El joven Tulipán había aprendido a borrar recuerdos. Lo que el señor Alfiler necesitaba, decidió, era recordar los buenos tiempos. —Eh, ¿se acuerda de cuando Gerhardt la Bota y sus muchachos nos tenían acorralados en aquel ’ido sótano de Quirm? —dijo—. ¿Se acuerda de qué le hicimos después? —Sí —dijo el señor Alfiler, mirando fijamente la pared vacía—. Me acuerdo. —¿Y de aquella vez con aquel ’ido viejo que estaba en aquella casa de Genua y nosotros no lo sabíamos? Así que clavamos la puerta al marco y después…

