A ver, chavales —dijo el enano—. Esto funciona así. Todo el mundo que esta noche se vaya temprano a casa porque le duela la cabeza se lleva cien dólares, ¿de acuerdo? Es una vieja costumbre klatchiana. —¿Y qué pasa si no nos vamos? —dijo el capataz, cogiendo un mazo. —Bueno —dijo una voz junto a su oído—. Entonces es cuando te darrá un dolorr de cabeza. Hubo un relámpago y se oyó un trueno. Otto dio un puñetazo triunfal al aire. —¡Sí! —gritó, mientras los impresores corrían como locos hacia las puertas—. ¡Cuando lo necesitas de verrdad, de verrdad, llega!

