esa imagen. De pronto, la gente desconoce las normas: qué decir, cómo comportarse, qué decisiones tomar. Ya no conoce la forma de las cosas. La realidad se disuelve para ser reemplazada por lo incomprensible. El temor, el pánico, la parálisis se imponen al pensamiento racional. «Regir» se vuelve imposible, pues en presencia de actos violentos las personas ya no saben qué cosa es «regir». La violencia las —nos— desestabiliza, o incluso trastorna. La mente ya no sabe cómo funcionar.
Esto es lo que somos como especie: llevamos dentro tanto la posibilidad de asesinar a un desconocido casi sin motivo —esa capacidad del Yago de Shakespeare que Coleridge denomina «maldad inmotivada»— como el antídoto para esa enfermedad: valor, abnegación, inclinación a prestar ayuda a un viejo tirado en el suelo.
Un tiroteo es acción a distancia, pero un ataque con cuchillo tiene un no sé qué de intimidad; el cuchillo es un arma de proximidad y los crímenes que comete son encuentros íntimos. «Aquí me tienes, cabrón —le susurra el cuchillo a su víctima—. Te estaba esperando. ¿Me ves? Estoy justo delante de tu cara. Hundo mi filo asesino en tu cuello. ¿Lo notas? Toma, un poco más, y con propina. Estoy aquí mismo. Justo delante de ti».
«Intimidad entre desconocidos». Es una expresión que he empleado a veces para describir esa cosa jubilosa que acaece en el acto de leer, esa feliz unión de las respectivas vidas interiores de autor y lector.
Sin embargo, como habrá notado el lector atento, yo sobreviví. En la maravillosa novela Memorias póstumas de Blas Cubas, del brasileño Machado de Assis, el héroe epónimo revela que nos está contando una historia desde la ultratumba. No explica cómo ha sido posible, y este es un truco que no he conseguido aprender.
A veces la imaginación funciona de maneras que ni siquiera la mente que imagina es capaz de comprender del todo.
Un momento así, de cara o cruz, puede cambiar una vida. El azar determina nuestro destino tanto o más que nuestras decisiones o esos vanos conceptos como el karma o el kismet.
La felicidad escribe en blanco sobre blanco. O sea, no es posible plasmarla en la página. Es invisible. No se deja ver.
«la belleza no es más que el comienzo del terror que aún somos capaces de soportar, y la veneramos porque desdeña serenamente acabar con nosotros».
Hay un tipo de felicidad profunda que prefiere la privacidad, que florece lejos de la mirada pública, que no requiere la validación ajena: una felicidad que es solo para los felices, que es —por sí sola— suficiente.
En los tiempos surrealistas que vivimos, la idea de privacidad ha pasado de ser algo que atesorar a convertirse, al menos en Occidente y sobre todo entre la gente joven, en una cualidad exenta de valor (o directamente indeseable). Si algo no llega al público, es que no existe. Tu perro, tu boda, tu playa, tu bebé, tu cena, esos memes que has visto recientemente… todas estas cosas necesitan, a diario, ser compartidas.
«La familia, con su mezquina privacidad y sus secretos de pacotilla, es el origen de todas nuestras insatisfacciones».
sin las desgracias de nuestros días pasados no seríamos lo que somos ahora.
«la felicidad perfecta es inviable»,
Siempre he creído que el amor es una fuerza, y que en su forma más potente es capaz de mover montañas. Puede cambiar el mundo.
Sabe de qué ha tenido suerte? De que el hombre que le agredió no tuviera ni idea de cómo matar a alguien con un cuchillo».
Desde que los conservadores empezaron a reivindicarla como propia (la Freedom Tower, las freedom fries), liberales y progresistas habían empezado a desmarcarse de ella en busca de nuevas definiciones del bienestar social según las cuales la gente ya no tuviera el privilegio de contravenir las nuevas normas. Los derechos y sensibilidades de grupos considerados vulnerables serían más prioritarios que la libertad de expresión,
Este alejamiento de los principios de la Primera Enmienda hizo posible que la derecha se apropiara de ese venerable punto de la Constitución. Ahora, la Primera Enmienda era lo que permitía a los conservadores mentir, maltratar y denigrar. Se convirtió en una especie de carta blanca para el fanatismo.
Si los milagros eran una realidad, ¿qué pasaba con todo lo demás? La vida después de la muerte. El cielo y el infierno. La salvación. La condenación. No, aquello era demasiado.
el famoso dictum de Sócrates —«La vida, sin reflexión, no merece la pena vivirla»—,
Volví a pensar que el amor era una fuerza real, una fuerza sanadora. No tengo la menor duda de que el amor que estaba recibiendo —tanto por parte de desconocidos como de mi familia y amistades— me ayudó muchísimo a superar mi estado.
«Hay que ir al encuentro de la vida —dije—. Uno no puede esperar sentado mientras convalece tras haber rozado la muerte. Uno tiene que encontrar la vida».
