Ella se acercó un poco más y la luz reveló la cara del hombre. Estaba atascada en la sonrisa de la borrachera grave, pero resultaba perfectamente reconocible. Ella la veía todos los días, en las monedas. —Esto… Rocky —dijo—. Hum… ¿puedes bajar un minuto? La puerta se abrió de golpe y el troll bajó a toda velocidad la escaleras. Por desgracia, se debía a que lo hizo rodando. El señor Tulipán apareció en lo alto de la escalera, frotándose el puño.

