no era la preocupación sobre el destino de los que se quedarían sin trabajo debido a la máquina de Lee lo que provocó que Isabel I y Jacobo I se opusieran a su patente, sino su temor a convertirse en perdedores políticos. Les preocupaba que quienes quedaran desplazados por el invento crearan inestabilidad política y amenazaran su propio poder.

