Ella las cerró y se dispuso a animar al marido con un saludo cariñoso, pero se lo impidió un pensamiento sombrío. Casi sin pensarlo le hizo a él la pregunta que ella más temía: —¿Se puede saber dónde estuviste anoche? Él la miró asombrado. Esa pregunta, la más común hasta en los matrimonios felices, no se había escuchado nunca en su casa.

