El sistema ejecutivo prefrontal, por el contrario, “enfría lo caliente” reprimiendo el impulso de conseguirlo y posibilitando la reevaluación de la tentación (“pero también engorda”). Nosotros (y nuestro hijo de 4 años) podemos movilizar este sistema a través del pensamiento centrándonos, por ejemplo, en la forma, el color o el modo en que la golosina está hecha. Este cambio de foco alivia la energía de la carga que nos impulsa a aferrarnos a ella.