La navaja de Ockham fue un cuchillo conceptual, un cuchillo de teoría, que echaba por tierra un montón de chorradas al recordarnos que la explicación más sencilla es siempre preferible a una muy compleja.
Un arma de fuego solo tenía sentido en el mundo a través de la violencia; su único fin era causar daño, por no decir segar una vida, fuera animal o humana. Un cuchillo era otra cosa.
la verdadera estupidez es lamentar cómo ha sido tu vida, porque la persona que así se lamenta ha sido moldeada por esa vida que a posteriori deplora.
Hubo errores por el camino, muchos, y cosas que podría haber hecho mejor, y eso sí lo lamento, pero ¿mi vida en general? Me alegro de haberla vivido, y he intentado vivirla lo mejor posible.
aprendí la primera lección de lo que es expresarse con libertad: que uno debe darla por sentada. Si temes las consecuencias de lo que estás diciendo, entonces no eres libre.
Uno acaba llorando las trivialidades del pasado tanto o más que los asuntos importantes (como el talento literario) cuando le dice adiós a un amigo.
Entendí que, antes de pasar a cualquier otra cosa, debía escribir el libro que estás leyendo ahora, lector. Sería la manera de hacer mío lo sucedido, de adueñarme de ello y poseerlo de alguna manera: nada de ser una mera víctima. Respondería a la violencia con arte.
Mi victoria era vivir. Pero el significado que el cuchillo había dado a mi vida era mi derrota.
A las ideas de uno solo se le pueden oponer ideas ajenas.
durante veintisiete segundos tuvimos una relación muy íntima. Tú te adjudicaste el papel de Muerte. Yo hacía de Vida. Es una unión muy profunda.
¿Y si te dijera que el motivo de que yo, y otras personas como yo, siempre haya estado contra la pena capital es que existen muchas condenas injustas, y que si aquel a quien se condena injustamente es ejecutado, entonces no hay manera de rectificar las cosas?
«El solitario, diga este lo que te diga, no lo es porque le encante la soledad. Es porque anteriormente ha intentado integrarse en el mundo y la gente lo sigue decepcionando».
Al soltero forzoso le cabrea ser virgen. Tú estás cabreado. Seis mil millones de enemigos, ni un solo amigo, amantes menos de cero. Furioso. Un montón de rencores. Me pregunto a quién tratabas de matar en realidad. ¿A una chica que se te quitó de encima? ¿A un chico que conociste en el gimnasio o en la frontera con Israel? ¿A tu madre, quizá? Eso es lo que piensa una amiga mía, ¿sabes?, y ella es mucho más inteligente que yo. ¿Fui una víctima por delegación? ¿Qué cara estabas viendo mientras te dedicabas a acuchillarme?
Sócrates, quien dijo que una vida sin reflexión no merece la pena ser vivida. De lo que se deduce que solo con reflexión merece la pena vivir.
¿Es esta su venganza, tenerme preso dentro de su cabeza? Esto no es una prisión. Es una escuela, en todo caso.
«El hombre tiende a tener las creencias que convienen a sus pasiones. Los hombres crueles creen en un Dios cruel y recurren a su fe para justificar su crueldad. Solo los hombres bondadosos creen en un Dios bondadoso, y serían bondadosos pasara lo que pasase».
La más importante es que el arte desafía a la ortodoxia. Rechazar o vilipendiar el arte porque haga esto, es no entender de qué va. El arte enfrenta la apasionada visión personal del artista a las ideas dominantes de su época.
El arte no es un lujo. Es algo esencial al género humano y no demanda ninguna protección especial salvo el derecho a existir.
Acepta la discusión, la crítica, incluso el rechazo. Pero no la violencia.
El poeta Ovidio fue enviado al exilio por César Augusto, pero la poesía de Ovidio ha perdurado y el Imperio romano no. Stalin le arruinó la vida al poeta Mandelshtam, pero la obra de este ha perdurado y la Unión Soviética no. El poeta Lorca fue asesinado por los matones del ...
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Se le ocurrió una idea [a Nietzsche] y la bautizó como «amar lo que nos toca en suerte». Sea cual sea tu destino, pase lo que pase, dices: «Esto lo necesito» […] Toda desgracia a la que puedas sobrevivir es una mejora en tu carácter, tu talla y tu vida.
Estamos enfrascados en una guerra mundial de relatos en conflicto, una guerra entre versiones incompatibles de la realidad, y es preciso aprender a librar dicha guerra.
debemos entender que en el centro de todo lo que está pasando hay unas historias, y que las fraudulentas narrativas de los opresores han cautivado a mucha gente. Debemos trabajar, pues, para superar las falsas narrativas de tiranos, populistas y locos contando mejores historias, historias en el seno de las cuales la gente desee vivir.
Las fuerzas no se baten solamente en el campo de batalla. Las historias en las que vivimos también son territorios en disputa.

