Eh, yo le he visto antes, usted es esa… ¡ya sabía yo que no era una virgen de verdad! —dijo Sacharissa en tono triunfal. Se oyó el clic de una ballesta. Algunos ruiditos débiles se transmiten bien y tienen un poder paralizante considerable. —Hay pensamientos que son demasiado terribles para tenerlos —dijo el hombre flaco que la estaba mirando desde lo alto de la escalera y desde detrás del cañón de una ballesta de pistola—. ¿Qué está usted haciendo aquí, señora?

